Julio en junio.

El verano ha entrado desatado, con prisas por descargar su presencia, como si temiese que los recortes también fueran a afectar al calendario y que a mediados de agosto se decrete el otoño. Tiene prisa el verano por ser verano, y ha roto su costumbre de esperar a julio para traernos alguna de esas noches en las que te asomas al balcón y notas la barandilla caliente a las tres de la madrugada, o alguno de esos días en los que la calle no nota la diferencia entre el sol del asfalto y la sombra de la acacia, porque el calor está en el aire envolvente, como en un desierto sin palmeras. Días de julio en junio, una bocanada africana que protesta contra nuestra pequeña felicidad del solsticio.

No luchen contra el calor: pacten con él. Adáptense a su ritmo. No se empeñen en eliminarlo: mejor admitan que está ahí y que basta con beber un poco más, ducharse de vez en cuando, caminar más despacio y contemplar la escena. Porque el calor, lo que reclama, es contemplación, y no una lucha agitada.

3 Respuestas

  1. Mar, mucho mar, para luchar contra el calor que abrasa. Olas que se enredan y se vuelven espuma, que llegan desde el horizonte hasta la misma orilla, para lamer la arena y luego regresar.

  2. El calor lo que reclama es un golpe de estado eneril, que instaure los 10 bajo cero a partir del día del Carmen.
    Saludos.

  3. Suerte la tuya, Begoña, que tienes el mar al lado, con esas olas que vienen del frío.

    Manolo, ya estoy temblando, porque sé que, si te lo propones, eres capaz, con tu combatividad, de darle la vuelta a los hemisferios…

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