No hay culpables ni inocentes, hay culpa e inocencia (mal) repartidas. El Dios bueno y el Dios salvaje mezclados en el campo de batalla de cada alma. Incluso Herodes tendría espacios de inocencia. Los hay a quienes la buena suerte les ofrece más ocasiones de inocencia, y quienes el azar o la desdicha los exponen a más culpas. Todos somos inocentes mientras no se demuestre la culpa, pero nadie está libre de sospecha, particularmente los que no sospechan de sí mismos. Y para quienes a diario se acusan a sí mismos de todo, inundados de sentimiento de culpa, viene bien el día de la inocencia: la broma en vez del castigo, la clemencia en vez del reproche, la indulgencia en vez de la condena perpetua. Quizás la clave de todo este embrollo esté en cuidar de no tirar a otro la primera piedra antes de saber que todos estamos unidos por una mezcla movediza de culpa e inocencia..
Miguel Pasquau
Cuaderno de notas
El día de la inocencia
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