Los jesuitas llevan en su ADN la misión en la frontera, es decir, en lo difÃcil. Ahora la frontera, dicen, es más bien cultural y social (la increencia, los lÃmites de la ciencia, la pobreza), pero durante siglos se trataba de llevar el evangelio a las Américas y al Extremo Oriente, es decir, allà donde nadie esperaba noticias de ningún Cristo y resolvÃan de otro modo el problema de la muerte. Lógico es que los cristianos fueran perseguidos, porque eran subversivos: igual que Cristo rompió el Templo, los jesuitas introducÃan virus infecciosos que amenazaban el orden social, allà donde iban.
"Silencio" es un drama sobre la apostasÃa. El Inquisidor nipón (qué gran personaje: cada vez que aparece, la pelÃcula -tediosa en algunos fragmentos- se pone en pie) se conforma con una apostasÃa formal para los fieles cristianos (bastaba que pisasen en silencio la imagen de Cristo con su pie), pero con los jesuitas se esmeraba: lo que querÃa de ellos es que abandonaran su empeño evangelizador, que ningún bien podrÃa traer, porque ¿para qué sustituir a un dios por otro?
El jesuita portugués Rodrigues busca al Padre Ferreiro, su padre espiritual, un ejemplo de entereza y fidelidad, de quien sin embargo se tenÃan noticias de que habÃa apostatado y llevaba la vida de un japonés. Rodrigues no podÃa admitirlo. Estaba seguro de que se trataba de una noticia falsa, de una intoxicación para desalentar a los cristianos. SerÃa una derrota definitiva, insoportable. Su periplo lo hace testigo del sufrimiento de los pocos cristianos que resistÃan: torturas, quemados vivos, crucificados en un acantilado para morir a golpes de mar, degollamientos. La persecución era certera, y el "suelo envenenado" de Japón estaba a punto de terminar de aplastar a los últimos reductos de un cristianismo reducido a unos pocos mártires que aspiraban al paraÃso como premio de su fidelidad. Pero la peor tortura la sufrió él, Rodrigues, espectador forzoso de los martirios ajenos, a quien el Inquisidor dio la llave de la libertad de los suyos: bastaba que él apostatara para que ellos quedasen libres. La mentalidad moderna no puede entender la magnitud del reto: "pisa la imagen, escupe al crucifijo", pensamos, "y cruza los dedos", porque la evidencia del dolor insoportable de aquellas gentes es mucho más fuerte que cualquier gesto. Pero entonces el gesto tenÃa todo un significado máximo: abdicar era traicionar a todos los que habÃan sido martirizados, y debilitaba la entereza de la doctrina. Resistirse, no claudicar, era la piedra sobre la que algún dÃa se edificarÃa la Iglesia en Japón. Rodrigues estaba dispuesto, o al menos eso creÃa él.
Pero, ¿es eso lo que quiere su Dios? ¿Por qué no dice nada? ¿Por qué permite, con su silencio total, que las dudas le impidan seguir derecho el camino sin miedo al sufrimiento y a la muerte, propia y ajena? ¿Por qué al sufrimiento de tanto martirio se añade el más terrible de no saber ya si tiene sentido o si es una equivocación? Scorsese exagera quizás el drama, pero es que la pelÃcula dejarÃa de tener sentido si ese punto se banalizase.
Rodrigues encuentra por fin al Padre Ferreira. Él sà lo hizo. Él dio el paso. Él ya pasó por el trance en el que estaba Rodrigo. Él aceptó la derrota, y decidió rendirse un poco antes de morir desangrado. Mientras se lo está explicando, Rodrigues mira profundamente a sus ojos, seguro de que encontrarÃa al auténtico Padre Ferreira debajo de ese falso hombre que le hablaba de un dios neutro, de astronomÃa y de una vida tranquila y acomodada; pero, al menos en ese primer encuentro, no encontró rendija alguna. No parecÃa estar disimulando. Entonces imitó su camino. Y se rompió por primera vez el "Silencio": "PÃsame", parecÃa decirle la imagen de Jesús a un Rodrigues al borde de la locura. Y algo más: "yo ya sufrà por ti". La apostasÃa no podrÃa enmendar aquella redención definitiva.
¿Tiene sentido resistir como una roca? ¿No es mayor aún la entrega en la misión si la frontera llega a cruzarse del todo, hasta pasar al otro lado? Si un profeta debe hacerse pobre con los pobres, ¿no deberÃa también hacerse budista con los budistas? Los jesuitas eran maestros para insertar la fe, elásticamente, en culturas diferentes, adaptando el lenguaje, los ritos y las formas, pero la intención era universalizar la fe aprendida en concilios europeos. ¿Por qué no ir más allá, y estar dispuesto a diluirse?
¿Hay un mensaje piadoso en la pelÃcula? No lo sé. Quizás se trata de una genialidad de Scorsese: quizás se trata de una piedad paradójica, cuando la piedad por lo general necesita certidumbres. No es una pelÃcula sobre la fe y la herejÃa, hay una épica que no triunfa, sino que es derrotada (aunque la escena final ponga también en duda la derrota). Es una pelÃcula sobre el silencio de Dios confundido con el ruido de los dioses. Un silencio que no es tal, porque como parece llegar a comprender Rodrigues mucho tiempo después de su apostasÃa, aquel silencio era la voz del verdadero Dios.
” Yo apuesto por la existencia de Dios. Si existe, lo gano todo. Si no existe, no pierdo nada.”
(Blaise Pascal , copyderaigth ).
Conshi.