La puerta seguÃa entreabierta. SerÃa tan fácil empujar un poquito, asomarse, preguntar por Irene. Si siguió esperando tuvo que ser por miedo a desesperarse. Quién sabe, quizás Irene habÃa dejado dicho algo. La puerta seguÃa entreabierta. SerÃa tan fácil salir de dudas, conocer la verdad. Si siguió en el otro lado tuvo que ser por temor a los viajes largos, los que cruzan lÃneas ficticias. Quién sabe, quizás Irene estaba al otro lado de la puerta tecleando en su pantalla. La puerta seguÃa entreabierta. SerÃa tan fácil remitirle un correo electrónico, preguntarle dónde estás. Si siguió callado tuvo que ser por miedo a la respuesta. Quién sabe, quizás le contestarÃa: "Estoy aquÃ, ¿dónde si no?". La puerta seguÃa entreabierta. SerÃa tan fácil olvidarse y dejar que ella apareciese algún dÃa, cuando quisiera, donde quisiera., sin avisar Si siguió recordando tuvo que ser por miedo a que Irene no subiese interpretar el silencio. Quién sabe, quizás es lo que necesitaban los dos. La puerta seguÃa entreabierta. SerÃa tan fácil buscarla y envolverla por fin en un abrazo largo, cálido, elocuente, sin palabras. Si siguió tanto tiempo quieto y frÃo tuvo que ser por temor al fracaso. Quién sabe, quizás Irene se haya cansado ya de esperar con la puerta entreabierta.
Miguel Pasquau
Cuaderno de notas
No llamaré a tu puerta.
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SerÃa incapaz de no atravesar la puerta y quedarme con la duda. EntrarÃa sin llamar y no tardarÃa en saber la respuesta.
Saludos