Justicia doméstica

Una de mis hijas no suele desayunar. Lo sé, los chicos deben ir desayunados al colegio porque si no, no rinden. Pero ella casi nunca quiere. Ni la leche, que no tolera, ni yogures, ni exquisitos manjares que aparezcan en la mesa para convencerla. No tiene apetito hasta que llega el recreo y se entrega, entonces sí, a su bocadillo. Los otros dos no tienen problema: lo primero que hacen es calentarse la leche, embadurnarla de cola-cao y acompañarla de galletas o tostadas o cereales. Lo normal.
 
Yendo al colegio les he planteado a los dos desayunantes un importante problema jurídico-político, para probarlos: "¿os parecería injusto -les pregunto- que a vuestra hermana le diéramos un premio por desayunar, y no a vosotros?" Inmediatamente contestaron que por supuesto sería injusto, y que si por hacer lo que ellos hacen ella se lleva un premio, ellos dejarían de desayunar si no les damos el mismo premio. Salió en ellos el síndrome del hermano mayor del hijo pródigo: ¿por qué hacer una fiesta porque éste vuelva, y no hacérmela a mí, que no me he ido?
 
Ella, la que no desayuna, estaba callada, como esperando un veredicto; aunque quizás estaba pensando que ni con premio iba a desayunar, y que por tanto el dilema era absurdo. Quién sabe.
 
Intento explicarles a los otros dos que su respuesta es "igualitarista", pero no justa: ellos dos desayunan porque tienen apetito, y el premio está en satisfacerlo; su hermana, en cambio, no tiene ese premio natural, y tendría sentido incentivarla con un reclamo diferente del apetito, para conseguir que vaya al colegio con la energía suficiente. Por tanto -les digo-, aunque fuese desigual, no sería injusto el premio por hacer lo que ellos hacen sin premio.
 
Entonces mis hijos sacan recursos y proponen la solución:
 
- Muy fácil, papá. Pon la regla de que quien no desayune no tiene móvil el fin de semana. Así la norma es igual para todos, y ella encuentra una motivación para desayunar.
 
Y añaden: "verás cómo entonces sí desayuna".
 
Ella, la que no desayuna, siguió sin decir ni mú, aunque creo que un poco más preocupada. Creo que los tres se conformarían con la regla más fácil: laissez faire, laissez passer, sin intervencionismos que parten del dogma político de "desayuno para todos"... 
 

2 Respuestas

  1. Anónimo

    jjajaja, Pepa

  2. Anónimo

    Interesante… Y me suscita la duda de si el estado natural del individuo (el niño como símbolo del individuo todavía no contaminado por el Estado), lo que siente como "natural", es el laissez faire…

    Luis

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