Escrutinio

Uno lo intenta, pero es difícil abstraerse de la suerte de su criatura. Si mi itinerario pasa por la librería Atlántida, por Picasso o por la Continental, es imposible no mirar de reojo para ver si sigue en el escaparate, o incluso asomarme y comprobar si aún está en los espacios reservados para las novedades. Hoy Claudio, el librero de la Gran Vía, me dice que no para de hacer nuevos pedidos y que el golpe inicial de ventas ha sido "como la de las grandes", y sólo un cierto pudor me impide preguntarle detalles: cuántos, a quién, hasta cuándo, de qué depende, qué le han comentado. Decenas de amigos han empezado a leerla, o al menos eso me han dicho: quién sabe si ahora mismo, a estas horas de la noche, alguien está acompañando a Matías en el hospital, alguien está compadeciéndose de Susana moribunda, alguien está viajando con Paula a La Coruña, o está mudándose de Granada a Almería, o está presenciando la conversación a medias entre Victoria y Matías en la terraza del Alhambra Palace de la mano de mis palabras, de mis renglones, de mis párrafos. ¿Cómo no estar tenso, esperando el escrutinio?
 
Es como cuando en la jornada electoral ha comenzado el recuento de papeletas y se esperan los primeros resultados reales. No ya los sondeos, las palabras complacientes de los amigos, las impresiones sacadas de las primerísimas páginas. Pronto el escrutinio avanzará y podrá saberse algo más real.
 
Una semana ha pasado ya desde aquella presentación en Granada que viví entre tanto amigo. Me gustaría saber dar las gracias por tan buena compañía. Doblada aquella esquina, la criatura ya sigue su suerte, recorre, sola, el corto tramo que tenga reservado, empujada sólo por el interés de quienes en algún momento del día o de la noche la cojan con sus manos y decidan abrirla. Qué porcentaje la dejará al inicio, cuántos la leerán a saltos, quiénes quedarán atrapados y querrán hacer el viaje hasta el final sin prisas, todo eso ya no depende de mí. Yo ya debería ir olvidándome de ella, dejar de buscar en Google si ha aparecido una reseña. La criatura hace pocos días que dejó de ser yo para convertirse en cosa, en libro que está en otras casas, en mesitas de noche, en estanterías que ignoro, en una mochila de viaje. Quién sabe.
 
Es imposible no desearle suerte. Es fácil entender que me encantaría estar al lado de cada uno que esté leyéndola, mirarle la cara, preguntarle si en este párrafo se emociona, si en aquél se sorprende, si le gusta este diálogo. Es como el  padre o la madre que llevan al niño a la guardería y lo dejan allí por primera vez: querrían mirar por un agujero para ver cómo lo tratan, qué le dicen, con quién juega, con quién no, y no se conforman con verle la cara al recogerlo varias horas después.

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