Reseña de “Recuerda que yo no existo” por Miguel Ángel Alcaraz Conesa.

Recuerda que yo no existo

Miguel Pasquau Liaño, ed. ARCOPRESS, S. L., 1ª edición, febrero de 2014, 349 páginas.

He de adelantar que mi reseña de esta obra puede no ser parcial. En unos pocos meses, he trabado un grado de amistad virtual con el autor, con quien me unen también unos cuantos y buenos amigos comunes. En este tiempo, tambièn he leí­do varios artí­culos y post del autor que considero escritos con pulcritud, un alto grado de ponderación y mesura, incluso cuando ha tomado partido en debates no exentos de polémica. Por si no fuera menos, leí­ su ultima novela, Casa Luna, con la delectación de un lector ávido de buena literatura. Si tení­a buenas referencias de mi buena amiga Maave Roloro, no sólo satisfizo las expectativas, sino que las superó notablemente. Desde entonces y en alguna polémica me confieso abiertamente seguidor de Miguel y he llegado a compararlo con algún autor más consagrado y, en mi modesta opinión, a situarlo varios escalones por encima, por no hablar de años luz, porque realmente la distancia entre un escribidor y una obra de Literatura es sideral. Sentado esto, también he de manifestar que no debo pleitesía por razón de su rango jurisdiccional, ni me comprende ninguna de las generales de la ley para tachar mi testimonio.

Matias Verneda es un abogado de éxito que recibe en La Andaraxa, su casa de recreo frente al mar, un paquete anónimo en el que se describen sus artes paralelas en las que se ha deslizado más allá del filo de la navaja de la ética profesional. Tras la lectura febril del extenso relato de su justicia paralela y de regreso a Almerí­a, donde ejerce, sufre un accidente que le produce graves lesiones y lo deja postrado para un tiempo no inferior a cinco semanas, como primer pronóstico. En el hospital empieza a hacer repaso de su vida profesional desde que estaba preparando oposiciones cuando dejó embarazada a Susana en un escarceo amoroso sin más pretensiones que una noche de placer. Abandona entonces las oposiciones para encontrar una salida que le permitiera asumir las responsabilidades de marido de penalti y futuro padre. Es así­ como entró de pasante en el despacho de Juan Alcalá, abogado granadino de la vieja escuela, donde aprende los rudimentos de la profesión. Pero como él mismo declara, "la gente normal... vivimos sin un plan. No sabemos por qué estamos aquí­ o allá­. A veces nos sentimos bien, pensamos que algo merece la pena, somos capaces de esforzarnos por algo, pero no pretendemos darle un sentido a nuestra vida. Vamos buscando premios y esquivando castigos, eso es todo". Fruto de esa improvisación ha sido su hija Paula, el abandono de las oposiciones y el inicio del ejercicio como abogado.

En el despacho, colabora con Eduardo, la mano derecha de D. Juan Alcalá, en un asunto de imposible solución judicial. Eso le hace buscar una solución "alternativa" para alcanzar la justicia material en favor de unos clientes estafados. Otro nuevo asunto paralelo será solucionado gracias al encuentro casual con Ernesto, un viejo amigo de la infancia, a quien le une una relación muy especial. A partir de ese momento, Ernestorro, como él le llama, se convertirá en su alter ego que hace y deshace en la sombra, procurando una justicia para los clientes que no está lejos de la pura y simple venganza. Mientras su matrimonio se va conduciendo a una separación extrañamente resignada y civilizada por parte de Susana, vive una relación pasional con Victoria, una compañera des despacho, que será un punto de referencia sentimental, ético e imposible. Susana muere muy pronto y deja a Matías sólo con la niña. Toma entonces la decisión de abrir su propio despacho, pero será en Almería, su tierra natal. Allá hará fortuna rápidamente con la inestimable colaboración de su socio en la sombra, Ernestorro. Pero lejos de Victoria, que se marcha a Madrid.

Que el relato tenga por protagonista a un abogado no es un hecho que me incite a la lectura, pues bastante tengo ya con una profesión no vocacional para mí­, muy lejos del éxito clamoroso del protagonista. Pero la narración tiene muy pronto un reclamo que resulta argumentalmente incitante: el filo de la navaja de la moralidad. Los abogados, tengamos o no las dotes necesarias para dar el salto que lleva a una vida de holgados ingresos (no es mi caso), sabemos bien de esa lí­nea moral que resulta mucho más elástica que la gráfica imagen de la navaja. Y un dí­a, casi sin querer, te ves en el otro lado. Para ese reverso tenebroso, némesis implacable, es para lo que está su amigo Ernesto.

Pero no es el dilema moral, ni la brillante definición de cada personaje, sino un punto más allá. La prosa rica en matices, en descripciones interiores y de estados de ánimo, tanto describe ambientes exteriores con los trazos de un pintor impresionista de gruesa pincelada, como los dilemas sentimentales del protagonista o las cuitas morales. Manchas de color azul del mar o tonos caldera del desierto, junto a diálogos interiores que enriquecen los perfiles de unos personajes no exentos de complejidades. Si acaso encontramos algún personaje plano, será un secundario o un extra de relativo valor en la narración.

Mas no puedo dejar de señalar que esta novela de amena lectura tiene a personajes de perfiles bien sembrados de aristas, hasta el punto de que he visto un desdoblamiento del protagonista, bien marcado en el que he denominado su alter ego, porque ha de ser invisible, ubicuo, terrible brazo ejecutor que en su falsas identidad lava la imagen de Matías, como el retrato de Dorian Gray permitía la salví­fica de su apariencia de su modelo. Recuerda que no existo es la guía de ese segundo protagonista que, ubicuescente y enmascarado tras múltiples identidades, irá acumulando obras de la mano izquierda que la derecha no debe conocer.

En esos vericuetos morales, el narrador tiene pie para, sin dejar de ser omnisciente, presentar las visiones subjetivas de varios personajes, tejiendo un entramado de reflexiones cruzado con la urdimbre transversal del propio narrador. Con meticulosa precisión en el discurso, el autor nos guía de la mano de su propia reflexión para encontrar el alma oculta de los personajes. Victoria vuelve a aparecer de nuevo en la vida de Matías y de Paula, para asistir a un final que vuelve a sorprender, porque Miguel Pasquau no es un autor convencional y previsible, antes al contrario, es sorpresivo, ocurrente, ingenioso.

De esta manera, confesándome abierto seguidor de este autor contemporáneo, que refiere en el contexto temporal acontecimientos sociales y políticos que resultan familiares para quienes pasamos de cierta edad, he de concluir la reseña. No puedo terminar más que recomendando encarecidamente su lectura. Y como un amigo lector me conmina a calificar de una a cinco estrellas la obra reseñada, no siento rubor alguno al reconocer que si he de dar cinco a las obras maestras, tal vez un lector imparcial le diera cuatro, pero yo, que confesé mis simpatías desde el comienzo, no puedo dar meneos de cinco

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