Presentación de “Aunque todo se acabe” por María del Mar Ramírez en Sevilla.

Quería comenzar indicando que hemos previsto esta presentación como un homenaje a Paco Ramírez Gallego, la persona de carne y hueso que inspiró uno de los personajes casi nucleares de la novela Aunque todo se acabe y que aportó documentación a Miguel Pasquau, tal como menciona en su epílogo. Paco falleció el año pasado en Granada, el 9 de noviembre, a causa del COVID. Era mi tío Paco –para quienes me conocen–, hermano de mi padre, y lo más parecido a un padre que he tenido desde que falleció el mío. Un minuto de silencio hubiese sido una barbaridad y un sacrilegio para una persona llena de vitalidad y de buen humor como lo fue Paco, así que le recordamos hoy con intensa alegría.

He de reconocer que he leído la novela rastreando, por una parte, el personaje de Paco Ramos, que es el alter ego de Paco Ramírez. Y te digo, Miguel, que has clavado en tus páginas una excelente biografía póstuma. Se nota que llegaste a conocerle: jovial, conversador incansable, con una risa cómplice, un crisol, un dinamizador, un espejo mágico que se empeñaba en mejorar la propia imagen de los demás, una persona cuyo verdadero arte era la amistad… y por eso lo queríamos tanto.

Paco era ese de la exposición que recreas en la novela en la que se rifa un cuadro de un gran pene, el rojillo de su familia que dejó todo y se plantó en París para poder seguir creyendo en la República. Y allí trabajó en la Unesco impulsando todo tipo de actividades y ayudando a quien lo necesitara. Paco era, efectivamente, el de Le Consulat, el del homenaje a García Lorca, era el de ese libro que le regalan los amigos a Paco Ramos por su 33 cumpleaños titulado “Queremos tanto a Paco” (que, por cierto, fue el título del artículo que Miguel Pasquau publicó en prensa cuando Paco Ramírez falleció). Paco todo lo deseó de verdad porque todo se lo creía y sus propios defectos eran extensión de sus innumerables virtudes, como bien de él quienes le conocen y como bien recreas en tu obra. Haces un buen repaso por las amistades o conocidos que pasaron en algún momento por su vida: Alberti, Cortázar, Carpentier, Rafael Guillén, Enrique Morente, Vázquez de Sola, Carlos Cano. Cuando se trataba de juntar y de juntarse, Paco siempre fue el mejor con diferencia.

Me gusta también como has planteado la libertad de su relación con Claire (un poco al estilo Jean Paul Sartre y Simón de Beauvoir), así era él… Y también le describes muy bien, Miguel, en toda las dimensiones y contextos de esta decisión que, finalmente, le lleva a regresar a España con la muerte de Franco marcando el fin de aquella época de los españoles en el París de los Setenta que está en el trasfondo de tu novela. Ciertamente, el último grito de Paco Ramírez hubiese sido el mismo que el de Paco Ramos al final del bautizo de Galia después de bailar un pasodoble: VIVA LA REPÚBLICA.

Paco me habló mucho de las tardes que pasó contigo, Miguel. Se empeñó en que te conociera. Me alegro de que haya llegado esta novela a tiempo para que él pudiera leerla y estoy contigo en ese consuelo que planteas al pensar que esta novela es, quizá, la última producción cultural de las tantas que puso en marcha. Hubiese estado muy feliz en una presentación como esta.


Paco fue mi primer reclamo al leerla, pero también la novela tenía otro muy entrañable, como todo lo que tiene para mí que ver con Úbeda. Mi padre y sus hermanos no nacieron en Úbeda pero vivieron allí su juventud y allí pasaron los días más felices de sus vidas. En Úbeda están enterrados mis abuelos y está enterrado mi padre. De hecho, fui allí con Paco a llevar sus cenizas en diciembre del 2020 (veinte años después de su fallecimiento, pero esa es otra historia…), casi presintiendo que sería la última vez que le vería. Y la novela empieza en Úbeda, va por París, por Madrid, por Bahía Blanca en Argentina, pero vuelve a Úbeda.

También entiendo muy bien el ambiente de las Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia que Miguel presenta y casi reivindica en su novela porque es el sitio de origen en el que Martín, el personaje principal, encuentra refugio, huérfano de un padre anarquista, y encuentra también la fuerza y el compromiso que dinamizará su trayectoria (y, por tanto, la novela). Yo estudié en una congregación religiosa y ese hecho ha marcado mi vida de forma muy profunda.

En el prólogo de la obra, Galia Lenoir dice que por fin le alcanzaron las preguntas grandes y a responderlas se dedica esta obra. Y en esa línea, a mí me ha interesado mucho el tratamiento de los grandes temas y el ejercicio de pensamiento que hay ello. La novela está llena de reflexiones profundas y densas sobre el amor, la muerte, el bien (que no es lo mismo que la bondad), la culpa, la belleza, la rebelión y el egoísmo, la igualdad, el honor, la libertad y la liberación, el miedo o la paciencia (como factor multiplicador de oportunidades).

Es una novela en el que el autor argumenta y contrargumenta de manera constante en temas muy diversos que no escabulle aunque sean peliagudos: el régimen de Franco o la pena de muerte, por ejemplo. Y se coloca con frecuencia en una posición y también en la contraria, en un ejercicio de gran esfuerzo intelectual para hablarnos de potencias antagónicas: dictadura y democracia, igualdad y desigualdad, realidad y ficción, la verdad o la mentira, la vida y la muerte.

Pero es que esto se hace, además, con una redacción impecable que no da respiro en el preciosismo de las frases que llegan a sacudir como versos de un poema: Los días que no tienen vísperas son días inventados, días resumidos, días extirpados de su tiempo y depositados con pinzas de un expositor de cristal.

Es también Miguel el rey de los símiles, de las comparaciones y de las metáforas:

  • El olvido es como el océano y el recuerdo, un pequeño archipiélago.
  • No vivir algo por miedo a que se gaste la vida es como no regar una planta porque en otoño se caerán las hojas.
  • Las dudas son como el cáncer: resisten, se atrincheran a veces, y en momentos de bajas defensas se expanden, colonizan lo que tienen alrededor, y el enfermo se va convirtiendo en un tejido maligno hasta morir.
  • Y ahí estaba yo, en medio de todo, como un trompo travieso que jugaba a ser amigo de todo el mundo sin serlo demasiado de nadie.
  • Somos como un muerto al que no le queda nada más que una libretilla de multas.
  • Y escuché un aló que me pareció algo así como unas cortinas que se descorren por la mañana y dejan entrar un torrente de luz en el cuarto oscuro.

Y también maneja Miguel con enorme soltura los pensamientos alegóricos. La alegoría es la personificación de ideas y conceptos y él nos cuenta que Las cosas salen comprar tabaco en la esquina o que las ideas se colocan en estanterías.


Y destacaría también otras cuestiones diversas:

  • La presencia de imágenes que tienen un valor y que dan unidad a la obra como esa fotografía robada que Gabrielle hace de Martín en París sin aún conocerle. También, por ejemplo, el cuadro de Madame Vigée Lebrun y su hija que se conserva en el Museo del Prado. Los lectores han de descubrir estas imágenes… Pero también hay una música de fondo: George Harrison y esa canción que aparece una y otra vez como parte de una banda sonora.
  • Las referencias literarias: Albert Camus y La Peste, Romeo y Julieta y el Conde de Paris (como el verdadero romántico), Flaubert (Gabrielle pellizcaba la corteza de pan: no creo que nadie que no sea Flaubert sepa porqué ese detalle no podría escapárseme). ¿Habría que releer Madame Bovary para entenderlo?
  • La estructura: cartas y documentación diversa que ofrecen de la historia una visión poliédrica, polifónica, coral, sin un punto de vista único… o cubista, tal y como he leído en algún tuit. El atar todos los cabos en una novela cuyo planteamiento no es lineal es también un mérito: supongo que su ejercicio profesional le ha ayudado a Miguel a definir el entramado de evidencias y pruebas que entretejen y se conectan en la historia.
  • Anticipaciones calculadas de los acontecimientos que van a ocurrir como estrategia literaria: anticipa, ofrece píldoras y avances, lanza el anzuelo...
  • Ficcionalización de acontecimientos históricos: el proceso de Burgos, la muerte de Franco, la transición a la democracia en España, la década de los Setenta en Argentina, entre otros. Acontecimientos históricos a los que se le añade una hipótesis no científica sino al estilo Borges, es decir, sin tener la obligación de ser ciertas.
  • Hay episodios realmente magistrales, como el del libro que le entregan a Franco en su visita a las Escuelas SAFA en Úbeda en 1967 transformándose en un discreto atentado envuelto en terciopelo. 24 años tenía Martin y aquello fue el detonante. También el secuestro de Isidro.
  • Coincidencias con mi novela: el momento de la historia, París. Miguel Pasquau presentó mi novela La casa de las orquídeas en Granada en diciembre de 2018. Y recuerdo dos cuestiones que comentaste en tu presentación: comentaste que tu personaje preferido era el de Cristina, una especie de Gabrielle venezolana que recala también en el París de los Setenta. Y me dijiste que era “imperdonable” no haber escrito una carta, la que el padre deja a Pablo al morir y que yo apenas enuncio en mi historia. Y claro, he comprendido esta apreciación leyendo tu novela porque he podido percibir la sorprendente soltura con la que manejas distintos registros en el discurso epistolar. Precioso, por ejemplo, el intercambio de cartas entre Gabrielle y Martín cuando él está en Madrid y ella en París: Madmoiselle Lenoir, ¿sería usted tan amable de enviarme una fotografía suya? La última me la comí anoche.
  • Descripción de atmósferas y de espacios: el Camino de Santiago (justo que acabo de hacerlo en verano) y hacer de esa vía de peregrinación un recorrido de libertad. La biblioteca Sainte Geneviève. La presencia de las direcciones que marcan puntos en el mapa: Rue d’ Alexia, calle Espoz y Mina, los trayectos, la descripción de las ciudades.
  • La maravilla del amor de Gabrielle y Martín. Las delicadas escenas de sexo, elegantes, cargadas de intensidad. Un primer beso que dura en los labios una noche y varios días. Besos que nunca eran repetidos, besos hechos de muchos besos. El amor es un puñal de luz que te atraviesa el pecho. Entrar en el cuerpo que era lo más parecido a entrar en el alma. El amor como una bola hecha para rodar y crecer al rodar. Los reencuentros, en especial el de Bahía Blanca que me pareció de verdad magistral en su resolución y “puesta en escena” literaria.
  • La complejidad de otros personajes, como el de Alfonso Caldentey y su idealización de Gabrielle (que era para él nada más y nada menos que Grecia, Roma y el Renacimiento). Yo no podía imaginarlo del todo hasta esa descripción sinestésica de la página 432 oliendo a Legrain, piel brillante, sortija y pañuelo de seda, gomina. El valor supremo que otorga a la belleza (la belleza te elige y te inunda). Su visión sobre el amor y el sexo, que no son secantes y sino tangentes. Su voyeurismo. Su acción maligna pero que él entendía justificada y redentora.
  • Otra cuestión que me ha interesado es lo que tiene que ver con lo lúdico: Gabrielle perseguía a desconocidos por la calle. Los elegía al azar e inventaba sus nombres e historias que escribía en un cuaderno. Así conoce a Harrison, que es el seudónimo (por George el de los Beatles) que le da a Martín. Y también otro juego, el “prohibido abrir los ojos” e imaginar, viviendo Gabrielle y Martín en Bahía Blanca, que estaban en el Paris en el que habían sido felices.
  • He pasado por varias preferencias en la novela, pero al final el personaje de Martín, el eje, un perseguidor, es mi preferido casi precisamente por como lo describe Alfonso Caldentey: un hombre empeñado en cosas pequeñitas, como por ejemplo dios o la liberación de los oprimidos, esos mitos confortables que se convierten en dogmas. El compromiso cristiano de Martín y cómo logra encauzarlo en esa brillante idea de la devolución de la plusvalía que transformaba no en “revolucionarios” sino “devolucionarios” a aquellos comandos creados por Martín para atentados solidarios con dinero rebelde.

Termino con Galia Lenoir, la hija de Martín y de Gabrielle que nace el 20 de noviembre de 1975 mientras otra vida se marchaba, y que Miguel Pasquau transforma no solo en el personaje que articula todas las partes de esta novela sino también en un interesante experimento transmedia.  Y es que Galia da el salto a las redes sociales y dispone de una cuenta en Twitter en la que ha hecho muchos amigos, nada más que 3.200 por ahora. Allí completa, amplía, aclara, reflexiona e ilustra muchas cuestiones de esta novela, por lo cual recomiendo encarecidamente seguirla. También ha ampliado Galia esta transmedialidad estableciendo con el autor en prensa un interesante debate sobre su esencia, su propia realidad y su razón de ser. Esta posibilidad de enriquecer, ramificar y de hacer transversal una experiencia creativa (en este caso literaria) me ha parecido de enormes posibilidades. Para mi Galia es y tiene vida, y me gusta pensar en ella como una amiga con la cual intercambiar pensamientos y conectar.

Para Miguel.

María del Mar Ramírez Alvarado

Sevilla, 25 de octubre de 2021.

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