Daños e intenciones.

Los grandes datos sobre crecimiento y sobre prima de riesgo permiten empezar a pensar en una recuperación; al menos, en una superación del ciclo de angustia caracterizado por la necesidad de financiarse en los mercados a un coste insoportable y la ralentización brusca de casi todos los sectores productivos, añadida a la brutal desinversión pública y recorte del gasto social.

Me interesa muy poco, de momento, la discusión sobre si estos datos son un éxito de la política del Gobierno, o si otras políticas habrían conseguido una similar recuperación con menor coste social. Lo que sí importa sobremanera es que la sociedad sepa lanzar a quien corresponda el mensaje de que ahora, sin demora, ha de comenzar el momento de recuperar una agenda propiamente política, una vez que no puede ya seguir invocándose la dañina excusa de la urgencia económica.
 
Y lo primero, como tras toda catástrofe, habría de ser un recuento de males. Un inventario de víctimas, de desconchones, de deterioros, de zanjas, de heridas y de abismos. Es imprescindible esta contabilidad de la miseria y de la desigualdad para hacer visible el daño y que no quede camuflado con cifras macroeconómicas incapaces de traducir la realidad de una sociedad. Lo contrario puede conducir a unos a la complacencia, a otros a la inconsciencia, y a muchos a la desolación. Ojalá que  no pocos recursos de investigación, de estudio y de análisis se movilicen en la dirección de ir conformando un retrato de todo aquello que no sólo es mejorable, sino que resulta insoportable por injusto.
 
Lo segundo, si de agenda política se trata, habría de ser la discusión sobre las prioridades y las intenciones. Será importante discutir sobre qué es lo más importante y cómo alcanzarlo. La política tiene un marco (reducido pero cierto) de autonomía para proponerse objetivos, y no es lo mismo cuáles se antepongan. Algunos de los recortes de políticas sociales fueron acordados por razones de urgencia, y será fundamental conocer si nuestros gobernantes están convencidos de que se ha llegado al nivel óptimo de protección social o si hay que activar un proceso de restitución de derechos. Será importante saber si las políticas sufridas en los últimos años han sido políticas de excepción,  para la crisis, o si han sido políticas desde la crisis, o incluso aprovechando la crisis, para reformar derechos  que, aunque naturalmente "costosos", beneficiaban más a los últimos y a los penúltimos.  
 
Celebro que los intereses a pagar por España sean menores. Celebro que la economía, aunque sea la de trabajar aquí a bajo salario para que nuestros productos compitan mejor en Brasil o en Qatar, empiece a crecer de nuevo. Espero que centenares de miles de jóvenes y menos jóvenes encuentren este año un trabajo que les ocupe parte del día y los inserten en el mundo profesional y laboral. Y sobre todo espero que el ciclo de la historia nos esté poniendo de nuevo delante de la hora de la política. De la gran política. Y por tanto de la esperanza. Si no es así, las futuras generaciones nos señalarán con el dedo como los responsables de una derrota enorme y de sombra alargada.

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