Plan Pond’s, belleza en siete días.

Quienes pasen de los 50 recordarán aquel anuncio. Fue la grieta por la que España caería en el abismo. Había un plan (la crema "P" de Pond's), un plazo (siete días)  y un resultado (la belleza, los chicos con descapotables disputándose a la chica). Ahí empezó todo.

Hasta entonces se anunciaban modesta y honestamente detergentes (lave su ropa con Persil, o con Norit si había nylon), bolígrafos ("Bic naranja, bic cristal, dos escrituras a elegir"),  zapatos gorila, electrodoméstidos (Fagor, Kelvinator, Ufesa), televisiones ("ponga un Vanguard en su vida"), máquinas de coser Singer, relojes Duward Aquastar o Citizen, calor blanco (Butaterm, que calienta pero no quema), tabaco (y boquillas "Targard" para cuidar la salud), ponches ("Pon-pon-pon, che Caballero"), brandys ("Fundador", o "Soberano", cosa de hombres), piensos (yo también prefiero Sander's), chocolates (La Campana de Elgorriaga, Suchard), turrones (El Lobo, qué buen turrón), colchones Pikolín (¿cuál era el otro?), plátanos canarios (todos los días uno, por lo menos), tomates Orlando (cuate, aquí hay tomate), caldos de pollo, queso de El Caserío me fío, conservas (qué bien, hoy comemos con Isabel), y en navidad juguetes decentes. Para qué seguir. Todo iba bien. Cada cosa en su sitio, y los embalses guardando agua. España era un guateque, y familias numerosas que comían, se vestían, se iban de vacaciones en verano, fumaban, y acababan encontrando a Chencho; niños aprendiendo en la escuela,  tardes paseo en matrimonio (o viceversa), domingos de fútbol con todos los partidos en juego, sobremesas con "La Casa de los Martínez", un viaje al fondo del mar cada sábado por la tarde, triunfando internacionalmente con Massiel y Mariano Haro, bancos que prestaban dinero, cooperativas sin codicia, Reyes Magos una vez por año, pelota vasca, muñeiras y sardanas, algunos comunistas reuniéndose en salones parroquiales y en algunas casas las ondas de Radio París, que no todo era NODO y Tribunal de Orden Público.

Pero llegó Pond's. Llegó la cosmética, y se chafó todo. Las chicas quisieron ser princesas, los chicos, James Deans (John Wayne ya estaba mayor), y todos empezaron a buscar el éxito con trampas y pantalones vaqueros. Adiós mérito, adiós decencia, adiós encanto y educación: una crema, siete días, un plan. Atajos. No, no fue el atentado de Carrero Blanco ni el espíritu del 12 de febrero de Arias Navarro: fue el plan Pond's lo que acabó con todo aquello e inauguró décadas de prisas, de apariencias, de embaucadores, de catecismos llenos de derechos puedo prometer y prometo. El plan Pond's, un procès unilateral contra la genética y la entropía. El plan Pond's, 800.000 puestos de trabajo en dos años. El plan Pond's, sin ira libertad. El Plan Pond's, la libertad-pero-con-responsabilidad. La ideología centrista, la reconciliación, la unidad con autonomía, la república monárquica, la aconfesionalidad sin perjuicio de la Iglesia Católica, la democracia d'Hont. El Plan Pond's, el día de la madre, un Papa Noel, un Halloween, un Black Friday (ya sólo nos falta la Acción de Gracias). Las cómodas condiciones de pago. Telecinco. El plan Pond's, belleza (y por tanto verdad, y por tanto bondad) en siete días, con recuperaciones y repescas. Quod natura no dat, Pond's lo presta. La crema, el unte.

España se construyó sobre la arena movediza de una crema. Derecha e izquierda untadas y pringosas, solícitas, todo por el voto. James Dean hecho un Jorge Sanz y los Paradores de Turismo viendo crecer a su alrededor las torres de hoteles horteras. No te lo perdonaré nunca, plan Pond's.

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