Supongamos que los sondeos detectasen en Portugal una clara mayorÃa a favor de su asociación con España en una Confederación Ibérica con forma de Estado, como sugirió José Saramago. Supongamos que vanguardias de la sociedad civil, grandes empresarios, medios de comunicación y lÃderes polÃticos significados iniciaran un proceso de movilizaciones sociales a favor de una consulta popular sobre ese particular. Supongamos que allà se salvaran los escollos jurÃdicos o constitucionales, y la consulta se llevara a cabo. Y supongamos que un 65% de los portugueses votase que sà a dicha propuesta.
Imaginemos que, entonces, las fuerzas polÃticas españolas mirasen con desagrado esa decisión de los portugueses, y se negaran a considerarla por no querer compartir decisiones de rango constitucional con los vecinos. Ya lo sé, serÃa un lamentable error, pero es una respuesta posible. TendrÃamos en ese caso una clara y rotunda reivindicación nacional (portuguesa), democráticamente expresada, que no serÃa atendida: una alta concentración de población dentro de un territorio definido (Portugal) querrÃa compartir toda la penÃnsula ibérica con los españoles, y éstos preferirÃan mantener la segregación, frontera de por medio. Una legÃtima aspiración democrática carecerÃa de cauces para hacerse realidad.
La secesión plantea un problema similar (aunque inverso). Si hemos de suponer que una mayorÃa de residentes en Cataluña quiere dejar de compartir el territorio catalán con el resto de españoles, y asà lo decidiera democráticamente, todavÃa faltaba convencer al resto de los españoles afectados. Ardua tarea, por cierto, porque unos se opondrÃan para fastidiar, y otros por no querer perder el componente catalán de la España que les gusta.
Es una cuestión de 'sujeto', verbo y predicado. El verbo (independizarse, confederarse, asociarse, anexionarse) y el predicado ('de España', 'a España', 'con España') pueden estar claros, pero el sujeto es el problema. En polÃtica, o mejor dicho, en democracia, las decisiones han de ser tomadas, según su contenido, por un sujeto definido, que no es cualquier mayorÃa. La mayorÃa del barrio no puede condicionar el urbanismo de la ciudad; la mayorÃa (incluso inmensa) de extremeños no puede acordar la vigencia de la pena de muerte para los asesinatos cometidos por o sobre extremeños en Cáceres y Badajoz; la mayorÃa de los catalanes no puede alterar las fronteras de España. No se trata de prohibiciones impuestas en una relación jerárquica o de dominio, sino de una por lo general razonable distribución del poder.
Eso es, entre otras cosas, una Constitución: un pacto sobre el sujeto (y los sujetos). Artur Mas lo sabe, y por eso jamás ha amagado con una proclamación unilateral de la independencia de Cataluña, que serÃa un corto viaje a ninguna parte. Una mayorÃa de un territorio no es sujeto para cualquier cosa que tenga que ver con ese territorio: tampoco para dividir la comunidad territorial de un Estado y quedarse con un lote en exclusiva. España no es sólo un objeto a repartir o compartir, también es un sujeto.
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by Bartolomé Rivas Castro