Vender un riñón.

Pensemos despacio cuál es la razón por la que nos escandaliza que se compre y se venda un riñón o un trozo de hígado. Porque nos escandaliza, claro que sí, conocer los detalles de la trama de comercio de órganos humanos que se ha desmantelado. "No se puede comerciar con el cuerpo humano", es una máxima que parece sabiamente grabada en nuestro genoma cultural. Pero, ¿por qué?
 
No es difícil imaginar a algún filósofo (?) provocador, o a algún economista argumentando que debería liberarse el mercado de órganos. Comenzaría diciendo que, por supuesto, no se obligaría a nadie, y que habría que preservar las condiciones de libertad de un pacto de cambio de órganos vivos por precio. A continuación diría que nadie en sus cabales vendería algo de lo que dependiera su supervivencia, y que por tanto la venta de un riñón sólo se produciría si el vendedor apreciase más el dinero que recibiría que su riñón,  y si el comprador apreciase más el riñón que el dinero que habría de pagar. Si se puede donar sangre, ¿por qué no se permite venderla? El mercado asignaría eficientemente los órganos humanos no imprescindibles para sobrevivir (médula, riñón, quizás un pulmón, parte de órganos regenerables, la córnea, la lengua, un trozó de fémur, etc.). ¿Por qué impedir el trato a alguien que, libremente, prefiere solucionar sus problemas económicos y los de su familia a vivir con dos ojos o dos riñones?. Si el filósofo o el economista, además de cafres son cínicos, entonces añadirían que al fin y al cabo es mejor para la especie humana prolongar la vida de los ricos (que han demostrado valía al triunfar con sus negocios y acumular riqueza), que conservar la vida o salud de los fracasados, es decir, de los pobres.
 
Afortunadamente estamos lejos de aceptar semejantes barbaridades. Estamos todavía en disposición de entender que hay cosas que deben seguir siendo res extra commercium, es decir, cosas no susceptibles de ser objeto de contratos; cosas que uno recibe al nacer y las recibe para siempre, sin valor de cambio, sólo con valor de uso. Se pueden donar órganos para después de muerto, se puede donar sangre en vida, pero no se puede comprar y vender el cuerpo humano ni sus partes ni siquiera aunque de manera completamente libre dos personas lo deseen, uno para obtener salud y otro para obtener dinero. ¿Se imaginan a los agentes e intermediarios componiendo ofertas y demandas, y poniendo en contacto a cambio de una comisión a quienes buscan cuerpo y quienes lo ofrecen por dinero? ¿Se imaginan una subasta para ver quién da más por una médula de un hombre sano de 35 años de raza blanca y buenos hábitos alimenticios?
 
No se lo imaginan, porque es algo contra natura. Va contra el suelo cultural que pisamos. Y está bien que sea así.
 
El problema es que con el tiempo hemos acabado aceptando cosas demasiado parecidas que ya apenas nos escandalizan. Por dinero muchos trabajadores venden toda la energía, todo el tiempo, toda la capacidad de trabajo,  de manera que el "vendedor", a cambio de un salario, se queda sin fuerzas para otra cosa que no sea descansar para poder seguir trabajando. Por dinero se aceptan trabajos insalubres, perjudiciales con certeza para la salud, sin que la legislación sea capaz de imponer forzosamente gastos en medidas de salud y seguridad en el trabajo suficientes. Por dinero demasiadas mujeres indigentes entregan sus entrañas a hombres horribles que ya no saben seducir pero todavía tienen ansias. Por dinero se vende intimidad, se vende honor, se venden hijos.
 
¿Qué tiene un riñón que no tenga la dignidad que tantas veces se compra y se vende?
 
Cuando más civilizada es una sociedad, más nítidos tiene los confines del mercado.
 
 

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