Un ejercicio de sinceridad.

No soy feminista, creo, pero simplemente porque soy lento.

Lento de reacción: las cosas van creciendo a mi alrededor, y tiendo a conservar la "estructura" del espacio que aprendí con independencia de lo que cada parte lleve dentro. Hay espacios que nacieron para mí como importantes y que se están quedando vacíos, pero ocupan el mismo volumen intelectual; y viceversa: otras cosas se van agolpando hasta no caber en el pequeño rincón en el que nacieron. Eso me pasó con el ecologismo, también ahora con el feminismo: crecen desde un espacio marginal en mi composición de la realidad.

Me atrevería a decir, en un ejercicio de sinceridad, que mi manera de reaccionar ante el feminismo fue muy parecida a la de mucha gente de mi generación, aunque otros hayan sido más rápidos, y otros aún más lentos.

De jóvenes vivimos con naturalidad el vuelco legal que equiparaba jurídicamente a hombres y mujeres, acabando con las expresiones legales de un explícito y consagrado modelo patriarcal,  suprimiendo rotundas discriminaciones que en seguida nos parecieron ridículas e incomprensibles, como la atribución de la dirección de la familia al varón (padre/marido) en exclusiva, la restricción de la capacidad de obrar de la mujer casada, su obligación legal de obedecer al marido (art. 57 código civil) y de seguirle donde quiera que vaya (art. 58),  la despenalización del delito de adulterio que sólo castigaba a la mujer casada (y a su amante) pero no al marido, o la derogación de aquel tan expresivo artículo 321 del código civil, según el cual, pese a que la mujer alcanzaba la mayoría edad, como el varón, a los 21 años cumplidos, "las hijas de familia mayores de edad, pero menores de veinticinco años, no podrán dejar la casa del padre o de la madre en cuya compañía vivan, más que con licencia de los mismos, salvo cuando sea para contraer matrimonio o para ingresar en un Instituto aprobado por la Iglesia". Aquellos cambios legales seguramente vinieron precedidos de empujones, y cuando llegamos nosotros ya parecían absolutamente naturales. Entendimos, también, aquel discurso según el cual la igualdad legal no equivalía a igualdad real, y la idea de "discriminación positiva" que hiciera de compensación a la desigualdad de oportunidades.

Pero la clave es que yo no necesitaba el feminismo, porque soy varón. No tenía objeciones intelectuales, pero consideraba que bastaba una buena actitud y un poco de tiempo para que la mujer alcanzase el plano de equiparación con el hombre en cuanto a oportunidades laborales, protagonismo social, libertad de elección del rol y tipo de vida, etc. También es cierto que mi ambiente profesional, el universitario, fue uno de los primeros en los que la mujer adquirió protagonismo por sí misma. Los movimientos feministas me parecían exagerados, muy cargados de énfasis, vistosos pero innecesarios. De vez en cuando, sin embargo, me veía en conversaciones, leía libros o veía películas en que se profundizaba en la cuestión y atisbaba la sensación de "barrera" con la que muchas mujeres se han ido topando, pero todo eso no me hacía feminista, sino sensible y  "comprensible" con el feminismo. Soy lento. Empecé a ver mujeres guardias civiles, mujeres taxistas, candidatas electorales, mujeres científicas, mujeres que libremente decidían si priorizaban su profesión frente a la presión de su entorno para cumplir otras funciones, mujeres que ya no eran una anécdota, sino que formaban parte de la categoría, y cada cosa me parecía natural, pero sobrevenida: simplemente algo a lo que no cabía objeción, pero que venía de un impulso en el que creo que yo apenas participé.

Soy lento, y reconozco que lo que más me acerca al feminismo no es la proclamación feminista, sino la reacción machista. No soy feminista, pero la crítica (de hombres y de mujeres) al feminismo me acerca a ellas. Y, poco a poco, me acerco con simpatía a un feminismo transversal serio, del que no me importa su radicalidad, aunque ciertamente no me entusiasmen todas sus pancartas militantes, seguramente porque no las necesito, porque yo no juego en desventaja y porque si miro atrás debo reconocer que ser varón me ha dado ventaja. No es que quiera conservarlas, es que las he tenido.

Ahora tengo dos hijas y un hijo. Juraría que se han educado en un ambiente de igualdad, y veo que ellas van adquiriendo "conciencia de mujer". Y me gusta. De aquí a diez años soy capaz de ir debajo de la pancarta, pero seguramente entonces habré llegado tarde.

5 Respuestas

  1. Espejito, espejito lindo, dime que soy el más bueno, aunque no me mueva!

    Caminante no hay camino se hace camino al andar… pero si no andas nunca llegarás porque ningún camino tendrás!

    Si piensas como juez nunca sentirás como persona.

    Tu insensibilidad es patente pues el feminismo no es doctrina, sino sentimiento.

    ¡Léete y piensa!

    ¡Mulgere Hircum!

    Tu fiel seguidor…

    • Aramis, le recomiendo la lectura de “La remasterización del pensamiento”, de J.H. Sellhögebeist. Son veintisiete volúmenes. Le tendrá ocupado, pero le será de más provecho.

      • ¡Mon Dieu que lio!… recuperar el sonido original de mi pensamiento para mejorar la calidad de su imagen (remasterizar)… y en 27 volúmenes, sin ninguna mesa de mezclas de sonido… (a pelo!)… y además siguiendo las recomendaciones de tan detallado autor de nombre ignoto; el ilustre «J.H.S ellhögebeist»… ¡ Mon Dieu qué simbología J.H.S…!

        Hay que reconocer que creando personajes debería usted apartar la pluma del ímpetu subconsciente y ajustarlos más al guión del empeño.

        Al fulano no hay forma de encontrarlo, pero le recomiendo que lo busque en google porque los robots ya lo asocian con nosotros en un triangulo dramático J.H.Sellhögebeist, Miguel Pasquau y Aramis… jajaja.

        Divertida consecuencia de una recomendación en la que se respira cierta irritación maliciosamente irónica, por cuanto no resulta creible que un jurista afamado y novelesco conozca 27 volúmenes de algo que ni siquiera sabe si son libros o cintas de video…

        Ahora bien… lo del J.H.S ha sido todo un divertido bingo freudiano que bien ilustra la metafísica teológica que en todo momento respira el balcón de los peligros kantianos en la apreciación de la realidad («asomarse es peligroso»… ¿por qué?…).

        Ya le vengo diciendo que lo único que me interesa del balcón son sus argumentos por cuanto su estudio muestran aspectos, para mi, relevantes del momento actual de España.

        Son pocos los juristas que publican y le aseguro que sigo a todos, no solo a usted. Cada uno tiene su perfil, pero sus argumentos y textos son muy especiales y de gran valor.

        No le critico por deporte, o pasión, y por mucho que usted pueda elucubrar le diré que mi interés es puramente académico; de rango epistemológico.

        No existe la persona lineal. Todo ser humano existe, al menos, en tres dimensiones y se maneja en numerosas discontinuidades polisémicas.

        El mito católico de las convicciones como modelo de verdad es un anacronismo arcaico; una impostura medieval.

        Lo más interesante de su post, es para mi, su idea de inmovilidad (a cámara lenta) frente a los presupuestos del feminismo descritos desde su propia posición de varón.

        Su texto es ciertamente honesto y sincero y ahí reside su valor. Es un texto introspectivo que muestra la fuerte inercia de sus convicciones (estructura del espacio).

        ¿Acaso no es el catolicismo un pensamiento antagónico del feminismo? Hay numerosos hechos facticos que así lo demuestran; la mujer es un ser secundario en la Iglesia. Todavía a dia de hoy son las monjas las que hacen y sirven la comida en la residencia de curas del Obispado de Córdoba. Doy fe del hecho en Córdoba porque lo he visto yo mismo, aunque mis amigos curas me dicen que es una pauta habitual en España…

        La cuestión es la siguiente; si tuviera que elegir entre Dios y su hija ¿a quién elegiría?

        Es una pregunta honesta pues es el gran dilema que plantea el feminismo.

        La gran fuerza que vimos ayer en las calles de España

        Yo lo tengo claro. Sin la menor duda elegiría siempre a mi hija

        ¡Eppur si muove!

  2. Lo bueno es aprender y defender lo que es justo. A mí me criaron en un ambiente donde me dejaron desarrollarme como persona, siendo mi padre un hombre muy machista por la edad. Aceptó a sus hijas y gracias a su inteligencia las valoró en función de sus capacidades, nunca le oí decir no puedes, al contrario. Me animaba, luchaba conmigo para que pudiera llegar a ser. Es la mejor lección que me dieron mis padres. Lo que tú quieras lo podrás ser. Todo el mundo puede aprender y eso es lo que te hace grande

  3. La verdad, yo soy un machista integral, proverbial, resuelto, y me pongo de mala láctea por la decadencia del diálogo reflexivo que nos está tocando vivir en esta época. Veo a manadas de majaderos y majaderas politizar conceptos sociológicos, humanos, como machismo y feminismo, y pierdo los papeles. Y me entero de que una Fundación supuestamente feminista cercana al PSOE ha recibido 14 millones de euros en los últimos 4 años y mis amigos me amenazan con llamar a la Policía Municipal si no me calmo. Sólo me calma la poesía.

    “Hombres necios que acusais
    a la mujer sin razón,
    sin ver que sois la ocasión
    de lo mismo que culpais. “

    (Sor Juana Inés de la Cruz ).

    ¿ Qué es ser un machista integral, contertulio mío ? Mi madre tuvo el valor y la entereza de tener y criar nueve hijos, de ellos, cuatro hijas preciosas. Tengo la mujer más guapa y con más carácter que había en Jerez de la Frontera, y nos dominamos mutuamente. Y cuando voy a los toros a la plaza del Puerto de Santa María, en Agosto, le digo al pella de mi cuñado: para un momentito, hombre, vamos a disfrutar de la belleza gloriosa de las mujeres que llegan, elegantes y con un tostado de piel morenaso que les ha regalado sin IVA el viento de poniente:

    “ ¡Asómate a mi, que soy una torre ¡
    Asómate a mi; soy aquella palmera
    de tu huerto, que latía contigo ¡
    ¡ Echa al aire mis campanas y mis palmas¡
    Yo soy tu panorama.

    (Carmen Conde).

    Como machista acérrimo, defiendo a las mujer con todas mis fuerzas y mi portentoso talento para que consigan lo que todo ser humano debe tener: igualdad jurídica entre hombres y mujeres; igualdad en el acceso a la educación; igualdad en los derechos laborales, con potente sistema sancionatorio para los empresarios que discriminen; igualdad en el derecho a equivocarse en todos los ámbitos de la vida.

    Soy un machista concéntrico, ortodoxo, pero jamás le diré a una mujer:

    “La noshe del aguasero
    dónde estuviste metía
    que no se te mojó el pelo”.

    “Te tengo comparaíta
    la mujer con el caballo,
    que es menester darle espuela
    pa quitarle los resabios”.

    (Bulerías cortas de Pedro Sánchez Perez Gomez Alvarez).

    Las mujeres, como los hombres, son un hallazgo maravilloso, y punto. Y deben respetarse mutuamente. En la vida hay machistas estúpidos, como hay tenderos ladrones y banqueros golfos y reventadores de cajeros y asesinos de mujeres y obispos maricas y feministas ortopédicas. Hay que luchar por la igualdad de la mujer en determinados ámbitos laborales, universitarios, empresariales, etc. pero con medidas legislativas y sin involucrarlas en una grosera lucha estrictamente partidista.

    Como soy un machista razonante, siempre he deseado que una mujer me dijera:

    “ Hay besos que pronuncian por sí solos
    la sentencia de amor condenatoria,
    hay besos que se dan con la mirada
    hay besos que se dan con la memoria”.

    (Gabriela Mistral).

    Pero si hay una mujer de una pieza, a la que humildemente admiro, es aquélla que dijo:

    “ Vivo sin vivir en mí,
    Y tan alta vida espero
    que muero porque no muero”.

    Seguro que sabeis quién es.

Deja tu comentario

Los comentarios dan vida al texto y lo pone en movimiento.