¿Tanto importa el Consejero?

Sería fácil escribir un texto denunciando la torpeza comunicativa de quienes al menos hasta esta noche han sido los máximos responsables encargados de gestionar la crisis suscitada por el contagio de Ébola en España. Sería fácil pedir la dimisión del Consejero de Sanidad de Madrid, destacar lo indecente (o como mínimo lo insolente) que resulta que acaso para salvarse a sí mismo quisiera desviar la atención hacia los posibles errores de la enferma en la gestión de su propia enfermedad. Sería fácil y quizás divertido recordar cómo el PP en la oposición, en cada crisis (por una nevada intensa y el subsiguiente colapso del tráfico, por la gripe aviar, por la huelga de controladores aéreos, por un atentado sufrido por soldados españoles en el exterior, por una saharaui en huelga de hambre, por el rescate de españoles secuestrados por piratas, por un desplome financiero) acechaba hasta encontrar la diana en la que cebarse, procurando asociar cada mala noticia con las siglas del partido que gobernaba.
 
Pero lo que quiero decir es justo lo contrario.
 
Lo que me apetece decir esta noche es que estamos enfermos, y no precisamente de Ébola. Que nos va la vida en que dimita un Consejero a quien hasta ayer no conocíamos, como si así ya todo volviera a ponerse en orden. Que tardaremos poco tiempo en llamar al Gobierno "asesino" por haber repatriado a dos españoles infectados por Ébola. Que nos encantan las crisis políticas, provocar avalanchas desde pequeños polvos de culpa, hasta generar ese ambiente de drama y agonía, de teletipos y ruedas de prensa, que tanto nos excita.  Que necesitamos a toda costa encontrar culpables para así tener ya cerradito el retrato de la realidad y poder contemplarlo con la dosis justa de indignación que nos deje confortablemente en el lado bueno de la película.
 
Me importa decir que en este país nos pasamos la vida buscando la culpa (ajena), y que somos expertos en encontrarla. Que nos apasiona la culpa, sí,  acaso como un reflejo de la Inquisición tan española. Que no hay pregunta que nos interese más que la de quién es el culpable. Que estamos siempre dispuestos a tirar la primera piedra para que nadie dude de nuestra virtud. Que estamos incapacitados para contemplar serenamente las cosas, para asumir la perplejidad. Que nos da miedo no saber identificar el elemento podrido. Que necesitamos algo tan rudimentario como un chivo expiatorio, para quedarnos tranquilos.
 
Hará bien la oposición en analizar con perspectiva lo sucedido y presentar en su momento, sin prisas ni compulsión, el pliego de cargos y las demandas de responsabilidad política, porque para eso está. Pero mientras tanto, entre nosotros, hablemos también de otras cosas. Salgamos de ese rincón pequeñito alimentado con codicia de audiencias por los medios de comunicación. Detengámonos en la información científica sobre el Ébola, si nos interesa. Miremos a África, donde a diario miles de sanitarios están exponiendo sus vidas para poner cerco a la enfermedad. Pidamos, sí, a los actuales responsables políticos que hagan lo posible por acertar y por explicárnoslo bien, pero no les demos tanta importancia. No la tienen. No tienen tanta importancia como la batalla que están librando los científicos y el virus, o como  la enfermera que esta misma noche está controlando la fiebre de Teresa y que ha decidido no ir nunca a un programa de televisión para contarlo. Hablemos y discutamos sobre los modelos sanitarios, de los recursos que queremos dedicar a la salud, de la investigación científica, de cómo unos están más protegidos que otros frente a las plagas y las pestes, de por qué nos da tanto miedo morirnos.
 
¿Tendré que aclarar que no escribo esto para proteger a ese Consejero de una dimisión ya inevitable?
 
 

2 Respuestas

  1. Anónimo

    Al fin una opinión sensata en medio de tanto revuelo.
    Y mis mejores deseos para Teresa.
    Otra Teresa

  2. Es cierto, donde debemos mirar es a África, ese continente olvidado en todas las cumbres serias de los poderosos. Ese lugar donde tantos equipos médicos de motu propio luchan minuto a minuto por tantas vidas en serio peligro. Vidas como las nuestras con tanto derecho a gozar de salud.

    Es indignante que los focos sigan enfocando a lo mismo y que sigamos tan ciegos, porque por ese camino nada cambiará y hace falta cambiar sociedades enteras. Formas de vida enteras. Conciencias enteras.

    Hacen falta sensatez e incomodidad ante lo que ahora mismo nos parece tan imposible de cambiar. Quizá un día se conseguirá, pero será sin la ayuda de esos medios que solo enfocan lo que no hay que mirar.
    Saludos

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