Syriza: razones y reacciones.

 
 
En un contexto de tanta información, tan rápida y tan desestructurada, es más fácil saber lo que a uno le indigna que lo que le convence. El rechazo es nítido y no requiere explicaciones, mientras que dejarse convencer exige algo parecido a un acto de fe, a menos que se trate de un asunto sobre el que uno ha hecho el esfuerzo de buscar información con la finalidad precisamente de formarse un criterio (que es mucho más que una opinión)
 
Así lo estoy comprobando con mis propias reacciones a la victoria electoral de Syriza en Grecia. Te puede caer bien Tsipras de aspecto, puede parecerte estimulante que un pequeño país proteste democráticamente contra un estado de cosas del que ha sido culpable su oligarquía en connivencia con aliados externos, y puedes incluso reconocer que en tu fuero íntimo deseas que en la batalla que el nuevo gobierno griego va a librar con la realidad consiga algunas victorias nítidas. Pero a mí me costaría dar razones o explicaciones. Encuentras un artículo por allá, un tuit por acá, un comentario o una estadística que refuerzan esa "opinión", pero no sirven para tener formado un criterio si eres honesto contigo mismo, porque hay muchas cosas que no sabes, de manera que una página 'sepia' de un periódico económico puede ponerte en duda: quién sabe si la austeridad esconde razones que la razón no entiende; quien sabe si lo tuyo son prejuicios caducos; quién sabe si tu ignorancia sobre cómo funciona "la realidad" es la causa de tus torcidas opiniones...
 
Por eso optamos por aferrarnos a las evidencias de lo que nos suscita rechazo. No digo un rechazo visceral, me refiero a un rechazo de ingredientes más nobles: intelectual, político, ético, estético. Y si hoy tengo algo más de alegría por la victoria de Tsipras que ayer no es, desde luego, por cómo lo han celebrado algunos aquí (como si fueran los artífices de la victoria, o sus patrocinadores), sino por cómo han reaccionado otros: diciendo que la demagogia no sirve para pagar la deuda, que los brindis al sol de la izquierda son el opio del pueblo, o que en dos telediarios Tsipras va a reducir su programa a un retórico maquillaje de lo inevitable.
 
Sepan quienes utilizan el discurso de lo inevitable o de lo necesario que cada vez que lo pronuncian insuflan más ganas en la gente de pronunciar la palabra justicia, y de esgrimirla con rabia. Sepan que el "no hay alternativa" es un acicate para buscarla. La historia bíblica de David y Goliat está muy asentada en nuestra educación sentimental, y es imposible desterrarla para siempre. Y hoy es difícil sustraerse a la sugestión de que Syriza es David, aunque no sepamos bien quién es Goliat.
 
Sabemos que el poder político está limitado no sólo por las leyes de la naturaleza, sino también por la concurrencia con otros poderes que saben defender sus intereses. Sabemos que el espacio de la política es mucho más reducido que el espacio de la retórica. Pero también sabemos que la resignación es peor camino que la voluntad, y que si el poder político está tan presionado y constreñido, no está mal que también sienta la presión del descontento de la gente. Así la resultante de tantas fuerzas podría, acaso, variar en algo su trayectoria. Esa es una de las bazas que aún le quedan a la democracia: castigar electoralmente al dirigente que se ha convertido en el "hombre del tiempo", como si la política fuese cuestión meteorológica: saquen los paraguas, que va a llover.
 
Syriza es muy poca cosa. Me cuesta sentir entusiasmo, ni pronunciar la palabra esperanza. Sus propuestas, en lo sustancial, necesitan un radio de acción que como mínimo es europeo. Para corregir sensiblemente la realidad harían falta otras muchas Syrizas, y aún así, dada la globalización de los mercados financieros,  estaría por ver en qué medida es posible un crecimiento sin el tubo de escape de la injusticia, es decir, de la devaluación salarial, del adelgazamiento de las políticas sociales y de los recortes en las políticas tendentes a la igualdad de oportunidades. Pero esgrimir estas dificultades como si fueran el Primo de Zumosol e invocar el argumento de lo inevitable frente a quienes aspiran a tener poder para intentar enfrentarse a ellas, provoca un cada vez menos contenido deseo de que la piedra de la honda siga la trayectoria precisa hacia el agujero con el que no habían contado, que no es por fortuna la revolución, sino la democracia.

2 Respuestas

  1. Lo que mencionas como primer problema se llama inflación informativa. Pienso que dentro de años habrá estudios serios sobre esto. Te animo a ir en bus o tranvía y observar.

  2. Sí. Y frente a eso no hay más defensa que ser capaz de elegir las fuentes, distinguir y discriminar. Algo muy importante a lo que no sé si enseñan en los centros educativos. Este habría sido un componente útil de aquella "Educación para la ciudadanía"…

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