"Vivir sin miedo a morir, para morir sin perder la vida". Esa es la frase exacta. La salvación está en la manera de vivir, no es fruto a cobrar en otra vida. Aunque haya otra vida, que "ni el ojo vio, ni el oÃdo oyó" (es decir, que no podrÃamos imaginar), habrÃa que ir resucitando ya en ésta. Vivir sin miedo, morir viviendo. El miedo a la muerte limita, ciñe, acorrala, descorazona, disuade, sojuzga, cuenta y mide, va ocupando tu casa como el ruido de "Casa tomada" en Cortázar, hasta que te deja sin espacio. Si la muerte invade tu vida, estás muerto antes de morir. Cada vez que te entregas al dÃa de hoy, a cada momento, a cada afecto, a cada prójimo, a cada oportunidad, estás salvando tu vida de la muerte.
Los evangelios hablan de una resurrección fÃsica de Jesús, y de una experiencia de resurrección en los seguidores de Jesús. El episodio del sepulcro vacÃo es discreto, está narrado con lenguaje moderno: nadie lo vio resucitar, vieron el vacÃo del sepulcro: lo que se pone delante del lector no es un prodigio, sino un misterio, casi con pudor, aunque luego se añada a la escena, como si fuera una explicación a pie de página, al ángel que dice que no lo busquemos entre los muertos porque ha resucitado. Luego está la narración de unas esotéricas "apariciones" que cuesta creer como acontecimiento histórico: quizás lo que sucedió es que sus seguidores, abatidos por la muerte del lÃder, sintieron en algún momento, individual y colectivamente, que todo habÃa tenido sentido, y se levantaron para construir una iglesia. Seguramente quienes resucitaron fueron los discÃpulos, y eso tiene sentido celebrarlo: la iglesia, las iglesias cristianas, son el resultado de aquella resurrección. Que además haya salvación escatológica (otra vida), serÃa magnÃfico, pero no es imprescindible para que tenga sentido vivir con cierta capacidad de entrega a lo que te rodea.
Mientras tanto, desocupemos nuestra casa, nuestra existencia fugaz, del miedo a la muerte.
A veces alguna muerte nos marca de tal manera que nos obsesionamos. Después la vida pasa de un modo tan vertiginoso que no queda tiempo para pensar en algo como la muerte, porque si lo pensamos bien es lo único que no tenemos que planear, nos lo dan hecho; suficiente motivo para pensar en vivir, que es eso lo que cuesta 🙂
Saludos