Realidades y discursos.

Llega siempre un momento en el que la realidad puede más y es más elocuente que los discursos que procuran interpretarla. Se pueden poner diques y abrir cauces que frenen, conduzcan, embalsen o deriven las aguas, se puede confeccionar un relato que ordene interesadamente los elementos de lo que ha sucedido, pero hay olas y mareas, crecidas y estiajes que son más fuertes que cualquier ingeniería.

Es normal que hayan proliferado discursos para endosar a los otros la culpa de una nueva convocatoria electoral, porque la percepción popular de esa "culpa" va a ser uno de los ingredientes de la decisión de voto el 26-J. Esa culpa, sin duda, está repartida entre las tres formaciones que tenían posibilidad real de condicionar mayorías: PP, PSOE y Podemos (los 40 diputados de Ciudadanos eran aritméticamente prescindibles para cualquier fórmula, luego nunca dependió de ellos que hubiera o no elecciones), porque no han tenido imaginación para crear escenarios diferentes a los de partida. Pero no podemos engañarnos: las cuotas de culpa no son homogéneas. Por encima de los relatos, queda la realidad "contable" de que el único partido que tenía llave para abrir (más de) una puerta de Gobierno posible, prefirió tirar la llave al mar. Me estoy refiriendo, obviamente, al PSOE.
 

El PSOE se ha pasado cien días preparando un discurso, y tengo la impresión de que la realidad se lo ha destrozado en un día. El discurso consistía en que ellos lo han intentado y que la intransigencia de los demás ha impedido un gobierno "de cambio y reformista". La realidad, hoy, es que la principal prioridad del PSOE no era un cambio de gobierno: era más importante para ellos no gobernar con la izquierda. Creo que es irrebatible: el PSOE podía haber aceptado una fórmula de gobierno como la que ha propuesto Compromís, parlamentariamente posible, y que ni siquiera incluía el condicionante del referéndum en Cataluña (una línea roja respetable impuesta por el Comité Federal), y ha preferido nuevas elecciones. Lo que significa que su prioridad no era desalojar al PP del gobierno: eso sería un "mal menor", frente al "mal mayor" de un gobierno de coalición con Podemos, confluencias, Compromís e IU que le habría investido presidente, con el PP en la oposición. 
Quede claro que el PSOE tiene derecho a considerar la coalición con Podemos un mal mayor, ya sea por incompatibilidades programáticas o por estrategia de supervivencia, Pero entonces ha de quedar claro también que su discurso se ha derrumbado: ¿con qué argumento puede exigir a los demás que renuncien a sí mismos (o a su propia estrategia) con tal de "desalojar al PP" del Gobierno?  Eso se acabó, como se acabó lo de la pinza, a menos que nos convenzan de que es una norma de Derecho natural el que cada vez que el PP no tenga mayoría absoluta, la obligación de todos los demás es apoyar incondicionalmente al PSOE.
El PSOE ha optado por la equidistancia: tan lejos está de Podemos, como del PP. Y ha proclamado que está más cerca de C's que de Podemos. Y de ahí no se ha movido. Los demás apenas tampoco, eso es cierto: pero ¿por qué habría el PP de apoyar a quien decía que la prioridad era mandarlo a la oposición? Y ¿por qué habría de apoyar Podemos un pacto de Sánchez y Rivera que incluía como cláusula esencial que no habría ministros de Podemos?  Lo diré una vez más: aquel pacto "bonito" y cómodo (por poco comprometido) no podía tener como objetivo formar gobierno, sino todo lo contrario: se trataba de decir "no" a la propuesta de Podemos de gobernar en coalición sin que pareciese que era el PSOE quien decía que no. La realidad fue que se frustró un gobierno posible; el discurso fue que se intentaba y que una pinza lo hizo imposible. Pero esa estrategia tendrá consecuencias difíciles de gestionar: en la nueva campaña al PSOE sólo le quedan dos alternativas: o procura convencer de que es posible sumar una mayoría absoluta con C's en la nueva legislatura, o rectifica, reconoce su error, y se muestra proclive a facilitar un gobierno con el PP o con Podemos. De lo contrario, será percibido como un estorbo, y los votantes no fieles se verán tentados a "cualquier fórmula" que haga más posible un gobierno; un sector votará a C's, para que con el PP pueda conformar mayoría suficiente; otro se irá a la izquierda, para aligerar el peso muerto de un grupo parlamentario paralizado en sus miedos. 
Nada de ello parece perturbar al PSOE del sur, instalado en la comodidad del poder, al que sí le sirve el discurso. A menos que la realidad cambie algún día tanto, que tampoco en el sur el PSOE pueda alcanzar mayoría con Ciudadanos. En ese caso, poder obliga, es muy probable que vuelvan a mirar a su izquierda, igual que en época de escasez se acuerda uno de las reservas del desván. El problema es que la escasez de poder socialista ya es congénita en el centro y en el norte de España. De ahí que otra posible salida al lío sea que el resto del PSOE le diga ya al del sur que o juegan todos, o rompen la pelota. Y jugar es aceptar la realidad y decidirse a pasar la pelota, ya sea al pacto con el PP o al pacto con Podemos. Lo demás son discursos.

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