Pienso en el lunes. Qué bueno que los días tengan siete formas de llamarse. Dices "lunes", o dices "viernes", y las formas del día se alinean de manera diferente. Hoy es lunes. Un perfecto lunes de invierno. Está lloviendo agua fina, más bien polvo de agua, que se ve mejor en los tejados y en la calzada que en el aire. Las radios han recogido el hundimiento de dos Titanic: el monstruoso Goliat mediterráneo doblando la cerviz, abatido por la honda de un pequeño David submarino, y Manuel Fraga, un inmenso político que tenía la virtud de enseñar a las claras sus defectos, sin cobijarse en máscaras confeccionadas por sociólogos de pago;  un ministro de la dictadura que supo en seguida que no había más opción que la democracia. Que yo sepa, de aquellos tiempos ya sólo queda Carrillo.
El primer café disipa de pronto el estado de espíritu del domingo por la noche, que generalmente nos proyecta hacia atrás, como si los domingos hubiese un instante, en torno a las ocho, en que el tiempo levita, dejándonos a merced de un aire desordenado de evocaciones pegajosas, sin más margen que la misa, el partido de fútbol y los últimos deberes, porque ir al cine en domingo es triste.
Luego del café, las agendas: para entonces, el lunes mira ya hacia adelante. La semana ha comenzado. 

1 Respuesta

  1. Como ama de casa te diré que para mí prácticamente todos los días son iguales, puesto que me esperan con lo mismo que hacer. Y que casi prefiero la semana, que me da la mañana mucho más relajada. Raro pero es tal que así 😉

    Respecto al hundimiento del crucero, los tiempos cambian: algunos capitanes abandonan primero. Tal pareciera que eso de ser el último queda para los valientes. Qué mundo este.
    Saludos

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