Las dos almas del PSOE

[Artículo publicado en la revista CTXT el 29/12/2015, puedes leerlo en su formato original aquí.]

El Partido Socialista es la llave, y las demás formaciones importantes son puertas. ¿Optará por un gobierno de o con el PP, por un gobierno con Podemos, o tirará las llaves al fondo del mar y forzará nuevas elecciones?

La democracia es un método cuantitativo para la toma de decisiones políticas. Los números, por tanto, importan. Y lo que llamamos aritmética parlamentaria no es sino un conjunto de fórmulas posibles de traducción de la voluntad popular. Vale más eso que buscar los augurios en las entrañas de los animales, o los oráculos dictados por dioses caprichosos con el lenguaje del viento.

La aritmética parlamentaria, y por tanto la voluntad de un pueblo, ha dictado un veredicto paradójico: el PSOE obtiene un resultado muy inferior al que hace poco se consideraba el suelo de su sótano, y sin embargo es el único que puede decidir, salvo hipótesis de estrambote. Todas las opciones posibles de gobierno y de orientación de la Legislatura pasan inexorablemente por los 90 diputados del PSOE. Sin el PSOE no hay coaliciones posibles: su "no" impedirá cualquier fórmula natural de gobierno; su sí, en cambio, haría perfectamente posibles dos alternativas: o bien un pacto con el PP (acompañado o no de C's y PNV) o bien un pacto con Podemos (acompañado o no por IU, ERC, PNV y DL). Tertium non datur. Por tanto, como primera conclusión, es el PSOE, y sólo el PSOE, el que tiene que decidir si hay Legislatura o si hay elecciones en primavera. Si de la aritmética pasamos a la geometría, entonces diríamos que el PSOE ha sido situado, quizás a su pesar, en una posición de estricta centralidad parlamentaria, por primera vez en la España constitucional. Para ser más precisos, la línea que separa las dos mitades del hemiciclo del Congreso de los Diputados estará ocupada por diputados socialistas sin que ello se deba al desbordamiento de una mayoría absoluta, porque habrá muchos escaños a su derecha y a su izquierda de colores diferentes. Esto nunca había pasado y por eso las sedes de los partidos y las redacciones de los periódicos están agitadas.

El PSOE tiene el privilegio de decidir, pero ese privilegio sabe a condena. Es una decisión difícil, muy difícil, y aquí está su drama. Lo es por una razón sobre la que no se ha reflexionado lo suficiente: porque el PSOE tiene dos almas que han podido convivir más o menos confortablemente en el escenario del bipartidismo, pero que en una situación como la presente, con una mayoría insuficiente a su derecha y una minoría importante y significativa a su izquierda, acaso no puedan llegar a entenderse. Una es el alma del poder hegemónico (que ha ostentado mucho tiempo, y que conserva en el sur de España). La otra es el alma de la izquierda, o al menos la que sería capaz de entenderse con su izquierda no como muletilla para formar gobiernos, sino para forzar transformaciones más democráticas y sociales que hoy día se antojan "audaces" por las resistencias que opone el contexto económico y el establishment  europeo. La primera alma se siente confortable en un discurso conservador del marco actual, porque le permite acopiar poder en Andalucía, Extremadura y Castilla-La Mancha. La segunda está fuera del poder, o lo comparte con alianzas de izquierdas sin una posición de claro predominio, y necesita hacerse visible en una dinámica de cambio de verdad: o consigue esa visibilidad, o seguirá menguando hacia la insignificancia en Madrid, en Cataluña, en Valencia, en Euskadi, en Galicia, en Baleares, en Canarias, y pronto en Aragón y en Asturias.

Esta divergencia de espíritus atraviesa, como la mediana del hemiciclo, al PSOE como partido, igual que atraviesa a sus votantes, y es, probablemente, el quicio sobre el que se abrirán o se cerrarán puertas en esta Legislatura. Esta vez me parece difícil que haya aliño suficiente como para disimular la decisión que en poco tiempo han de tomar. Es posible que busquen algún burladero para disimularla (invocando, al mismo tiempo, su compromiso con la “unidad” de España y su “tolerancia cero” con la “indecencia” del PP), pero esos intentos durarán lo que tarden los líderes de las demás formaciones políticas en preguntarle: “Bien, entonces, ¿qué han decidido ustedes?”.

Ni la aritmética ni la geometría admiten círculos cuadrados. El Comité Federal del PSOE puede intentar una pequeña tregua con declaraciones políticas previsibles, fruto de una componenda interna demasiado transparente, pero ha de ser consciente de que desde fuera no se le está preguntando por sus señas de identidad política ni por sus promesas electorales, sino pura y simplemente si va a utilizar una llave u otra, de entre las que tiene el manojo que se ha puesto en su mano. El PSOE es la llave, y las demás formaciones importantes son puertas. ¿Optará por un gobierno de o con el PP, por un gobierno con Podemos, o tirará las llaves al fondo del mar y forzará nuevas elecciones?

Una de las resultantes de las elecciones del 20-D (no la única) es un perfil de socialista escorado a la izquierda, proclive a transformaciones "grandes" de carácter constitucional  (algo más que pinceladas federalistas y retórica social)  y (conjunción copulativa) capaz de entender el carácter plurinacional de España (de la “única España unida posible”, como alguien dijo) y sus consecuencias. Ese perfil, muy atractivo para buena parte de la ciudadanía y, al menos, para la mitad de sus votantes y exvotantes, podría concitar una mayoría suficiente de diputados, superior a su contrario, y correlativa a una mayoría de votos populares (sólo hace falta contar). Yo no sé si entre los diputados socialistas electos hay alguno que reúna con claridad ese perfil, aunque sí sé que es un perfil identificable en personas con autoridad moral que no están en el Parlamento (condición no indispensable, conforme a la Constitución, para ser presidente del Gobierno). ¿Se imaginan a un Solé Tura, a un Jorge Semprún como presidente de una Legislatura con vocación constitucional? Ya, ya sé que están muertos. Pero, ¿no parece muy probable que alguien con un perfil de esas características obtuviera el apoyo decidido de Podemos y ERC, y quizás también del PNV? ¿Podría oponer el PP alguna objeción democrática a esa mayoría? La paradoja es que quien acaso impediría ese gobierno socialista sería precisamente el propio PSOE. O mejor, la otra alma del PSOE, más proclive (legítimamente) a un entendimiento disimulado con PP y C's alrededor de la unidad de España, la estabilidad económica y algunas reformas institucionales de las que propone C's, aunque enfatizando diferencias en "lo social", que reservaría para su labor de oposición o para la obtención de contrapartidas por su apoyo a un Gobierno popular. Así que es el PSOE quien impide un gobierno del PSOE y se constituye en la principal oposición de sí mismo. Y es por esa razón por la que los focos, estos días, no están apuntando precisamente a las reuniones del presidente Rajoy en Moncloa, sino a las discusiones dentro de Ferraz.

Yo ya lo he entendido, y por eso estoy preocupado. El problema es que casi todas las legítimas divisiones políticas que tenemos los españoles son, también, problemas internos del PSOE. El PSOE reproduce dentro de sí las tensiones entre izquierda y derecha, entre el jacobinismo y la plurinacionalidad, entre la conservación del poder y la transformación del poder, entre el centro y la periferia, entre el norte y el sur, entre la seguridad y la libertad, entre 1978 y 2016. Es cierto que esta vez, para su desgracia, el PSOE es “el partido que más se parece a España” (¿se acuerdan de aquel brillante lema que aupó a Zapatero en 2004?). Se trata, en definitiva, de una tragic choice, de un problema de definición del PSOE. Si es capaz de decidirse, habrá Legislatura, pero quedará herido. Si no es capaz, habrá elecciones, pero no parece que entonces el PSOE pueda atreverse a pedir un voto “útil”.

Quedamos a la espera.

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