“Texto en una libreta”

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Cortázar debió pasar muchas horas de su vida en el metro: el de Buenos Aires y el de París. Lo imagino observando, atento a cualquier indicio de relato, provisto de su "cámara literaria", esa que sabía torcer esquinas y colarse por trampillas para descubrir cualquier fantasía vestida de realidad o agazapada detrás de ella. Al menos dos soberbios relatos se ambientan en el Metro: "Manuscrito hallado en un bolsillo", y "Texto en una libreta", que acabo de releer.

Seguramente algún día vio a varios usuarios especialmente pálidos, reparó en que allí abajo todo transcurre de noche ("nada más falso y teatral que los chorros de sol que irrumpen de los tragaluces entre dos estaciones, o ruedan hasta la mitad de las escaleras de acceso a las estaciones"), y empezó a sospechar que había algunos pasajeros "distintos". Y, claro, ahí entra Cortázar.

El relato parte de un proceso oficial de cómputo de pasajeros de entrada y salida en el "subte" de Buenos Aires, con algunas incoherencias: un día entraron cuatro más de los que salieron, y otro, salió uno más de los que entraron. Cualquiera lo atribuiría a errores mecánicos o personales, pero el personaje de Cortázar asoció el dato con sus casuales observaciones que se convirtieron en un "sedimento de sospecha": "las dos cosas se asociaron instantáneamente y sentí que algo se coagulaba en extrañeza, casi en miedo". No paró, entonces, de viajar, mirar, observar y elucubrar, hasta llegar a evidencias inquietantes, propias de una obsesión corroborada con un mosaico de elementos que a los demás pasaban inadvertidos. Una obsesión que, como en "Casa Tomada", va ganando territorio, se expande y amenaza con hacerse con todo el espacio. Señales de acceso prohibido, movimientos o trasbordos extraños de hombres y mujeres de tez pálida, un hombre que cambia de corbata, la mirada de la quiosquera, o una mujer que pregunta en la cabina de teléfono, entre sollozos, por su canario, todo son elementos que se hilvanan con tanta meticulosidad como audacia.

Las conclusiones del narrador son brillantes. Todo cuadra con la misma exactitud con que el psicótico acaba entendiendo que una canción de éxito es un aviso de lo que le va a ocurrir inminentemente. Cada elemento corrobora lo anterior, y las hipótesis son irrebatibles. Se enfrenta a su propio miedo (el verdadero propulsor de su investigación), y acaba sabiéndose dueño de un secreto que vive en el subte, amenazante, imperceptible para los demás desaprensivos viajeros.

Debe revelarlo. Es su obligación, pese a las consecuencias que podría depararle. Él lo llama "informe". El título del relato lo rebaja a "texto en un cuaderno": el que llevaba cuando decide hacer una última corroboración... De la suerte final del narrador, sólo el título da algún indicio.

("Texto en una libreta" es un relato incluido en el volumen "Queremos tanto a Glenda", de la editorial Alfaguara, pp. 45 a 64, y está accesible en Internet. El único sentido que tiene esta reseña es recomendar su lectura).

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