Mayo es el patio del colegio, el del recreo, cuando los árboles eran de color verde brillante y una algarabÃa de niños se agitaba al compás de una naturaleza que parecÃa empezar por primera vez. Mayo es un mes grande, impetuoso, de los que marcan el ritmo del calendario, tras la espera de un abril liviano, amable, modesto, huidizo, que suele irse sin despedidas. Mayo recoge todo lo que en abril habÃa empezado sin darse importancia. Mayo sabe venderse, mayo es volcarse hacia afuera como un escenario dibujado para que los pájaros y las mariposas remuevan algo parecido a la alegrÃa. Mayo son las rosas abiertas, las amapolas pugnando con las margaritas, la tarde prolongada, la noche que no llega hasta horas nocturnas, los vencejos todavÃa recién llegados del sur que juegan al pilla-pilla y gritan, sÃ, igual que los niños en ese patio de recreo. Decimos "mayo" y ya no se trata de avanzadillas: ya la primavera  va en serio, se ha liberado de los últimos restos del invierno y busca el verano, la mitad del año, el fin del curso. Mucha, demasiada poesÃa ha caÃdo sobre mayo, untándolo de ripios, de un colorido excesivo y de flores a MarÃa, tanto como este párrafo que ha querido ponerse estupendo y primaveral. Pero debajo de mayo está mayo: un buen ramillete de dÃas abiertos con origen en la infancia, con recreo a todas horas, y con un final feliz: junio.

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Asà de sencillo y hay que ver cómo alimenta el ánimo.
¡Gracias!