Parece claro que los nuevos lÃderes se están gestando en las televisiones. La razón es evidente: la televisión procura una visibilidad que ya no dan los ateneos, ni los movimientos sociales, ni siquiera la vida cotidiana de los partidos que un dÃa casi lograron el monopolio de la polÃtica. Una hora de televisión equivale a años de estrategias, de reuniones, de campañas, de manifiestos y comunicados: suministra una audiencia inverosÃmil, desproporcionada. De alguna manera es un atajo: si alguien logra colocar una buena idea en una tertulia de máxima audiencia, está ya mejor situado que tantos ciudadanos que durante décadas vienen defendiendo causas en los pequeños territorios de las universidades, los movimientos culturales o las asociaciones reivindicativas: se habrá ahorrado un largo y penoso itinerario que suele conducir a la melancolÃa y al desánimo.
Eso tiene sus peligros, y tiene su virtudes. Hoy dÃa no sólo un periodista, un profesor o un economista, sino también un futbolista, un "famoso" o un cantante tienen, de entrada, un pedestal privilegiado para conectar con el pueblo de manera aparentemente inmediata. Si el pueblo, además, ha roto afectiva e intelectualmente con los cauces clásicos de la polÃtica, si tiene la sensación de que nada nuevo va a llover de los cielos de siempre, puede sentirse tentado de apoyar masivamente cualquier experimento que se presente como libre de las hipotecas y gravámenes propios del status quo. Incluso los experimentos populistas, que conectan con la gente por el lado del malestar y les propone banderas fáciles, como es la nación, o la seguridad, el "esto lo arreglarÃa yo en dos tardes", o incluso la horca. No es demasiado complicado construir un discurso que presente conquistas polÃticas y civilizatorias tan importantes como la Unión Europea, la representación parlamentaria, el principio de legalidad, la lucha contra la discriminación de minorÃas o las garantÃas de los acusados, como antiguallas que sólo sirven para dar vueltas y vueltas sin avanzar. Mucha gente se siente vÃctima, y no es fácil exigir a las vÃctimas que sepan identificar con precisión dónde están las culpas y los culpables de su (mala) suerte.
La televisión, pues, puede hacer de cuña que se incruste en los cerrados cÃrculos de formación de élites, y en ese sentido es una oportunidad. Puede que en el futuro inmediato ya no baste con la militancia en un partido para aspirar a ocupar puestos institucionales y de poder (generalmente bien remunerados), y que la polÃtica se vea invadida por fuerzas emergentes que no están dispuestas a pagar los aranceles de la docilidad y la inercia. Por ahà pueden irrumpir nuevas polÃticas que parecÃan utópicas, pueden hacerse "posibles" propuestas en las que casi habÃamos dejado de creer, e incluso pueden levantarse diques de protección del poder civil frente a quienes siempre han querido depredarlo al servicio de sus fortÃsimos intereses. Pero también es una amenaza, porque cambia los tableros de juego y son posibles las trampas, los populismos, las ocurrencias vistosas sin fundamento, la falta de memoria histórica.
No es, desde luego, indiferente, quién o quiénes ocupen esos espacios que necesariamente van a abrirse con las nuevas formas de hacer polÃtica. Por eso es importante el impacto que en la polÃtica española vaya a producir en los próximos años "Podemos". PodÃan haber sido otros, pero han sido ellos quienes se han situado en el escenario. Están ahÃ. El desprecio ya no sirve como estrategia. Es ineludible interesarse por el difÃcil y delicado proceso que van a seguir para convertir su telegenia y su atractiva espontaneidad en iniciativas institucionales más o menos influyentes. Merecerán atención las inevitables tensiones que se producirán en el momento en que no les baste con presentarse como distintos, y tengan que definir proyectos con opciones concretas, desde una base social tan absolutamente heterogénea. Habrá que ver cómo su impulso rectilÃneo sortea las inevitables curvas de las que está y debe estar hecha la polÃtica. Será interesante comprobar cómo van a reaccionar los partidos clásicos, cuando ya no les sea posible hacer como que los ignoran. Todo esto va a ser importante, y nos va a hacer pensar en los próximos tiempos.
No me gusta nada un tipo al que se le presenta una alternativa de la que dice que, si no triunfa, sus promotores deben "hacerse a un lado". ¿Ése es el sentido que tiene de la democracia? Seguramente. Es el mismo que tenÃa Leónidas Breznev. Cada vez estoy más convencido de que lo que han hecho Iglesias, Monedero y Errejón es montarse un chiringuito a su medida.
Podemos es un peligro muy real para nuestro paÃs!!. Para mi todos los partidos y politicos son una mentira,fraude, corruccion y estafa y podemos es mas de lo mismo
Podemos es mas de lo mismo que ya tenemos: mentiras,estafa,corruccion y este Pablo es un sicario de la polÃtica, tiempo al tiempo