Andalucía: Presupuestos a cambio de democracia.

La victoria electoral del PSOE-A ha producido alivio a una amplia minoría y desazón a una estrecha mayoría. No parece necesario explicar la distribución por barrios de esos sentimientos. El PSOE va a seguir gobernando, y la oposición no va a ser un discurso unitario, sino una mezcla de discursos cansados e impulsos emergentes. La sorpresa sería que las novedades vinieran, en esta Legislatura, por el lado del gobierno: todo indica que el gobierno suministrará continuidad con matices, y que la novedad vendrá por el lado de la oposición.
 
El PSOE resulta fortalecido, el PP e IU se debilitan mucho, UPyD es el principal perjudicado (falta poco para que Rosa Díez se aparte y el partido autorice a Irene Lozano a pactar con Ciudadanos), y Podemos y Ciudadanos empiezan una andadura institucional cuyo recorrido no está escrito. Imagino las reflexiones de estas jornadas postelectorales, que no sólo van a ir referidas al desarrollo de la Legislatura en Andalucía, sino también a los próximos envites electorales que ya han comenzado.
 
Creo que la principal incógnita en Andalucía no va a despejarse hasta que, a finales de año, cuando ya se sepa quién gobierna en las ciudades, quién en las Comunidades Autónomas y quién en España, deba aprobarse en Andalucía la Ley de Presupuestos. Ahí no bastará con la mayoría simple del PSOE: para aprobar sus presupuestos, el Gobierno deberá contar al menos con la abstención de Ciudadanos, o de Podemos, o del PP. Y hacia ese momento (no hacia la investidura, que está cantada, porque el artículo 118 del Estatuto permite su elección por mayoría simple en segunda votación) es hacia el que debe dirigirse la atención política. ¿Quién dará su aval (aunque sea en forma de abstención) al Gobierno del PSOE? ¿A cambio de qué? Naturalmente, el Parlamento no puede imponer al Gobierno un presupuesto, pero sí puede rechazar el que proponga, lo que le impediría desplegar sus políticas. ¿Qué escenarios pueden plantearse?
 
Uno de los escenarios, quizás el más probable pero el menos ilusionante, es un pacto de no agresión entre el PSOE y el PP, si ambos logran mantener, alternándose, la primera y segunda posición en los inminentes procesos electorales: cada uno de los dos partidos permitiría, con su abstención, al otro, aprobar sus presupuestos. La moneda de cambio sería el poder, pero un poder repartido por cuotas territoriales, sin necesidad de gobiernos de coalición en cada institución. Sería la gran coalición que parece propugnar Felipe González, pero disimulada.
 
Otro escenario podría ser (y situémonos ahora solamente en Andalucía) que los partidos emergentes (Podemos y Ciudadanos) tomasen la iniciativa y eligieran otra moneda de cambio: no el poder, sino la regeneración democrática.
 
Podemos y Ciudadanos tienen muchas diferencias (en modelo económico, en intensidad en la lucha  por la lucha contra la pobreza, en modelo de relaciones laborales, en la creación de un Banco público en competencia con la Banca privada, en modelo de país, en sus planteamientos sobre el modelo mismo constitucional), pero tienen algunas similitudes en las que, en vez de rivalizar, pueden ayudarse mutuamente, al menos en esta primera fase de sus respectivos recorridos. Podemos y Ciudadanos pueden ir por separado en muchos debates parlamentarios, pero podrían ofrecer al PSOE-A un paquete de medidas consensuado entre ambos como condición para permitirle aprobar sus presupuestos. Medidas de control parlamentario, mecanismos de participación ciudadana, reformas audaces en la legislación electoral, limitación de mandatos con carácter retroactivo, control del gasto, supresión de privilegios (los que realmente sean privilegios, y no baluartes de dignidad de la condición de diputado), desamortización de redes clientelares, reforma de la financiación de los partidos políticos, cambio en el sistema de elección de la dirección de Canal Sur y otros organismos, etc.
 
Una oferta así impediría que el PSOE se escudase en la retórica, y lo forzaría a pronunciarse: "sí", y entonces los ciudadanos (con minúscula) habremos conseguido algo, o "no", y entonces se habrán disipado dudas. Al menos, la decisión ya no sería si Ciudadanos o Podemos dicen sí a los presupuestos del PSOE, sino si el PSOE dice sí a ese mínimo común denominador claramente identificado de Podemos y Ciudadanos.
 
Frente al pacto del poder de los dos grandes partidos, cabe un pacto de regeneración democrática auspiciado por los partidos emergentes. Podemos y Ciudadanos deberían hablar de democracia entre sí, antes de hablar de poder con quienes van a gobernar.

1 Respuesta

  1. Anónimo

    Muy buena idea, aunque para eso hace falta grandes cantidades de generosidad y de eso, en política, no creo que haya.

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