Todo aquello en lo que creímos.

Defiendo lo políticamente correcto
en materia de política criminal (es decir, la respuesta previsible, autocontenida y con garantías frente al crimen), aunque no coincida ya con lo sociológicamente
correcto
(es decir, me temo, la inquisición sin proceso, la lapidación pública y la venganza retributiva). Aprendí que el Derecho penal en una democracia es la manera civilizada de reprimir el delito y al mismo tiempo prohibir la venganza. Me creo
nuestro ya
viejo modelo constitucional, que confiere derechos fundamentales también al reo e impone límites al Estado (es decir, a la mayoría social) en la persecución y represión del crimen. Temo que el armazón jurídico, constitucional,
político y moral del que está compuesto el proceso penal (es decir, la
respuesta judicial) esté perdiendo resistencia ante atajos propagandísticos, demagógicos y oportunistas que alimentan ciertos impulsos simplistas, infantiles, primarios y
ineficaces que aún creen en una seguridad de cuento, de buenos y malos, de ladrones y princesas, y que lo hacen para
ganar dinero con el espectáculo o para ganar votos haciendo de gallo de pelea contra los malos. Creo que el riesgo o la exposición al
crimen en sociedades complejas como la nuestra debe manejarse mejor, y que los
intelectuales, los líderes de opinión, los políticos, están llamados a
contribuir en un esfuerzo de renovación pedagógica de una sociedad que ha de acostumbrarse a convivir con delitos y daños. Es necesario
prestigiar una respuesta inteligente (es decir, compleja) al riesgo del crimen, que
incluya un abordaje serio de sus causas. Seguro que hay vicios procesales y
judiciales que tienen que revisarse, sobre todo los de tipo organizativo;
seguro que hay sentencias erróneas, jueces que no saben juzgar, delitos que no
están suficientemente castigados; pero creo que es más grave la desafección
sociológica, la pérdida de referencias culturales, la sustitución de
valores civilizatorios conquistados en un proceso largo y lúcido por el
chismorreo, la intuición, las reacciones viscerales, desprovistas de toda
contención ética, atentas a unas falsas imágenes sobre la seguridad que
conducen a tiempos pasados. A eso es a lo que llamo infantilismo, que viene de
América y ha invadido Europa. También tiene que ver con el populismo.
 
A diferencia de lo que ocurría hace una década, hoy, quien defiende los derechos y garantías de los delincuentes, quien pide contención en la condena, quien habla de rehabilitación de presos y quisiera fomentar el arrepentimiento en vez de la prolongación del encarcelamiento, quien sugiere que el perdón (el perdón merecido) es la más alta forma de justicia, quien recuerda aquella máxima de "odia al delito y ama al delincuente", quien a veces tiene la debilidad de percibir al delincuente como una víctima más de su propio crimen, quien descree del dogma del cumplimiento íntegro de las penas (insensible al comportamiento y actitud del preso), quien sugiere que el convicto que ha cumplido la pena es un ciudadano con derecho al olvido sobre su pasado, va claramente contracorriente.
 
Alguien dijo que, si dejamos al margen el lógico resentimiento de una víctima, la tendencia al linchamiento proviene de la necesidad enfermiza de situarnos en el lado bueno de la historia: lincho para que todo el mundo sepa que soy bueno. No hubo mejor manera de explicarlo que aquél "quien esté libre del mal, que tire la primera piedra".

5 Respuestas

  1. Un apunte: primarios e ineficaces.

    Sobre todo esto hay algo lamentable, el debate de algunos medios de comunicación y el presentar este tipo de noticias en formato magazine.

    Te dejo una escena protagonizada por Mariló Montero, cada vez más hueca, si se me permite la expresión. Al otro lado de la cámara respondía a su preguntas el padre de Marta del Castillo.
    – Si el cuerpo de Marta apareciese ahora en ese lugar y usted fuera a la cárcel a visitar a Carcaño, ¿usted le daría las gracias por dar esa pista final?
    El hombre casi sin pestañear, responde:
    -Si fuese a la cárcel a visitarlo, algo que me parece improbable, le llamaría cobarde. Por alargar tantos años esta angustia y la resolución de este caso.

    (Yo en su lugar, no hubiese podido responder de otra forma: ¿Darle las gracias por haber matado a mi hija y llevar cinco años buscándola en lugares tan macabros como éste? ¿Usted que dice, se ha vuelto loca?

    Con su respuesta este hombre aumentó por mil la profunda admiración que le tengo y esta periodista cada vez se me parece más a una Barbie loca por hacerse ver dentro de su programa.

    Saludos

  2. Anónimo

    Una exposición impecable. Dices lo que muchos pensamos, pero no siempre es fácil ordenar el pensamiento. Si yo supiera escribir, desearía haber escrito esta entrada.
    Teresa

  3. Gracias Teresa, creo que son momentos de decir lo que se piensa, para que al final no se quede uno con el resquemor de haber callado.
    Gracias Begoña, tengo sólo lejanísimas referencias de esa periodista, por dos o tres meteduras de pata que han salido en los periódicos.
    Hay cientos de víctimas de asesinatos de familiares en España que viven su dolor en silencio, acompañados de la gente que los quiere, procurando olvidar, asumir, y a veces incluso perdonar. Esos me inspiran la máxima compasión. Más aún que quienes aceptan (legítimamente) su exposición pública como víctimas

  4. No quiero ser mala con Mariló Montero, al principio en sus mañanas de TV1 era más profesional en lo que decía, ahora se deja llevar por las ocurrencias del momento, supongo que no es sencillo hacer un programa en directo cinco días a la semana. Y que a veces ser impulsivo, yo lo soy mucho, tiene estos errores tan tremendos cuando eres espectador.

  5. Tan lúcido como siempre, Miguel. Un abrazo

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