Misericordia y miserofobia en Twitter.

Twitter puede servir para pasar un rato charlando de cosas inimaginables. Por ejemplo, esta tarde, he charlado con unos a quienes no conozco (Nébride, Liberto, Ernesto, Celemín), sobre las palabras "caridad", "misericordia" y "solidaridad". Son palabras con adherencias, y cada cual las percibe según su propia historia, según lo que ha visto y oído, y lo que ha vivido. Pero a veces hay que hacer un esfuerzo por rescatar el significado propio de las palabras, sobre todo cuando se trata de palabras que designan grandes cosas. Por ejemplo, la palabra "misericordia".

La misericordia no es dar una limosna al mísero. Ni es defender la igualdad. Tampoco es una actitud de condescendencia, proclive a disculpar. Todo eso está bien, pero la misericordia es algo más. Quizás sea el sentimiento más alto que puede caber en la especie humana. La misericordia es, como la compasión ("padecer con"), sentir el padecimiento ajeno como propio. Poner el corazón ("cordia") en el desdichado ("miseria"). Es abrir el corazón para que nos "duela" lo que está doliendo a otro. No por masoquismo, sino por sentirse parte de algo en lo que también está el otro. Lo contrario de la misericordia, ¿qué sería?

Lo contrario de la misericordia es la indiferencia. Lo que lleva al "sálvese quien pueda". Es alejarse del dolor para que no salpique, del enfermo para que no contagie, del pobre para que no moleste, del foráneo para que no complique la ciudad. Lo contrario de misericordia es la miserofobia. No sé si existe esa palabra, pero ¿no creen que sí existe lo que designa? ¿No creen que hay rasgos de miserifobia en cada uno de nosotros, alternando con momentos de misericordia? ¿No les parece que hay miserófobos que, bajo la excusa de  mil y una coartadas ideológicas, en el fondo simplemente blindan su miedo o aversión por las personas que sufren lo que ellos no están sufriendo todavía? Cuidado, no estoy hablando de política.

La miseria es la desgracia o la pena. Lo mísero es lo extremadamente pobre, y también lo más insignificante. Lo cordial es lo del corazón. La misericordia no es un acto, ni una idea, sino un sentimiento. Si ese sentimiento se toma en serio, se llega a la solidaridad, es decir, a hacer causa común. Si no se toma en serio, puede derivar en una delectación, en una actitud estética o ideológica, o en un acto puntual de ayuda. No es fácil vivir plenamente la misericordia, y lo frecuente es que mueva apenas a comportamientos aislados. Imagínense a los discípulos de Jesús antes de dar el paso de abrazar a un leproso de entonces, que no era sino el símbolo de la miseria. Y de la exclusión. Una miseria aislada, expulsada, confinada, para que se pudra sin contagiar.

Compasión, misericordia. Ahí está la base real de la solidaridad fecunda, la que nos mezcla con otros para perseguir una finalidad que es común. El doctor Rieux, el médico de "La peste" (Camus), uno de mis personajes literarios preferidos, es un ejemplo cabal de misericordia y solidaridad. No se introdujo en las entrañas de la peste por compromiso ideológico, ni como postura estética, ni tampoco para tranquilizar su conciencia, sino exclusivamente por compasión. Quizás porque se dejó llevar por un instinto que de algún modo (silente, por desgracia) está tatuado en la naturaleza humana: el instinto moral, que abre las compuertas del yo y pugna por ampliar incesantemente el espacio del "nosotros".

6 Respuestas

  1. ¿Qué es el sentimiento… Amigo Pasquau?

    Para hablar de «el sentimiento más alto» resulta prudente rescatar el significado propio del término; sobre todo cuando se trata de palabras que designan grandes cosas.

    Como buen kantiano sabrás que, en la Metafísica de las costumbres, Kant nos invita a ver la relación de las facultades del alma con las leyes morales, definiendo «el deseo» como aquello que tiene la facultad de ser causa de los objetos de nuestras representaciones por medio de estas representaciones mismas. (el efecto búmeran del que habla Ludwig Tieck).

    Sin embargo, el deseo, o la aversión, suelen ir acompañados de placer, o de disgusto, a cuya capacidad se llama sentimiento. Kant llama, pues sentimiento a la capacidad de experimentar placer o disgusto en virtud de una representación, pues ambos contienen “lo subjetivamente puro en su relación con nuestra representación, y de ningún modo una relación a un objeto que se trata de conocer” (Principios Metafísicos de la Doctrina del derecho. Immanuel Kant).

    En este caso no se busca la referencia al objeto (la persona) para conocerlo (al mísero), pues el placer (compasión), o el desagrado (miserofobia), no expresan absolutamente nada del objeto (la persona), sino una referencia al sujeto (el extremamente mísero).

    Consecuentemente el sentimiento, a lo sumo, puede hacerse cognoscible en la práctica, sólo por las consecuencias que tiene en ciertas situaciones, vale decir, que sólo podemos “conocerlos” (los míseros), a través de aproximación, lo que es el placer y el desagrado.

    La continua referencia a Rieux –un personaje de ficción de Camus–, es un ejemplo perfecto de esa facultad del «deseo», kantiano, de ser causa de los objetos de nuestras representaciones por medio de estas representaciones mismas. Y al igual que la referencia a los discípulos de Jesús, ambas dos referencias avanzan la moraleja final sobre «el instinto moral» en una perfecta falacia de circularidad. Todo lo demás es atrezzo argumental.

    En cualquier caso resulta curioso el término «miserófobo» como calificativo de aquel que presenta rasgos de «miserofobia».

    Y digo curioso porque deberías leer a Adela Cortina y su libro singular sobre un concepto con estirpe etimológica del más puro ancestro griego; “Aporofobia, el rechazo al pobre”. Concepto acuñado por Adela Cortina en los años 90, y que presenta en sociedad en 2017 con el sugerente subtítulo de “Un desafío para la democracia.”

    Adela nos muestra en el capítulo sexto del libro que «es imprescindible modificar también las emociones, que son las que están ligadas a la motivación.» Una observación trascendente toda vez que, tal y como muestra la autora, las últimas tendencias científicas revelan que «nuestras disposiciones morales tienen una base biológica, que son las emociones, y que están estrechamente ligadas a la motivación.»

    Es decir; que las mismísimas «tablas de Moises» tienen base biológica; que ni siquiera son un producto cultural. Y esto lo afirman las conclusiones técnico–científicas de las llamadas neurociencias.

    A Galileo lo condenaron en 1633 por separar ciencia y teología. No sabemos qué pasará con las neurociencias en el siglo XXI por presentar la Ley Moral divina como una secreción emocional de base biológica. Algo próximo a una exudación neuronal que la autora de libro califica de «Biomejora moral.»

    Para empezar, la propuesta de Adela Cortina toca con gran «chispazo» la charca de la conciencia y la reputación para recabar en la observación de Maquiavelo cuando recordaba al príncipe que «todos ven lo que pareces, pocos palpan lo que eres», toda vez que la tesis de Adela Cortina defiende, junto con Nietzsche y Mounier que «saber movilizar las emociones es la clave del éxito.»

    «Nuestro tiempo –afirma Adela–, es el de las reputaciones, no el de las conciencias» (pág, 95). Pero las reputaciones obedecen a códigos parroquiales de carga emocional donde la moralidad «une y ciega» (pág. 118). Sin embargo, la autora reconoce más adelante que; «frente al mundo antiguo y medieval, la clave del mundo moderno es el individuo con sus derechos» (pág. 138), siendo que lo justo debe tener primacía sobre lo bueno (pág, 140).

    ¿Bueno?… ¿justo?… ¡Mon Dieu!…

    En fin… Dada tu crónica falta de interés, no abuso más de tu balcón tras los Goya sevillanos, pero si por compasión te compadeces de los sentimientos de Adela Cortina, te recomiendo efusivamente que te leas este libro de portada a contraportada y así elevas socráticamente tus sentimientos aún más alto…

    Ya es ¡Domingo!…

    ¡¡¡Eppur si muove!!!

    • Distingo sentimiento de sensación: por eso la compasión es algo muy distinto a “placer”.
      Podría relacionar la “secreción emocional de base biológica” con el instinto.
      Distingo también miserofobia de “aporofobia” (un buen hallazgo de Adela Cortina del que tenía noticia), en la medida en que “miseria” es algo que no se identifica con “pobreza”: incluye enfermedad, pena, soledad, fracaso, dolor físico, vulnerabilidad, etc.
      Es interesante lo que dice.

  2. Estimado Amigo Pasquau;

    Agradezco tu compasión por ilustrarme con tu distinción, pero ya que estamos en las alturas del Olimpo, no acierto a distinguir si el placer es un sentimiento o una sensación ya que el placer al que yo estoy acostumbrado a experimentar no distingue diferencia tan exquisita pues siento un placer inmenso tanto cuando mi hija me llama desde Nueva Zelanda a las 4 de la madrugada, como cuando me tomo una copita con mis amigos discutiendo enconadamente sobre el sexo de los ángeles…

    En todo caso es Kant quien tampoco distingue, con lo que a él te remito para aclarar tu distinción.

    En cuanto a la compasión, decirte tengo que conozco mucho «buenista» de trámite que de tanto compadecer estoy convencido de que sienten el placer de reconocerse buenos ante el espejo de Dios. Es más, incluso tengo amigos pensionistas que, tras una larga carrera de éxito, universitario y administrativo, bien nutrida de beligerancias diversas, se apuntan a Cáritas para impartir compasión y me hablan siempre en términos de «placer» cuando reparten compasiones samaritanas al pobre afligido.

    Curiosamente ellos también distinguen –al igual que tú haces–, al mísero del pobre, al que igualmente desprecian pues parece que puntúa más la compasión con el mísero que la caridad con el pobre al que siempre se le representa como pícaro.

    Leyendo tu compasiva explicación descubro que tus distinciones describen bien lo que podríamos identificar como una bipolaridad social nueva pues está claro que se puede sentir miserofilia combinada con aporofobia lo que podríamos denominar como el síndrome filiofobo de Pasquau.

    Patología del buenismo social que describe al pobre como un ser feliz carente de enfermedad, pena, soledad, fracaso, dolor físico, vulnerabilidad, etc…describiendo al mísero como el avatar “enfermo” de la hermandad del Jesús Despojado de Sevilla.

    ¡Mulgere Hircum!…

    Tu idealismo kantiano llega a tal extremo que deviene relevante preguntarte por tu lectura del Génesis 11: 1-9 pues es evidente que hablamos idiomas distintos. Ni tan siquiera Adela Cortina apoya en su libro tal distinción entre miserofobia y aporofobia. Y es ella la que habla de la “secreción emocional de base biológica.”

    Kant dice literalmente lo siguiente: «La libertad del arbitrio sólo es subjetiva. El hombre es subjetivamente libre en cuanto a sus deseos. De hecho, al sentir deseo el hombre es ya arbitrariamente libre. Esta libertad corresponde a la libertad del sentimiento. El arbitrio constituye entonces la base subjetiva de la Libertad».

    Ten en cuenta que la traducción de este texto de Kant es de Adela Cortina en edición de 1989 de la Metafísica de las Costumbres. Factor de nuclear relevancia a la hora de leer el libro de Adela…

    Consecuentemente lo que tú llamas ˝hallazgo˝ de Adela tiene todo el abolengo kantiano de la representación que encaja con la tradición donde también se encaja tu estimado Fichte.

    Representación ideológica que nada tiene que ver con un hallazgo fenomenológico de carácter inductivo de una realidad exterior a la representación misma.

    ¡¡¡ No salimos de la burbuja; Amigo Pasquau !!!

    ¡¡¡ Eppur si muove!!!

  3. Perdona que insista…

    – What just happened?…

    Pero esto es algo más interesante pues en este pequeño debate aflora algo más que la «Torre de Babel»… Relato Bíblico que, si bien encierra para mi elementos relevantes de la comunicación que todavía permanecen muy lejos del alcance de nuestro conocimiento, lo que tu respuesta en este post me revela es un detalle concreto interesante.

    Me refiero a algo que he venido observando en tu balcón sin poderlo formular hasta ahora pero que tu «inesperada» respuesta hace aflorar con nitidez.

    Me refiero al algo que bien podría estar relacionado con el principio fundamental de la hermenéutica, pues está claro que el error fundamental de la lectura de cualquier texto es percibirlo desde la propia perspectiva del lector que lo lee ignorando inexcusablemente que todo texto expresa/transmite/revela la perspectiva del redactor.

    Es decir; el pecado de leerse siempre a uno mismo ignorando al «otro» como ser distinto y diferente de uno.

    El error consiste en concebir al texto como el fetiche de una realidad que se representa a si misma (pseudo–objetiva) vista siempre desde nuestra perspectiva, y no como un códice ajeno que transmite la perspectiva de un «otro» diferente.

    Sin reconocimiento de la «otredad» no es posible la comunicación

    Y eso es lo que en realidad expones ante tus alumnos en tu artículo de «divulgación», sobre argumentar para convencer. No es la contradicción, sino que con las preguntas de lo que se trata es de dirigir al juez/lector en su propia «mismedad»: en su propio yo «autista».

    Tus preguntas cumplen la misma función que las metáforas, pues son metáforas, más que propuestas indagatorias. No presuponen cooperación alguna porque no esperan respuesta, sino comprensión sin entendimiento mutuo (sumisión).

    Sin embargo, el marco teórico de toda argumentación presupone como principal elemento distintivo la comprensión mútua, lo que obliga, cuanto menos, al entendimiento inferencial de intenciones. Es decir; a la cooperación. (justo lo que falta)

    No es crítica lo que propones en tu artículo divulgativo, sino empatía con el «otro», ante la evidencia jurisdiccional de que el «otro» es el Juez soberano –el Poder absoluto–, y no un lector de las 3.000 viviendas… Es decir; la empatía sumisa.

    ¡Genial!… Muchas gracias

    ¡¡¡Eppur Si muove!!!

  4. ESPECTACULAR;

    El crimen de los 6.000 ratones de Oviedo.

    Los kantianos del Opus Dei sacrifican 6.000 ratones por una falsa infección en sus convicciones… (jajaja…)

    https://cienciamundana.wordpress.com/2019/02/06/los-ratones-no-van-al-cielo/

    Vale la pena ver los links del artículo…

    En España, el Derecho jamás ha sido, ni será, una ciencia porque se concibe como una religión del poder que se autojustifica en el kantianismo pre–ilustrado de las convicciones retro proyectadas que ratifican la versión del jefe…

    El PALIO episcopal de tu dilema de la falsa alternativa: status quo o caos total.

    Argumentar para seducir… that is the only reason… ¡No hay más, señor obispo!

    ¡¡¡ Eppur si muove !!!

    (NOTA… En uno de mis libros prologado por Bernat Soria Escoms, por entonces Ministro de Sanidad, tuve ocasión de contar con un artículo de López Otín sobre ¿Qué es el cáncer?… Y en mis conversaciones con él recuerdo que «sentía» ciertas «vibraciones» discordantes… hablo de 2008!… )

  5. Por cierto… se me olvidaba amigo Pasquau…

    Si esto no es el caos se le parece mucho:

    https://www.eldiario.es/tribunaabierta/manoseada-independencia-judicial_6_865173500.html

    Coincido además con Garzón en que el procés va a ser el gran juicio a la kantiana justicia española de las convicciones pre–ilustradas del oximoron de la insana «sana» crítica… jajaja…

    Vitrinas incluidas…¡ of course ! … y con el efecto mariposa de Granada como especial atrezzo andaluz…

    ¡Mon Dieu qué espectáculo!

    ¡¡¡Eppur si muove!!!

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