El envoltorio

Los objetos que aparecían la mañana de Reyes estaban definitivamente recubiertos de una sutil película de magia. Igual daba que fuese una camioneta con sacos de arroz, una raqueta de tenis o una caja de 25 de los Juegos Reunidos Geyper. Era, cada uno, el regalo perfecto, porque venía dirigido a nosotros desde un remite misterioso. De todos ellos, lo que queda hoy es ese recubrimiento mágico con el que envolvemos los regalos que mañana encontrarán nuestros hijos. Eso es la tradición: lo que vale porque viene desde muy atrás. Oriente es la infancia de nuestros antepasados. Los Reyes existen, porque atraviesan las cadenas de generaciones. Mañana, cuando después del alborozo nos veamos tirando a la basura los envoltorios rotos de los regalos nuevos, cuando hayamos logrado instalar las pilas  o poner en funcionamiento el artefacto, hemos de saber que lo que hemos dado a los hijos no es diversión ni entretenimiento, es sobre todo aquella pátina de lo absoluto que algún día recibimos y nos hizo pensar que, a veces, los deseos son lanzas hacia algo que torpemente llamamos felicidad. Lo que en realidad les regalamos cada seis de enero es la ilusión que volverán a tener el día cinco de enero del año próximo.
Los Reyes son la aspiración hacia lo total. Por eso no me gustan las cabalgatas: los  Reyes deberían ser invisibles, y los caramelos lanzados al aire son una banalización azucarada que me entristece infinitamente. Tampoco me gusta la moralina incipiente de los padres que se empeñan en decir que los regalos vendrán si  el niño ha sido bueno: los regalos de Reyes vienen porque sí, y ese es su valor. El niño los recibe gratis total, aunque por derecho propio, como todo lo mejor que trae la vida. Eso es lo que les quedará dentro, hasta que algún día sean padres y se vean envolviendo los regalos de sus hijos.

3 Respuestas

  1. me gusta! leerlo es saludable, no contaminante!
    mercí.

  2. …espero que cuando no me guste, mi opinión tb la publiques, otros no lo hacen….
    Un saludo.

  3. Mariisa,es más difícil y más generosa la crítica con estilo que la alabanza. Ya me gustaría merecer una crítica tuya.
    Saludos.

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