Conjurados contra la tragedia

Mientras el Gobierno echa la culpa a la herencia socialista, la Junta de Andalucía explica sus recortes como imposición del Gobierno, y los ciudadanos protestamos vagamente contra la herencia, el Gobierno y la Junta, la tragedia española avanza como las tragedias griegas. Pero todavía no adivinamos el final. Esperamos buenas noticias de Hollande, clamamos por un golpe de autoridad política en Europa, añoramos un pacto de Estado en el que todas las instituciones y los partidos partan de un diagnóstico parecido y realista y se propongan áreas comunes de responsabilidad bien delimitadas de las lógicas áreas de la discrepancia. Pero la prima (o la suegra) de riesgo sigue apretando, y asoma la peor de las sensaciones: que unos se van a salvar del todo, y otros se van a quedar fuera del todo.
Estamos dispuestos a vivir con menos dinero, a consumir menos cosas innecesarias,  incluso a trabajar (quienes tenemos la suerte de poder hacerlo) más responsablemente, pero queremos sentirnos acompañados de la convicción de que el guión no está escrito, y que el drama tiene enormes componentes de virtud, suficientes para impedir el final trágico.

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