Esperaba más del movimiento político de Sánchez.
Que la política está cada vez más invadida por los estercoleros y que la conversación política es cada vez más insoportable es algo que casi todo el mundo dice. Que el antisanchismo se ha puesto en pie de guerra invocando una alarmante situación de excepcionalidad y una tacha de ilegitimidad democrática de la mayoría parlamentaria que hace pensar a muchos españoles que van a dejar de vivir en un Estado de Derecho a manos de un dirigente depredador a lo Hitler o a lo Chávez, es algo que incluso los tibios (es decir, los que no somos sanchistas ni sancheros) percibimos con cierto hartazgo. Me parece bien, por tanto, que nada más y nada menos que un presidente del gobierno haya amagado con un “no puedo más”.
Pero se ha quedado corto. Si Sánchez quisiera liderar un proceso de regeneración de la conversación política habría debido incluirse a sí mismo, y a su partido, como parte del problema. Habría sido más creíble que reconociera que en algún debate parlamentario él mismo ha golpeado con golpes con armas similares; que su partido no es ajeno al proceso de polarización en el que pescan para ganar dinero medios que caerían en la marginalidad e irrelevancia en un contexto social normalizado. También habría sido oportuno que no mezclara en la coctelera las críticas, incluso ácidas, con las mentiras industriales (bulos) y con los enemigos de la democracia. Si quiere convencer, tiene que saber distinguir.
Forma parte de la esencia de los bulos, de los troleros, de la bazofia dialéctica y de los agitadores mediáticos, la tendencia a creer (creerlo de verdad) que el vicio siempre está fuera, y dentro, la virtud, y por eso no sirve de nada envolver en una acusación a los demás lo que más bien es un "vicio atmosférico". Los estercoleros y las fosas sépticas son el cúmulo de mucha mierda, bien variada. Ya sé que un comentario de este tipo será despreciado como equidistante. No lo es. Tengo mi propia percepción sobre en qué lado es donde el cinismo, el descaro y los estercoleros tienen más espacio, más destreza y más financiación, y por qué razones. Pero abundar en eso me aleja de lo que quería destacar. Lo que quería decir es que mientras una fuerza política no asuma, unilateralmente si es preciso, de manera creíble y con resultados tangibles, un compromiso de ejemplaridad, los estercoleros seguirán hediendo y ganando dinero.
Mientras Sánchez no entienda y reconozca que su partido, en su medida, tampoco ha sido ejemplar, no estará hablando como un presidente de gobierno preocupado por la calidad de la democracia, sino solamente como alguien que enseña sus heridas. Eso no es poco, pero es insuficiente.
by Ernesto L. Mena
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