“Silencio” (Martin Scorsese), o la voz de Dios.

Silencio

Los jesuitas llevan en su ADN la misión en la frontera, es decir, en lo difícil. Ahora la frontera, dicen, es más bien cultural y social (la increencia, los límites de la ciencia, la pobreza), pero durante siglos se trataba de llevar el evangelio a las Américas y al Extremo Oriente, es decir, allí donde nadie esperaba noticias de ningún Cristo y resolvían de otro modo el problema de la muerte. Lógico es que los cristianos fueran perseguidos, porque eran subversivos: igual que Cristo rompió el Templo, los jesuitas introducían virus infecciosos que amenazaban el orden social, allí donde iban.

"Silencio" es un drama sobre la apostasía. El Inquisidor nipón (qué gran personaje: cada vez que aparece, la película -tediosa en algunos fragmentos- se pone en pie) se conforma con una apostasía formal para los fieles cristianos (bastaba que pisasen en silencio la imagen de Cristo con su pie), pero con los jesuitas se esmeraba: lo que quería de ellos es que abandonaran su empeño evangelizador, que ningún bien podría traer, porque ¿para qué sustituir a un dios por otro?

El jesuita portugués Rodrigues busca al Padre Ferreiro, su padre espiritual, un ejemplo de entereza y fidelidad, de quien sin embargo se tenían noticias de que había apostatado y llevaba la vida de un japonés. Rodrigues no podía admitirlo. Estaba seguro de que se trataba de una noticia falsa, de una intoxicación para desalentar a los cristianos. Sería una derrota definitiva, insoportable. Su periplo lo hace testigo del sufrimiento de los pocos cristianos que resistían: torturas, quemados vivos, crucificados en un acantilado para morir a golpes de mar, degollamientos. La persecución era certera, y el "suelo envenenado" de Japón estaba a punto de terminar de aplastar a los últimos reductos de un cristianismo reducido a unos pocos mártires que aspiraban al paraíso como premio de su fidelidad. Pero la peor tortura la sufrió él, Rodrigues, espectador forzoso de los martirios ajenos, a quien el Inquisidor dio la llave de la libertad de los suyos: bastaba que él apostatara para que ellos quedasen libres. La mentalidad moderna no puede entender la magnitud del reto: "pisa la imagen, escupe al crucifijo", pensamos, "y cruza los dedos", porque la evidencia del dolor insoportable de aquellas gentes es mucho más fuerte que cualquier gesto. Pero entonces el gesto tenía todo un significado máximo: abdicar era traicionar a todos los que habían sido martirizados, y debilitaba la entereza de la doctrina. Resistirse, no claudicar, era la piedra sobre la que algún día se edificaría la Iglesia en Japón. Rodrigues estaba dispuesto, o al menos eso creía él.

Pero, ¿es eso lo que quiere su Dios? ¿Por qué no dice nada? ¿Por qué permite, con su silencio total, que las dudas le impidan seguir derecho el camino sin miedo al sufrimiento y a la muerte, propia y ajena? ¿Por qué al sufrimiento de tanto martirio se añade el más terrible de no saber ya si tiene sentido o si es una equivocación? Scorsese exagera quizás el drama, pero es que la película dejaría de tener sentido si ese punto se banalizase.

Rodrigues encuentra por fin al Padre Ferreira. Él sí lo hizo. Él dio el paso. Él ya pasó por el trance en el que estaba Rodrigo. Él aceptó la derrota, y decidió rendirse un poco antes de morir desangrado. Mientras se lo está explicando, Rodrigues mira profundamente a sus ojos, seguro de que encontraría al auténtico Padre Ferreira debajo de ese falso hombre que le hablaba de un dios neutro, de astronomía y de una vida tranquila y acomodada; pero, al menos en ese primer encuentro, no encontró rendija alguna. No parecía estar disimulando. Entonces imitó su camino. Y se rompió por primera vez el "Silencio": "Písame", parecía decirle la imagen de Jesús a un Rodrigues al borde de la locura. Y algo más: "yo ya sufrí por ti". La apostasía no podría enmendar aquella redención definitiva.

¿Tiene sentido resistir como una roca? ¿No es mayor aún la entrega en la misión si la frontera llega a cruzarse del todo, hasta pasar al otro lado? Si un profeta debe hacerse pobre con los pobres, ¿no debería también hacerse budista con los budistas? Los jesuitas eran maestros para insertar la fe, elásticamente, en culturas diferentes, adaptando el lenguaje, los ritos y las formas, pero la intención era universalizar la fe aprendida en concilios europeos. ¿Por qué no ir más allá, y estar dispuesto a diluirse?

¿Hay un mensaje piadoso en la película? No lo sé. Quizás se trata de una genialidad de Scorsese: quizás se trata de una piedad paradójica, cuando la piedad por lo general necesita certidumbres.  No es una película sobre la fe y la herejía, hay una épica que no triunfa, sino que es derrotada (aunque la escena final ponga también en duda la derrota). Es una película sobre el silencio de Dios confundido con el ruido de los dioses. Un silencio que no es tal, porque como parece llegar a comprender Rodrigues mucho tiempo después de su apostasía, aquel silencio era la voz del verdadero Dios.

1 Respuesta

  1. ” Yo apuesto por la existencia de Dios. Si existe, lo gano todo. Si no existe, no pierdo nada.”
    (Blaise Pascal , copyderaigth ).

    Conshi.

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