La palabra “matrimonio”

Ya casi no nos acordamos. Menudas discusiones diarias sobre la palabra. Una vez que Zapatero decidió regular con todas las consecuencias el derecho de los homosexuales a constituir relaciones familiares (mediante el matrimonio), toda la discusión se centró, aparentemente, en la palabra. La estrategia del PP, atenta a no perder el voto conservador pero tampoco el liberal, consistió en acceder ya, por fin,  abiertamente, a la "plena igualdad de derechos" y a la regulación de las "uniones homosexuales" con un régimen de derechos y deberes "igual" al matrimonio... ¡Pero sin la palabra! Ese fue el último caballo de batalla.  Unión con plenos derechos, para ser liberales. Pero sin la palabra matrimonio, para ser conservadores.
Recuerdo que entendía mejor la postura de la Iglesia que la del PP. La Iglesia era coherente con su premisa: si la homosexualidad es una "desviación" (así sigue calificándose por voces autorizadas de la Iglesia), no deberá admitirse ningún efecto "positivo" a la relación homosexual. Era un planteamiento indignante para el homosexual, pero al menos era claro. El PP, incapaz de sostener un discurso que pudiera llamarse homofóbico, porque civilmente es insostenible, se aferró a un último appartheid: el lingüístico. "¡Reservemos la palabra para la unión fetén!", parecían decir. "¡Separemos con una palabra la verdadera moneda de la falsa!". Era una postura incomprensible: ¿para qué iba a llamarse de manera distinta algo cuyos efectos habrían de ser -según decían-, idénticos? ¡¡Y formularon -y mantuvieron durante siete años- un recurso de inconstitucionalidad nada más que para defender la palabra!!
Creo que el legislador acertó en su radicalidad. Era importante no hacer la concesión (que habría conformado a muchos) de llamar de modo diferente a lo que políticamente había decidido que
fuese igual. Prefirió usar el lenguaje a favor de la igualdad y la normalidad. De ninguna manera eso constituye una amenaza ni una corrupción al matrimonio intersexual. Yo, al menos, no necesito que echen a los demás de "comer aparte" para sentirme en mi sitio. No necesito una palabra que me distinga de "ellos".
 

La propiedad de las cosas
vale porque otorga una exclusiva sobre su detentación a una persona; su valor
está en la posibilidad de excluir a otros del disfrute del derecho: cuantos
menos, mejor. Con el matrimonio, sin embargo, no pasa lo mismo: no es un bien escaso, y no se
gasta su valor -el que cada uno quiera darle- porque otros se
casen con promesas que tengan adjetivos diferentes a los que nos puedan parecer más excelentes. .
Por eso me parece una buena noticia que el Tribunal Constitucional haya dejado claro que de ninguna manera una palabra puede ser inconstitucional... Ha tardado demasiado en decirlo.

1 Respuesta

  1. Anónimo

    duradero matrimonio el de la iglesia con el PP; fidelidad histórica la de la iglesia con todos los regímenes de gobierno que les permita seguir con su vida de incienso (humo)

    moder

    un abrazo

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