“Yo, Daniel Blake” (K. Loach)

Conozco bien la mirada displicente que en algunos suscitarían algunas escenas de esta película. Por ejemplo las escenas en las que hay un momento de solidaridad dentro de la miseria compartida. O en la que deseamos que a Rachel no la pillen robando un paquete de compresas en el supermercado. O en la que necesitamos que la buena mujer del Banco de alimentos siga llenando un poco más la bolsa que corresponde a Rachel y sus dos hijos. O en las que nos conmueven a los espectadores vulgares y simplones: los pequeños trucos artesanales para calentar la casa, la indignación de Blake con la estúpida funcionaria de formulario en la Oficina de empleo, la pintada de Blake en las paredes de la Oficina de empleo, o la reinvindicación de Blake de sí mismo como "un ciudadano, ni más ni menos".

Sé lo que dirán algunos: que la película está llena de tópicos del buenismo solidario entre los pobres y de la épica moral contra el sistema insensible.

A éstos les digo que me encantan las películas en las que la realidad se contempla de abajo arriba: el Banco de alimentos no desde la encantadora señora que dona su tiempo a una ONG sino desde la madre que tiene que alimentar a sus hijos; la Oficina de empleo no desde el funcionario que trabaja en ella, sino desde el carpintero de 59 años que no puede trabajar porque está enfermo pero mientras recurre la denegación de la pensión de incapacidad tiene que fingir que busca empleo para recibir la paga de otro negociado de la Administración; el pequeño trapicheo de contrabando no desde el policía que tiene que evitarlo, sino desde el negro que compra al chino ocho pares de deportivas por correo para venderlas casi por la mitad de precio y ganarse 20 libras con cada par; las infracciones administrativas desde el lado de quien invierte lo último que le queda, que es su limpia hoja de antecedentes.

Vayan a ver la película, búsquenla. No pasa nada porque de vez en cuando la sensibilidad se ponga de parte de los que miran el bienestar desde fuera. Aplaudo a Ken Loach por ser tan testarudo y no dejar de retratar la pobreza de quienes se agarran a los restos del Estado del bienestar y están a punto de caerse del todo.

1 Respuesta

  1. Ánonimo

    Hola, buenas tardes. Soy un excedente de cupo de la clase metalúrgica operado de cataratas sistémicas y de pólipos inguinales, con una pensión por discapasitasión de 33O euros mensuales y con una ayuda para la electricidad estática del Obispado de Cuenca de 50 euros mensuales, una ayuda para el gas butano de 20 euros mensuales y un pase gratuito para los cines de verano. Estudié en los salesianos y comparto la apuesta del filósofo Pascal ( apuesto por la existencia de Dios: si existe , lo gano todo; si no existe, no pierdo nada). Los años bisiestos soy liberal y en las primaveras soy marxista leninista apócrifo. Me gustan el pan cateto, las greguerías, el atún encebollado y el delito de estafa. Okupo una casa que me alquiló un okupa que akupó el edificio como testaferro de un concejal del grupo mixto que quería coaccionar a un constructor mafioso. Las mujeres me gustan naturales, sin ninguna inteligencia, que me dominen y que me pidan candela inesperadamente, sofocadas. Cuando me enteré de que el estado del bienestar había ganado al liberalismo rampante, voté a la izquierda para que se cargara a la derecha, pero la derecha es mucha derecha y corrompió a la izquierda hasta las trancas, y entonces, no? voté a la derecha para que facheara y la izquierda volviera a ganar con su emporio moral redefinido , pero las derecha es mucha derecha y consiguió banalizar la distinción izquierda- derecha, y es entonces cuando ha nacido el populismo, una especie nueva y posmoderna de mierda flagrante, paradójicamente votada por los más débiles para que se cargue al establishment y volvamos al estado del malestar que permitirá que la izquierda verdadera de verdad triunfe de veras y de una vez, por dios ya. Trump me desencaja, pero me siento sujeto de un nuevo período histórico, qué suerte, no obstante dolerme las tripas, voy al baño, perdón.

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