Una sola papeleta.

Un chaparrón de publicidad política intentará derramarse sobre nosotros estos días de campaña electoral. Ya lo sabemos. Estamos preparados, y con los paraguas preparados, aunque será inevitable mojarse al menos los zapatos. Ya lo sabemos, sí: serán días de lemas ingeniosos, de ensalzamiento de líderes, de simplificaciones discursivas, de argumentarios comprimidos, de globitos y banderolas, de vamos a ganar a las encuestas, de o nosotros o el caos, de vótame y serás feliz . No merece la pena darle muchas vueltas, porque parece que es inevitable. Pero me gustaría reparar en uno de los principales defectos de los discursos electorales, que es una trampa dialéctica que sólo debería ser eficaz con niños y estúpidos: en esos discursos cada "partidario" se esfuerza en comparar lo mejor de su partido con lo peor de todos los demás. Y en comparar a los representantes más presentables de su partido con los más necios de enfrente. Cuando deberíamos saber que las comparaciones no deben hacerse en diagonal, sino en paralelo: lo mejor con lo mejor, lo peor con lo peor. Esto sería mucho más interesante, y daría mucho de sí, por una razón fundamental: cada uno de los cuatro partidos tiene diversas versiones, y de todos puede encontrarse una versión buena y otra mala.

Alguien me ha dicho hoy que debe ser la única persona que piensa que todavía duda entre los cuatro partidos. Yo estoy seguro de que hay bastantes personas en esa situación. Basta que no se sientan especialmente "heridos" por experiencias políticas, y que no estén ideologizadas. Basta que se fijen en la mejor versión de cada uno, y que hayan asumido la relatividad de sus opciones. Cualquiera de nosotros podría enfatizar razones para apoyar a más de un partido, y podría subrayar razones por las que no votarlos. Lo que nos lleva, de nuevo, al terreno de un saludable distanciamiento de la brega partidista, y a la incomodidad de tener que expresar nuestras preferencias políticas con sólo una papeleta. ¿No les encantaría poder votar por porcentajes? Un 40% de mi voto a este partido, un 30% a este otro, y 15% para los restantes. Pero no. Hay que elegir a uno, y para eso probablemente tenemos que aislarnos un ratito y comparar lo mejor de todos, luego lo peor, y finalmente hacer una media ponderada...

Así, podríamos decir del PP que se ha convertido en una franquicia de la corrupción, que apenas ha reducido el paro y sin embargo ha deteriorado sensiblemente la situación de los trabajadores, que carece de sensibilidad social porque puede ganar unas elecciones sin el voto de los pobres, que es un partido resignado o incluso complaciente con un estado de cosas que genera injusticia sistémica, que en política territorial sacrifica la complejidad de España para reforzar voto en los lugares donde no se vive esa complejidad, alejando a los que querrían más diversidad, y que tiende a desarrollar espantosas políticas de comunicación, incluso utilizando medios públicos. Pero también podríamos fijarnos en que  no es un Tea Party, que tiene asumidos planteamientos que en Estados Unidos calificarían como socialismo (como la tributación progresiva, el sistema público de salud, una cierta garantía de pensiones); que durante décadas ha sabido reducir los restos del franquismo contentándolos con compensaciones simbólicas para que aceptaran la democracia y Europa; que tiene buenos cuadros que tienden a favorecer un funcionamiento eficaz de la Administración; que fueron valientes en el País Vasco en los tiempos más duros, y que gracias al "marianismo" supieron desprenderse de la pegajosa viscosidad del aznarismo, pese a la dura situación económica que ha tenido que gestionar en esta Legislatura.

Del PSOE podíamos decir que representa la claudicación de la socialdemocracia, que aunque se resistió un tiempo, acabó engullido en la lógica del poder, que quedó muy dañado por otra claudicación, la de los GAL, que padece de una arterioesclerosis que le limita esfuerzos y movimientos, que ha renunciado a ganarse a la nueva ciudadanía, que cree más en la fuerza de su partido que en la fuerza de las instituciones, que en ciertas áreas, sobre todo rurales, ha buscado conscientemente un voto subsidiado y ha generado redes clientelares, y que ha gestionado muy mal el problema de su liderazgo, buscando un pacto entre familias del aparato y no un pacto con los ciudadanos. Pero también es cierto que ha sido durante mucho tiempo "el partido más parecido a España", y que, sin exhibir más españolismo de la cuenta, ha sabido en sus etapas de gobierno estructurar un país moderno con los mínimos imprescindibles del Estado del bienestar, y ha protagonizado una oposición política decente cuando no ha obtenido mandato para gobernar. Que tiene una indiscutible tradición democrática y europeísta, y que con mejor o peor fortuna en la gestión al menos se ha empeñado en políticas sociales que casi están inscritas hoy como "derecho adquirido" de la sociedad.

Podíamos decir de  Ciudadanos que ha cuidado más la marca que la sustancia, que es un movimiento de arriba abajo, es decir, no surgido de la gente, sino preparado para gustar a la gente, que sostiene un discurso político chato, sin cimientos, construido con los materiales mediocres de las tertulias y los periódicos, que en lo económico ha buscado la seguridad de cierta ortodoxia liberal muy apreciada en círculos de gran empresa que acepta todas las reglas del juego enmendado sólo algunos excesos, sin arriesgarse a estropear sus fórmulas con la preocupación por la justicia (con minúsculas), y que su política de pactos pasa por apoyar lo que haga falta a cambio de alguna concesión gestual o cosmética. Y también podríamos decir, sin contradecirnos, que no puede dudarse de que pretenden una regeneración en los modos de gobierno que obligaría a los viejos partidos a tratar sus enfermedades, que ha ofrecido una alternativa decente y viene a colmar una laguna en el panorama político español que por unas razones u otras se truncó en el intento de UPyD: un partido influyente, liberal en lo económico pero también en lo político, sin la rémora de un conservadurismo paralizante. Y que ha convertido en candidatos novedosos cargados de ilusión a gente hasta ahora alejada de la política.

Y sobre Podemos, podríamos decir que tiene el pecado del adanismo, el de creer que constituyen un antes y un después, que deliberadamente han querido "no distinguir" utilizando el saco de "la casta", que han dedicado mucha energía en defenderse de la colonización de una izquierda militante experta en contradicciones y en perder elecciones, que usa barra libre y sin cajero para hacer propuestas de bienestar, y que se está cegando con un discurso victimista sobre su maltrato por los poderosos medios de comunicación, sin revisar qué otras razones impiden su crecimiento. Como también podríamos decir que su principal virtud ha sido la de canalizar un lúcido y espontáneo descontento social hasta ahora desestructurado, que no encontraba puntos de inserción en el sistema (democrático), ofreciendo una representación política a movimientos y ciudadanos cuya prioridad es ensayar cambios profundos y arriesgados, para contrapesar con energía política los planos inclinados que favorecen a los grandes intereses económicos que hoy tanto condicionan la agenda política.

El menú es variado. La carta puede leerse con apetitos diferentes, y eso condicionará el voto. No da todo igual, claro que no. Lo malo es que sólo nos dejan elegir un plato, sin ni siquiera variar la guarnición. Salvo los iluminados que casi hacen de su partido una religión, aquí estamos todos en el mediocre purgatorio, y tenemos que elegir entre contradicciones y puntos suspensivos.

1 Respuesta

  1. Estimado Miguel. Buen resumen y superado lo de no mojarse más arriba de los zapatos. Pero todavía se puede resumir más, yo diría que con las opciones políticas podemos tener un paralelismo respecto a las opciones televisivas, cuantos más canales peor calidad de los mismos. En fin aquí un "zoon politicón" que asume aquello de que la democracia es el menos malo de los sistemas, y digo malo, pero mejorable con más años y más de la misma. Animo a todos a caminar, hacer cualquier otro deporte, no leer mucho, no ver mucho la tele y buscar otros temas interesantes en internet para escapar un poco de la que se nos viene encima. (Me refiero a la campaña 🙂

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