Una conversación sobre el proceso de escribir una novela.

Un grupo de lectura en redes sociales del que formo parte ("Lectores amigos") ha tenido la iniciativa de entrar en contacto con algunos autores para conversar sobre sus obras, el proceso de creación literaria, técnicas y estilos de composición, dificultades, etc. Me lo propusieron a mí, y formularon un aluvión de preguntas, todas ellas tremendamente sugerentes. Era una conversación entre amigos y para "consumo interno", pero les he pedido permiso para colgarlo aquí. Me ha ayudado a ordenar algunas ideas y he disfrutado mucho charlando sobre estas cosas.

Medievo Candela/Lilly Elly: ¿Cuál fue el momento en que decidiste y supiste que ibas a escribir un libro y qué te motivó a ello? ¿Cómo empezaste a escribir? ¿Influyeron mucho las redes sociales en tus inicios y luego el apoyo de  los amigos a que publicases?

Cuando conoces a una mujer (o a un hombre) que te gusta y te interesa, intentas encontrarte con ella, quedar, viajar, buscar momentos íntimos, pero no te preguntas de entrada si quieres casarte con ella, porque entonces te retraes y te ahogas en una pregunta “totalitaria”. Algo parecido ocurre con, sobre todo, la primera novela: no debes preguntarte al principio hasta dónde vas a llegar, sino sólo seguir, seguir, seguir hasta donde llegues, hasta que te canses, hasta que el texto se desmaye, y quizás así se llegue a un momento en que dices: "tengo una novela".

Tienes afición por escribir, encuentras un impulso, algo tira de ti, piensas las siguientes "citas", y compruebas que el asunto va tomando cuerpo, va ganando en complejidad, unos aspectos tiran de otros y se va creando algo parecido a un pequeño universo donde pueden pasar cosas, donde viven personajes, donde se cruzan historias. Tuve (varios) intentos anteriores que se quedaron en un "flirteo" sin concreción, o acabaron en un relato, pero con "Noches de San Lorenzo" (publicada varios años después como "Cuando siempre era verano") entré en la montaña, me vi sumido dentro de ella, y seguí excavando hasta intuir que había una salida: entonces "supe" que estaba, por fin, escribiendo una novela.

Las redes sociales no influyeron nada en absoluto. No existían cuando me peleaba con la primera novela. Influyó mucho más la vocación por escribir, la afición por incorporarme a esa rueda en la que estamos, que es dejar que nos cuenten y contar cosas. La "red social" que me ayudó fue de carne y hueso: mi padre se pasaba las tardes en casa escribiendo (aunque no narrativa, sino artículos literarios y de pensamiento), y probablemente eso me contagió algún virus; además, compartía la afición por leer y escribir con algunos amigos (un par de ellos empezaron a publicar antes que yo).

Y por último, en cuanto a la "publicación", es necesaria la insistencia, la paciencia, y algún golpe de suerte. No tengo la más mínima duda de que hay muchos originales de mucho valor que se han quedado en la sombra. Durante bastante tiempo yo me había quedado fuera, hasta que se me abrió una rendija inesperada. Una vez dentro empieza a ser más fácil.

Ana Alcázar/Medievo Candela¿Tienes en mente más o menos cuando empiezas a escribir el final...o te dejas llevar y te sorprendes a ti mismo con un final que no esperabas? ¿Y el título, es lo primero o lo último?

En mis tres novelas publicadas el final no sólo no estaba cerrado, sino que no estaba imaginado. Hay otras formas de escribir, que parten de un guión claro y perfilado, de un diagrama. Yo hasta ahora no he tenido nunca un "guión" previo: lo que tengo es un impulso fuerte, una idea central capaz de sostener una novela, un escenario (eso es fundamental), uno o dos personajes, pero todo abierto a muchísimos desarrollos posibles. El "desenlace" va brotando del propio desarrollo de la novela, y es necesario descartar muchísimas ideas que te van surgiendo pero que acaban no convenciéndote por inverosímiles, por demasiado artificiosas, previsibles o insulsas. Si yo ya supiera todo lo que quería decir, es seguro que disfrutaría menos. Yo "persigo" mis novelas y el camino va desbrozándose en medio de una selva de posibilidades.

Puedo poner ejemplos para quienes hayan leído las novelas. Quien no las haya leído, puede saltárselos:

-  en "Recuerda que yo no existo", no tenía ni idea de quién mandaba a Matías Verneda, ni por qué, ese manuscrito que recibe en el capítulo primero que lo retrata de manera tan cruel. Sólo sabía que Verneda habría de ser un abogado que poco a poco, sin ni siquiera darse en realidad cuenta de ello, iba derivando hacia trabajos de extorsión (y luego venganza) que buscaban resultados al margen de los procedimientos propios de un abogado, y que eso habría de generarle algún conflicto personal. Tampoco sabía cuáles serían las consecuencias de su accidente ni si al final la parte buena de su alma sería capaz de resistir frente a su deriva de corrupción moral. Por supuesto, tampoco tenía en la cabeza cuál sería la evolución de la relación entre Matías y Victoria (quien no aparece hasta el capítulo quinto)...

- En "Cuando siempre era verano", no tenía ni idea de quién era la chica a la que se llama como "la marquesa", ni por qué se llamaba así, ni a qué había ido al encuentro del profesor Zaldaña a Santander. El protagonista se lo preguntaba al mismo tiempo que yo, e Irene tardó en decírselo porque yo mismo no lo sabía. Sí tenía claro que desde esa noche de 10 de agosto de 1999 en la Universidad Menéndez Pelayo de Santander, la víspera del eclipse total de sol, el protagonista iría volviendo a los recuerdos de los veranos de su infancia, a aquella familia de postguerra y a aquel paraíso junto al río Duero,  pero no podía sospechar la relación que pudiera haber entre aquél pasado y lo que había de encontrarse en esos días de estrellas fugaces, deseo  y eclipse...

- En "Casa Luna"... (Aquí debo ser más cauto). Digamos que comencé sabiendo bien cuál era la "mentira" de Marcos Fortuño (que se cuenta ya en los primeros capítulos), pero no cuál era su gran "verdad". Cuando lo "descubrí", uf, no os podéis imaginar los nervios que me entraron, al encontrarme con una historia tan grande y tan exigente.

- En la cuarta novela, que estoy escribiendo, estoy en medio de la montaña, sin vislumbrar la salida. Sé como va a evolucionar el siguiente tramo, cuando la retome este verano, pero me falta encontrar algo que envuelva toda la novela y le dé un sentido grande a todo lo que estoy queriendo contar. Aún no lo he encontrado. Pero tengo por delante tiempo, paciencia, muchos viajes con música, noches en la terraza, para que las ideas vayan apareciendo como en un casting en el que mando yo...

En cuanto al título, las dos primeras novelas cambiaron de título por razones distintas. Una se llamó siempre "Noches de San Lorenzo", pero al publicarla se había metido por medio una novela de Julio Llamazares titulada "Lágrimas de San Lorenzo", y busqué otro. "Recuerda que yo no existo" se llamó primero "Venganza S.L.", luego (y sobre todo) "La mano izquierda" (desde que me encontré con ese personaje, Ernesto Rosales, con el que no contaba al principio), pero en la editorial me dijeron que podía parecer el título de un libro de autoayuda, y buf, lo cambié, no sé si con acierto o no. "Casa Luna", en cambio, se llamó así desde el principio hasta el final. Cuando iba a publicarse entré en crisis (Maave lo sabe), me di la oportunidad de pensar otros, pero al final resistió "Casa Luna", y cuánto me alegré cuando lo vi impreso en la portada. Siempre he dicho que las novelas deberían incluir una addenda con los títulos que se barajaron antes de dar con el definitivo.

Pura Rodríguez SánchezMe gustaría saber si todos los personajes de tus libros están en el proyecto, o algunos cobran vida según se desarrolla la trama

Hay siempre uno o dos personajes iniciales: Matías Verneda y su hija Paula en "Recuerda...", Juan y "la marquesa" (Irene), Antonio Quintana y María Jacinta en "Cuando siempre..."; y Marcos Fortuño y Amalia en "Casa Luna". Pero luego estos personajes se rozan unos con otros y van perfilándose de maneras que yo no sospechaba, les pasan cosas, cambian... Y además aparecen, sobre la marcha, personajes fundamentales con los que no contaba y que cambian "el guión", se colocan en el centro de la escena y ponen sus condiciones. Por ejemplo, Victoria, y sobre todo Ernesto Rosales en "Recuerda...", Carlota Omedes (y quien callo) en "Casa Luna", Genara en "Cuando siempre...".  La evolución de los personajes es lo más fascinante de escribir una novela. En un relato pueden estar perfectamente perfilados desde el principio, pero en la novela no: si lo estuvieran, sabrían a falso y a artificio.

Ana Alcázar/Carmen Ballesteros: ¿Tienes algún tipo de ritual cuando escribes? Es decir, si necesitas especial silencio y concentración o llevas una tablet siempre a mano para escribir en cualquier momento, o  llevas una libretita de ideas geniales que luego empleas. ¿Recurres  a diccionario de sinónimos en busca de la “palabra perfecta”?

¿Tablet? Jajajaja, yo necesito un teclado y una pantalla en toda regla (en realidad no tengo Tablet). Para "redactar" necesito tener tiempo por delante, estar sumergido en la historia (por eso casi siempre lo hago en verano), no puedo avanzar en la novela con la disciplina de un ratito cada día, necesito tirarme al estanque y ver qué pasa. Eso sí, el resto del año sí tengo esa "libretita" donde voy apuntando ideas, imágenes captadas por la "cámara literaria" que llevamos siempre por si acaso (situaciones, diálogos, ideas que surgen y que desatascan, escenas...). Cuando luego repasas esos cuadernos, te das cuenta de que la novela era un árbol con un tronco y ramas muy variadas, posibilidades que se te iban ocurriendo y que quedaron muchas en el cesto de los papeles...

La "palabra perfecta", dices. . Eso es fundamental. Si no la buscas, si no te gusta buscarla, olvídate de escribir. Es lo más importante. Casi nunca la encuentras, pero buscarla es fundamental. He prescindido de ideas, de escenas, de ocurrencias una y otra vez porque no encontraba la manera de expresarlas de manera "exacta": creo que lo que no puede expresarse bien, es porque no existe (o no merece la pena existir). Nunca escribir puede ser simplemente contar "aproximadamente" una cosa. Hay que evitar expresiones como "me sentí mal", "tenía ganas de verla", "era guapa", o "disfrutaba mucho al conducir por la carretera", no sé si me explico.  Debes ser exigente y llegar hasta donde puedas, penetrar a fondo en cada párrafo con una palabra o una imagen que sea como un puñal que raja la superficie de las cosas. Eso requiere también, muchas veces, revisar y revisar, sentarte delante de un capítulo terminado y ESCULPIR el texto. Esa parte del trabajo de escribir a mí me importa mucho, igual que como lector lo que más me importa es la manera de contar y decir las cosas, más que lo que me cuentan...  Hace poco puse un ejemplo sobre la importancia de la exactitud (en el que yo quedo fatal). Le comenté hace muchos años a un amigo mío, escritor (José Luis Serrano), fascinado como yo por Cortázar, que me había gustado mucho el relato "Todos te queremos mucho, Glenda". José Luis me miró, no sabia si reir o regañarme, y me dijo: "Miguel, acabas de cargártelo. Se llama 'Queremos tanto a Glenda': ni el sujeto es el mismo ('todos' y 'nosotros'), ni se lo estamos diciendo a Glenda, ni 'tanto' es lo mismo que mucho".

Sí, alguna vez el diccionario de sinónimos ayuda. No para buscar una palabra rara, un cultismo, sino cada vez que te parece que la palabra que has escrito es sólo "aproximada", y no "exacta".  Ojo: no creáis, por favor, que yo me atribuyo a mí mismo "exactitud" en las palabras. Hablo sólo de una "persecución", que tiene sentido en sí misma.

Esa exactitud, a veces, está en el ritmo. Otra cosa fundamental, que sólo se percibe cuando falla. Como lectores, habréis tenido esa experiencia muchas veces. Los párrafos no pueden ser una pedrada detrás de otra. No se puede estar reiniciando el texto a cada párrafo: cada uno debe ir llevando a los siguientes. Tiene que haber una línea tensa que los una. Quizás por eso yo necesito dividir la novela en capítulos de entre siete a diez páginas: así cada uno de ellos tiene una unidad en sí mismo.

Pedro Antonio Balanza Vicente  Siempre me he preguntado por el trabajo "sucio" del escritor; me refiero al de borrador. Una vez empezado a escribir, y me refiero a una novela, ¿sueles hacer modificaciones en el texto ya escrito no inmediatamente?? Incluso cambiar el orden de fragmentos, además de correcciones o añadir texto.

Esta pregunta está ya contestada con la idea de la "persecución" de la palabra (o expresión) exacta, y con los cambios obligados por los descubrimientos que van apareciendo. Las novelas deben ser "porosas", es decir, dejar que entre y salga el aire. Para eso hay que darles tiempo. Y no habrá buena novela si la "papelera de reciclaje" no acaba bien nutrida... Claro que sí, yo creo que cada uno de los capítulos los he leído y releído no menos de diez o quince veces, con intención de mejorarlos. Además, los primeros capítulos han de cambiar casi siempre en función de los siguientes que han ido provocando, y hay que estar dispuesto a no aferrarse a lo "ya escrito" aunque te guste.

Lo más difícil es una revisión "global" que comporte cambios de estructura importantes. Eso comporta demasiadas renuncias, que son muy dolorosas. En mi caso, hasta ahora, no me ha ocurrido.

Lola Fernández/Carmen Ballesteros¿Cómo te documentas para desplazar la historia de un libro a cualquier lugar, situación, época..? ¿Surge primero la documentación o vuela la imaginación de la experiencia de lo leído, es decir de tu propia experiencia?

Este es uno de mis defectos como escritor. Yo necesito un suelo firme donde ambientarme con seguridad, y quizás, desde ahí, hacer "excursiones". Pero no sabría ambientar una historia en Japón o en la Edad Media. No tengo esa destreza que sí encuentro en grandes escritores. En "Casa Luna" hubo mucho trabajo de "documentación", que en realidad era mucha lectura para corroborar una hipótesis, pero no fue "investigación" de lugares, situaciones o épocas. En “Cuando siempre era verano”, vi algunos NODOS, leí cartas antiguas de familia de los años 50 y 60, y, un verano, fui a ver qué había al otro lado del río Duero, a la altura de San Miguel del Pino (“Pinos de Duero”, en la novela). En “Recuerda que yo no existo” como mucho consulté algunos datos puntuales de fechas o lugares, y, para la parte que se ambientaba en Almería, me pedí algún día libre para visitar lugares, ubicar escenas y ambientarme: así logré elegir el lugar del "Desguace de las Hortizuelas", entrar en el hospital y ubicar la casa de "La Andaraxa".

En la cuarta novela (¡no tiene título confesable todavía!) sí estoy teniendo que leer para conocer contextos que me llevan a situaciones de las que sólo tengo una remota idea. He llegado a entrevistar a una persona, testigo de muchas cosas, con una grabadora. Ya veremos...

Maave   Bueno, ahí va la mía en todos tus libros hay una casa que se convierte en un lugar al que volver de tus personajes, el refugio. ¿Tú también tienes esa casa, ese refugio donde te despojas de todo y sólo eres un escritor?

Sí, Maave. Esa casa es el verano. No me refiero sólo a las "vacaciones". Me refiero al verano. Incluso antes de escribir, siempre contemplaba el verano como una oportunidad de recuperar todo lo que ha ido quedando atrás. El año es un río que te lleva, y el verano es un estanque en el que puedes detenerte, mirar, pensar, recordar... Ya lo sé, durante el año también hay algunos momentos-estanque, y es verdad que alguna vez los aprovecho para escribir.

Jules Gabriel Verne  Hasta la fecha has escrito tres novelas. ¿Crees que hay una evolución en tu literatura? ¿Piensas que tú última novela es más madura y de más calidad literaria que la primera?

Desde el punto de vista de eso que se llama madurez literaria, yo sí creo ver un avance. La primera escrita ("Cuando siempre...") es intimista, roma en su argumento (el argumento es más bien simple...) pero afilada en algunas emociones bien trabajadas, además de usar la técnica (difícil, porque si no lo haces bien te quedas en el tópico) de la "evocación". La segunda ("Recuerda...") tiene más argumento y dos vectores más complejos: una historia difícil de amor, y un proceso de descomposición moral, además de un desenlace muy trabajado (que se hace posible gracias al detalle del olor a zotal en la habitación de Matías en el hospital en el momento en que llega Victoria…). "Casa Luna" creo que es la mejor, porque por primera vez me atrevo con algo grande y universal, y porque su estructura está muy trabajada. Eso no significa, ni mucho menos, que sea la que más guste.

Maave  Roloro  En todas tus novelas la protagonista oculta es una mujer. ¿Te atreverás a que sea la protagonista visible la próxima vez?

Qué bueno. La protagonista "oculta". Tiendo a vivir los personajes femeninos como los vivo en la realidad: las miro desde fuera y las imagino por dentro. En la vida me fijo más en ellas (no es un chiste fácil) y quizás descubro más matices, pero no sé si hasta el punto de crear un personaje femenino redondo en sí mismo, no "con relación a" otro hombre. En la cuarta novela el protagonista, lo siento Maave, se llama Martín Godoy, pero esta vez él está contemplado desde fuera: son sus testigos (como mínimo tres, quizás más) quienes redactan en primera persona. Una de los testigos es Gabrielle, y en esa parte estoy. Necesitaré ayuda para comprobar si una mujer puede mirar así a un hombre...

Ana Alcázar De todas tus novelas, ¿cuál es la que más te ha costado sentimentalmente hablando? ¿Y en cuál de ellas hay más de ti?

"Cuando siempre era verano". Se trataba de volver una y otra vez a veranos extinguidos queriendo revivirlos, intentando que siguieran pasando cosas en aquel escenario. De hecho, fue una especie de tributo, y al mismo tiempo un legado: la comencé a escribir cuando mi mujer quedó embarazada por primera vez, y era como mirar atrás para dar todo lo anterior al siguiente eslabón de la cadena: acababa de ser el último eslabón, y eso te hace tomar conciencia de la cadena. A mi protagonista, Juan, le puso el nombre que fue de mi padre y que sería de mi hijo.

MJose Ramírez Miranda Háblame de tus musas.

Los libros,  las noches y siestas de verano, los momentos en que de repente todo se para. O una carretera entre árboles al atardecer. También algunas películas que me hacen vislumbrar "otro lado" de las cosas.

Al margen de las musas, están los gigantes (“somos enanos a hombros de un gigante”), esos autores a los que ves en una dimensión superior.

Ana Alcázar ¿Es cierto que se escribe más y mejor desde el dolor que desde la felicidad?

Qué difícil respuesta. Yo creo que la alegría y el dolor extremos no son buenos compañeros para escribir. Algo de insatisfacción y de falta de armonía, de perplejidad, sí es necesario, porque te fuerza a poner peso en el otro platillo de la balanza, como buscando un equilibrio. Pero a fin de cuentas creo que hay que emplear algo de "oficio" que te permita separarte de ti mismo. Una novela tarda mucho en escribirse (en mi caso, una media de cinco años), y atraviesa muchos estados de ánimo que se van redondeando unos con otros. Fíjate, yo diría que el estado de ánimo (salvo, insisto, los agudos y extremos) me influyen más como lector que como escritor. Cuando estás "dentro" de la novela que escribes, la propia novela va influyendo en tu estado de ánimo. Ya sabes, García Márquez lloró desconsolado cuando se le murió Aureliano Buendía. La novela "te está pasando" a ti...

Medievo Candela De todos tus personajes, aunque los querrás a todos...Cuál es tu debilidad, el que te parece más complejo, más trabajado, más completo, el que te ha sorprendido porque creció más de lo que imaginabas cuando empezaste a pensarlo, crearlo y trabajarlo

El que más creció sin yo decidirlo fue Ernesto Rosales, pero a ese personaje "lo odio" (entre comillas). Está ahí para odiarlo. Sinceramente creo que es uno de mis mejores personajes. Se ganó un sitio que yo no le tenía reservado y envolvió el sentido entero de la novela (“Recuerda…”). Me gusta mucho la complejidad humana y la debilidad de Matías Verneda, la belleza imaginada de Irene Roch y tengo debilidad por la pobre Paula. A María Jacinta la "recuerdo". Creo que mi personaje menos conseguido es Juan Zaldaña (el profesor de "Cuando siempre era verano", que en realidad es "destinatario" de muchas cosas y autor de muy pocas). A quienes más me gustaría encontrarme en una esquina de la vida sería a Victoria y a Carlota Omedes. Y a Amalia, he llegado a desearla físicamente.

Carmen Ballesteros ¿Escribir para ti requiere la disciplina de cualquier trabajo?

No. Para mí no es una cuestión de disciplina. Está claro que eso no significa que no haya que "trabajar" mucho, pero la literatura es "pura alegría", todo es gratis, y es fundamental estar atento más a los hallazgos y a los "puntos de fuga" que a lo planeado. Nada de fidelidad: hay que montarse en muchos trenes y mirar por la ventanilla.

Medievo Candela ¿Qué buscas en tus lectores? Que les guste, está claro. Pero te basta o pretendes a medida que vayas evolucionando como escritor despertar conciencias dormidas, mover e incitar al lector a reflexionar sobre el mundo, la sociedad.. Sembrar entre tú y ellos algo que germine?

Sobre todo, que me quieran.

Pero también entrar en esa rueda en la que unos nos contamos cosas a otros. "Esto tengo que contarlo", ¿no os pasa con frecuencia?  ¿Por qué la gente cuenta chistes? Porque quiere compartir la risa. ¿Por qué se escribe una poesía (quien sepa hacerlo) o una novela? Porque uno quiere compartir-se.

"Sembrar algo que germine", dices: eso es una aspiración máxima: uno se sabe penetrado y colonizado por muchas cosas prodigiosas que le han llegado de fuera, y a pocas cosas mejor se puede aspirar que a meterse en forma de novela en un día o una noche de otra persona y provocarle una emoción, un pensamiento.

¿Plantar un árbol, tener un hijo, escribir un libro? En fin, quizás está el pánico de ser el último de la estirpe de los Buendía (o de cualquier otra), y por eso los hombres y las mujeres sentimos la necesidad de dejar algo para otros. No queremos ser el capítulo final de nada, ni que nada se muera con nosotros. Que siga la cadena…

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