Los papeles de Panamá: una puñalada de luz en la oscuridad.

 Lo más probable es que ninguna de las personas que alguna vez han pasado por este blog supieran hasta ayer que existe un despacho de abogados llamado "Mossack Fonseca" que ofrece servicios de creación de sociedades "offshore" en Panamá, a modo de nichos o guaridas donde puede ingresarse, guardarse y esconderse dinero procedente de cualquier actividad lícita o ilícita, en cualquier parte del mundo, a buen resguardo de las obligaciones fiscales de su titular en su país de origen y del conocimiento de acreedores, de cónyuges y familiares, de Hacienda y de jueces. No lo sabíamos ninguno de nosotros, porque es una información que no nos sirve para nada: nos basta con recordar a duras penas cómo se llama la chica de la oficina bancaria a la que de vez en cuando vamos a recoger la tarjeta renovada o a preguntar por un recibo extraño, que es para lo que normalmente vamos al Banco.
Pero hay otra gente que sí conocía ese despacho. Gente con mucho dinero de herencias y fortunas, pero también de robos, de transacciones delictivas, de negocios inmorales, de pelotazos no sólo inmobiliarios, de cohechos, de extorsiones mafiosas, de narcotráfico, de facturas millonarias en B, que en un momento decide, probablemente a sugerencia de algún "asesor", que le viene bien "guardar" ese dinero por si acaso sin que nadie se entere de que lo ha ganado, y sin someterse a la dura y desagradable disciplina del pago de impuestos. Gente que se sabe distinta, porque tiene mucho más dinero que usted y yo, gente que ha llegado a la convicción de que las normas están bien para los demás, y que ellos se merecen un trato distinto, entre otras cosas porque pueden pagarlo a Mossack Fonseca, que debe cobrar unos honorarios prohibitivos. Esos sí acaban sabiendo cómo contactar con Mossack Fonseca y cuánto cobra por sus servicios.
¿Se imaginan cuántas horas de trabajo de tanto abogado, tanto asesor, tanto empleado, tanto intermediario, tejiendo y protegiendo una red de captación de clientes en todo el mundo, desde Hong-Kong hasta cualquier oficina de Madrid o de Buenos Aires? ¿Se imaginan las entrevistas, los modelos, los formularios, las garantías, los trámites, los contratos simulados, los domicilios ficticios, la elección de testaferros, la concreción de la fecha para la orden de transferencia? ¿Se imaginan los maletines, los movimientos bancarios, los viajes, los correos electrónicos, las llamadas telefónicas al bajar del avión, las claves y contraseñas, las anotaciones de agenda, las firmas plasmadas en documentos después de una charla complaciente en la que alguien le dice al cliente que es una operación segura y adecuada para su situación patrimonial? ¿Pueden imaginarse también el daño, la sangre, la pobreza,  el deterioro de las condiciones de vida de tantas familias cuya dignidad depende de prestaciones sociales, la suciedad en la contratación pública, los disparos con armas prohibidas y las muertes por drogadicción que, como subproducto, hay debajo de esas operaciones de papel satinado con membrete elegante?
Cómo me alegro cada vez que la audacia de algunos permite entrar en las confortables cuevas de ladrones y reconstruir alguno de los laberintos con los que "la casta" (porque eso sí que es una casta, con todas sus letras) se pone a salvo de las reglas de juego. Qué enorme satisfacción me da pensar en el insomnio de los fundadores de ese despacho de Panamá, la zozobra inmensa de aquellos cuyos nombres ya han sido publicados y de aquellos que temen la cárcel o su ruina por la multa que, quizás, si hacemos las cosas bien, se verán obligados a pagar. Qué inmensa alegría me produce imaginar la preocupación de esos otros que habían optado por otro despacho y otro "paraíso", cuando ayer comprobaron que hay resquicios de inseguridad en su búnker pestilente y que quizás hoy mismo otros audaces piratas, periodistas, empleados infieles o agentes tributarios están ya investigando.
La publicación de los "papeles de Panamá" ha sido para mí la mejor noticia de este año. Los llamados "paraísos fiscales" no podrán quizás suprimirse por falta de voluntad política o por insuficiencia de medios, pero estos "fallos del sistema", estas puñaladas de luz que rasgan ocasionalmente la normalidad oscura de los circuitos en los que esa casta infame se esconde, deben ser celebrados por todo lo alto.
Brindo por cada palmo de "paraíso fiscal" que se convierta en un infierno para sus usuarios, por cada socio de los Mossack Fonseca que en el mundo haya que vea devastado su chiringuito y asediado por linternas, rotativos y registros policiales. Ojalá cundiera el pánico, ojalá los ricos tramposos se sintieran perseguidos por el miedo a quedar descubiertos un día y pasaran a depender de los servicios sociales que ellos mismos están contribuyendo a deteriorar. Es importante que no nos quedemos la anécdota de cuatro nombres célebres: Messi, Domecq, Almodóvar, Cameron, Borbón, Putin o Macri. No son peores que tantos otros que hoy, por fortuna, están pasando un mal día porque se sienten menos seguros.

2 Respuestas

  1. Anónimo

    NO creo que haya muchos comentarios, sobran en este caso

  2. Berguenza me da

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