Siempre quise ver en el espejo mi cara con los ojos cerrados, pero hasta ahora era imposible, porque para verla tenÃa que abrir al menos un ojo. Pero ahora que al parecer podrÃamos ser más rápidos que la luz, propulsados por esas terribles partÃculas de las que seguramente estará hecha la materia del diablo, logrararÃamos por fin engañar al implacable espejo. EscaparÃamos por fin de la dictadura del momento y de la ubicuidad: por fin podrÃamos estar al mismo tiempo acá y allá, tomar en cada cruce el camino de la derecha sin dejar el de la izquierda. PodrÃamos hablarnos por teléfono a nosotros mismos, o encontrarnos en el banco de un parque con un viejo que nos cuente nuestra vida, la vida que él ha vivido, como le ocurrió a Borges.
Ignoraba que la luz fuese el lÃmite de la linealidad del tiempo. Si pudiéramos ser más rápidos que el tiempo, serÃamos capaces de salir de él y atisbar una eternidad compuesta de infinitas fugacidades solapadas a nuestra disposición. Creo que los cientÃficos han encontrado, por fin, el árbol de la ciencia, del bien y del mal (que, por cierto -no lo habÃa pensado antes-: sin duda era un manzano). Me da miedo, casi me habÃa acostumbrado a este paraÃso sojuzgado por el tiempo. No sé si querrÃa vivir sin ignorar el futuro. En vez de esa velocidad ultralumÃnica, preferirÃa que hubiesen descubierto una extrema lentitud (más lenta que la oscuridad total) que rompiera el tiempo hacia atrás: que nos permitiera volver a dÃas felices o a momentos olvidados.
Uff, eso de tener acceso al futuro serÃa estremecedor, sobre todo cuando piensas que el futuro se construye segundo a segundo.
Por otra parte pensar que el futuro ya ha sido escrito darÃa cierta tranquilidad, ya no tendrÃas que hacer nada para conducirlo hacia el lado bueno, y podrÃas relajarte. Claro, eso suponiendo que te puedas relajar.
Que miedo saltarse los tiempos como si fueran páginas de un libro escrito, quién sabe con qué se podrÃa encontrar 🙂
Saludos