La prórroga Macron puede alimentar a Le Pen.

Por más que Marine Le Pen tenga diseñada alguna estrategia de busca de voto transversal (ayer mismo anunció, a tal fin, que deja provisionalmente la presidencia del Frente Nacional para ser la candidata de "todos los patriotas" frente a "los banqueros"),  no hay riesgo de que alcance la Presidencia de la República Francesa. Pero eso no significa en absoluto que el Front National haya dejado de ser un riesgo creciente para Francia y para Europa. Es cuestión de tiempo.

Dentro de cinco años volverá a haber elecciones presidenciales, y es muy probable que las cosas sigan más o menos igual que ahora, entre otras razones porque, en el fondo, eso es lo que ha prometido Macron a los franceses: algunos ajustes técnicos en la maquinaria (unos las llamarán "reformas" y otros "recortes"), sin intención alguna de revisar su estructura. La economía francesa seguirá más o menos igual, seguirá habiendo atentados terroristas en Francia y declaraciones de condena,  los franceses seguirán enredados en un debate sin fundamentos sobre el sentido y los límites de la inmigración y el multiculturalismo, y amplias capas sociales no encontrarán esperanza, se sentirán inseguras y carecerán de ambición política para no rendirse a las soluciones milagro del orgullo patriótico. No es, en mi opinión, un vaticinio demasiado agorero el pensar que la presidencia de Macron será fallida: tan fallida quizás como la de Hollande. Macron no es De Gaulle, ni tampoco es Delors, porque no parece diseñado para construir, sino para aguantar.

El malestar de Francia y la crisis de los partidos que en el siglo pasado construyeron el Estado del bienestar no es una simple cuestión de asuntos de corrupción que se cure con regeneracionismo. No es un resfriado, sino cáncer. Es cáncer porque hay una proliferación de células malignas que están colonizando el cuerpo democrático de la República: el tumor invasivo es un capitalismo convertido en plutocracia, y las terapias hasta ahora ensayadas por la tecnocracia y por la exsocialdemocracia no están funcionando, quizás porque no acaban de reconocer la gravedad de la enfermedad.

Es probable, sí, que dentro de cinco años los problemas sean parecidos, y que Marine Le Pen, o quien la sustituya, siga intacta como una oferta de terapia diferente, heterodoxa, no homologada pero llena de invitaciones para quienes avanzan en la desesperación y ponen su esperanza en la destrucción purificadora. Macron parece un tipo salado, limpio, con buena disposición, pero mucho tendría que sorprender para demostrar que no es más que un penúltimo cartucho de la tecnocracia dispuesta a prolongar un estado de cosas objetivamente insostenible a largo plazo por ser indiscutiblemente injusto, y ese es precisamente el escenario proclive al crecimiento del cáncer en las capas profundas del organismo republicano.

Este es el riesgo que hay que afrontar al día siguiente de la toma de posesión de Macron en el Elíseo. Deberíamos darnos cuenta de que la única manera de combatir a Le Pen es evitar que se consolide un escenario en el que el único conflicto posible sea el enfrentamiento entre el modelo tecnócrata liberal y el autoritarismo de derechas, porque si así fuera, el sistema acabaría rompiéndose por su peor costura, que es el populismo nacionalista, xenófobo y parasitario del falso discurso de la seguridad. Para evitarlo la estrategia no puede ser la meramente defensiva del statu quo con mejoras cosméticas, sino provocar un conflicto más interesante de naturaleza constructiva, no destructiva o defensiva: oponer al modelo tecno-liberal la incondicionalidad de los derechos y libertades y una justicia social sostenible. Porque frente a la reacción populista (esa que disuelve la democracia y la trastoca en unos cuantos atajos hacia objetivos irracionales aunque vistosos) los diques que hasta ahora siguen funcionando no aguantarán mucho más, salvo que volvamos a un ciclo de expansión económica en Europa que no se atisba. Por eso es necesario construir sin concesiones una ofensiva democrática que sea capaz de disputar a Le Pen el relato del malestar ciudadano y haga creer a quienes miran con vértigo a la pobreza que tienen derecho a seguir siendo (o volver a ser) clase media.

Mélenchon debería, en mi opinión, comenzar por pedir el voto para Macron, porque todos los defectos de la tecnocracia liberal se verían amplificados si el Front Nacional llega a las instituciones. Sin duda para el porvenir de la democracia y para la prevención de conflictos dolorosísimos Macron es una opción mejor que Le Pen, y es el momento de decirlo, para evitar incurrir en un tacticismo sin futuro. Pero a partir del 8 de mayo, la izquierda que aglutinaría al movimiento de Mélenchon y a una parte de los restos del PS (la que no representa Valls) debe ir preparando con la intensidad con que se preparan las grandes batallas un enfrentamiento con el lepenismo de dentro de cinco o diez años. Esa izquierda debe saber hablar de Francia y de Europa como de algo propio (no como un espacio usurpado o simplemente gestionado por los técnicos), y debe proponerse objetivos ambiciosos. Dentro de un tiempo la cuestión no va a ser si el modelo tecno-liberal resiste un poco más, sino qué nuevos pactos constituyentes seremos capaces de forjar los europeos. Y en ese escenario no puede faltar una izquierda democrática pero "insumisa", insumisa pero democrática, que apueste con energía política por la Europa de los derechos y por el poder de mayorías sociales liberadas del secuestro silente de la plutocracia, y que combata decididamente la mezquindad política de las auroras prefascistas.

 

5 Respuestas

  1. Tu comentario es acertado y puede compartirse en su integridad : fuera fascismos y que el cáncer del capitalismo invasivo convertido en plutocracia sea combatido por mayorias progresistas y constructivas que busquen una justicia social sostenible. Estupendo.

    Esa aspiración podría transportarse al programa político de cualquier partido decente, pero el problema, Miguel, es que no hay partido que presente un listado de medidas concretas y presupuestariamente avaladas para llevarla a cabo. Ninguno.

    Lo que yo veo es que frente a probemas globales gravísimos ( cambio climático, envejecimiento poblacioal, refugiados, muerte de millones de criaturas, incluidos niños, globalización, hiperdesarrollo tecnológico,. Etc), nuestras sociedades más avanzadas (Francia , España) están produciendo una caterva de políticos francamente deprimentes. Ese es el problema. Si a la fortaleza de la plutocracia le opones una infraestructira de partidos politicos dominados por segundones, por extremistas o por majaderos de manual , los riesgos de atraso democrático y económico se multiplican.
    Insisto: hace falta más sociecdad civil.

    El problema es que alguien se sienta ridículo u ofendido analizando a personas como Iglesias, Esperanza Aguirre, Sánchez, Junqueras, etcétera etcétera etcétera. Yo me siento ridículo, aunque mi solución no es votar populismo, evidentemente.

  2. Muy buena reflexión, Miguel, pero me atrevo a opinar,
    Dices: ” el tumor invasivo es un capitalismo convertido en plutocracia, y las terapias hasta ahora ensayadas por la tecnocracia y por la exsocialdemocracia no están funcionando, quizás porque no acaban de reconocer la gravedad de la enfermedad.”:
    Muy buena descripción!, la enfermedad es así de grave!. Pero, posiblemente, ese capitalismo convertido en plutocracia haya sido resultado de las politicas subvencionadoras de los socialistas.
    Que dificil es esforzarse cuando todo te lo dan gratis!.
    Dices ” oponer al modelo tecno-liberal la incondicionalidad de los derechos y libertades y una justicia social sostenible” . Pues hay que deliberar , y mucho, sobre los “derechos incondicionales”, pues para que exista una justicia social sostenible, hay que poner negro sobre blanco esos derechos: y no hablo solo de un “mínimo decente” pero sí de dejarse ya de pensar que todos tenemos “derecho” a que nos toque una primitiva jugosa!
    Ya está bien de creer que todos tenemos derecho a todo y que el Estado nos tiene que solucionar todo!
    Y mas dificil es tratar de poner en marcha a una población “europea” que ha caido en la “barbarie” al olvidar y renegar de los valores que fundaron y sostuvieron esta Europa en la que crecimos.
    Para crear una ofensiva democrática, primero hay que crear verdaderos ciudadanos, que sepan que el “papá estado” no es un millonario, sino que todos somos ese “papa estado” que sacamos las cosas adelante con nuestro esfuerzo.
    Ya ves, claramente no soy socialista, pero cada vez dudo más que sea ni siquiera “socialdemócrata”.
    Y a Macrón no lo veo nada “salado”: quizás un poco asustado…

    • Muy de acuerdo, Esther: si dejamos a la socialdemocracia (o como se llame) reducida a una política “subvencionadora”, nos quedamos con lo malo de lo peor, y con lo peor de lo malo: un clientelismo paralizante. Yendo a metáforas fáciles, la lucha contra la pobreza no es dar peces (subvenciones), salvo situaciones de necesidad inmediata. Ni siquiera es sólo dar cañas para pescar (todo el mundo emprendedor). Es decirle a los ribereños que el río es suyo (y romper los diques y cauces piratas que derivan el agua hacia balsas privadas)

  3. En cuanto al anónimo, es cierto que los políticos actuales que hemos tenido, y que teemos, en una buena mayoría, son el desastre que son. Pero no le echemos la culpa a los políticos. Cada pueblo tiene los políticos que se merecen.
    Como suelo hacer en este caso, animo con fuerza al anónimo a remangarse y meterse en harina: venga! trabaja en política, aunque te tengas que manchar las manos!

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