La memoria del Padre Quitián

ANTONO QUITIAN GONZALEZ, CURA OBRERO
FOTO: ALFREDO AGUILAR

El Padre Quitián tiene nombre propio en Granada. Tiene 89 años y no los ha vivido en vano. En el seminario aprendió que un cura está llamado no sólo a servir desde la distancia espiritual, sino a encarnarse, a dejarse atravesar por las dificultades de la gente, a enterrarse en la tierra para que algo germine, a asimilarse con la gente a la que iba servir, y a "vincularse al sufrimiento".  Su primer destino fue en pequeños pueblos rurales, hasta que lo enviaron a Granada. Él dice que se alegró cuando supo que lo destinaban a la parroquia de "La Virgencica", que era el barrio más pobre de toda la ciudad.

A su primera misa en la nueva parroquia acudió sólo una viejecita. Sus propiedades eran un colchón (que instaló en la sacristía de la vieja iglesia) y poco más. Decidió hacerse obrero, y no fue por moda ni por pose, sino porque vivir de otra manera le parecía "una traición". Se hizo cura obrero, cuando eso parecía una provocación. Con su horario y su salario. Se mezcló en todas las batallas de su barrio: la asociación de vecinos, los sindicatos, los movimientos antifranquistas clandestinos. Cuando en 1970 el convenio de la construcción fracasó por no admitir la patronal las exigencias de los trabajadores, apoyó la huelga, y estuvo en la manifestación en la que la policía disparó contra tres trabajadores y los mató. Luego siguió uniendo su suerte a la de los más pobres y fue esa su manera de vivir el evangelio. En 1975 se encerró con otros trabajadores en la Curia durante varios días, fue detenido, interrogado, trasladado a la Dirección General de Seguridad en Madrid, y enviado a prisión por no pagar la multa que se le impuso: primero, Carabanchel, y luego recluido en un convento, pese a que él quiso que lo encerraran con los demás obreros, sin privilegios eclesiásticos.

Muerto Franco, varios partidos se lo disputaron, pero el Padre Quitián dijo "no" a todos, porque quería decir a todos sí". Y a todos dijo sí, pero sobre todo a los que no necesitaban tanto palabras como cercanía. Y una vez que cayeron los muros, se normalizó la política, y tanta gente se acomodó en un partido, en un cargo,  en la prosperidad económica personal, y en el desencanto que produce la épica cuando se retira, el Padre Quitián siguió empeñado en excavar hacia abajo, siempre hacia abajo, para "agrupar solidaridades" y vivir su evangelio.

Hoy vive con su hermana y su cuñado en un piso junto al Convento de las Salesas, en el barrio de la Chana. Te recibe en un pequeño cuarto con una mesa camilla llena de  libros que dan cuenta de aquella época. Te mira y apenas deja de sonreír, salvo que un recuerdo se le escape y se empeñe en perseguirlo. Dice misa por las mañanas en el convento, recibe visitas, camina un poco más despacio, cuenta cosas. Antonio Hernández Carrillo, consiliario general de HOAC de Andalucía, otro hombre con mucha historia y mucho presente, me ha llevado hasta él, porque sabe que su historia iba a interesarme. El Padre Quitián dice que está perdiendo la memoria, pero ha hecho que yo me acuerde de lo que no viví.

3 Respuestas

  1. Persona ejemplo de vida y de honestidad. Dedicado completamente a los demás, es el mejor exponente de cómo se transmite el evangelio hoy día.

  2. El Padre Quitian una vida ejemplar de Amor hacia los más necesitados, como lo hizo Jesús. Gracias al escritor Miguel Pasquau por hacernos conocer que todavía existen hombres que sólo se dejan llevar por el amor y están llamados a la santidad.

  3. “Nueva evangelización no es re-evangelizar” “Hoy hablamos de nueva evangelización porque es nuevo el contexto socio-cultural en que se enmarca la parroquia”, ha dicho el también obispo de Villavicencio quien, evocando san Juan Pablo II, ha matizado que “nueva evangelización no es re-evangelizar, sino es llevar el Evangelio, que siempre es actual, con nuevo ardor, nuevos métodos y nuevas expresiones”. Y es precisamente la parroquia el asunto principal de esta Asamblea, reconociendo en ella el corazón de una nueva evangelización que, a criterio de monseñor Urbina, no consiste en “inventarnos un nuevo mensaje, maquillar o crear situaciones ajenas al Evangelio, simplemente es discernir los signos de los tiempos, buscar la manera de llevar la buena noticia de forma creativa y humilde”.

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