“La ley del menor”, Ian McEwan

Jack y Fiona se quieren, se respetan, tienen una vida hecha de afectos y complicidades con un inicio pasional y un desarrollo amable de muchos años. Pero ya no son jóvenes (rozan los 60), ya han vivido mucho juntos, y el sexo apenas tiene presencia, le cuesta abrirse paso en esa espesa trama de vida en común para entrar en escena. La novela comienza justo después de que Jack se hubiese atrevido a pedirle permiso para vivir una aventura puntual sin comprometer el matrimonio. Se habían convertido casi en hermanos: "Es agradable y bonito y te quiero, pero antes de caerme muerto quiero vivir una gran relación apasionada. Quiero un último intento, aunque tú no quieras. O quizás quieres". Era pasión lo que les faltaba, no devoción. Una grieta repentina en el suelo de un matrimonio que merece la pena. Una grieta a través de la cual la novela va recorriendo un itinerario de sensaciones difíciles extraordinariamente bien dibujadas en sus detalles milimétricos, y que por eso resultan especialmente creíbles. "La chimenea llevaba un año sin encenderse", dice McEwan en la primera página.

Pero Fiona no puede dedicarse de lleno a la desazón, la decepción y la irritación que le producen la petición de Jack. Tiene mucho trabajo. Es magistrada de familia y menores, y continuamente va y viene de su casa al tribunal por las calles siempre lluviosas de Londres, o de sus asuntos a su enfado, o a su desazón, o a su tristeza, o a su perpleja determinación. Las carpetas de papeles que examina en su casa para las vistas del día siguiente muestran asuntos de trámite, pero también grandes dilemas morales que ella tiene la obligación de dirimir: por ejemplo, si autoriza la muerte por inanición de un hermano siamés para que pueda sobrevivir el otro. Pronto, sin embargo, se ha de enfrentar al caso más difícil, trenzado continuamente con los las hebras del espíritu de una mujer madura afectada por la inesperada grieta matrimonial.

Un hospital pide autorización a la Jueza para hacer una transfusión sanguínea a Adam, un chico de 17 años con leucemia, testigo de Jehová. Los padres de Adam se niegan, Adam se niega. En el juicio se presentan informes sobre las sólidas expectativas de curación con la transfusión y el terrible panorama en caso de no practicarla en un plazo máximo de tres días: esas terribles consecuencias no son sólo la previsible muerte, sino una muerte lenta, devastadora y angustiosa. O una curación parcial con gravísimas secuelas. Pero también recibe informes sobre la determinación del chico en seguir el dictado de su fe religiosa, su aborrecimiento de la idea de que su sangre se mezcle con la de otro ser contra el mandato divino, y su entereza y madurez intelectuales, similares a las de un mayor de edad. El debate en el juicio desciende a detalles de matiz, a consideraciones situadas en el borde de los esquemas predispuestos para resolver ese tipo de conflictos. Fiona suspende el juicio por unas horas y acude al hospital a hablar con el chico: a la vuelta dictaría  sentencia en una sesión pública. Qué envida, por cierto, esa flexibilidad procesal.   Fiona sabe que es una "cuestión de vida o muerte" dejada en sus manos, pero también una delicada ponderación de intereses en la que no debe dejarse llevar por lo que simplemente ella considere mejor.

La larga escena de la entrevista con Adam en el hospital es, para mí, el centro de gravedad de la novela. La tensión dramática del diálogo, en el que el lector está queriendo que la Jueza compruebe la futilidad de las motivaciones de Adam para así poder suplantar su criterio y el de sus padres, la fascinación que por otra parte el chico va provocando en Fiona (que llega a cantar una pieza que él toca con un violín), el acercamiento sin atajos al punto exacto en el que se encuentra el problema, me parecen extraordinarios.

"Te diré por qué estoy aquí, Adam -le dice Fiona después de que el chico le preguntase si había ido allí para que cambiase de opinión y entrase en vereda-. Quiero asegurarme de que sabes lo que estás haciendo. Algunas personas piensan que eres demasiado joven para tomar una decisión semejante y que te han influido tus padres y los ancianos de tu congregación. Y otras piensan que eres inteligentísimo y capaz y que deberíamos permitir que sigas adelante". Luego le dice que quiere saber si ha pensado no sólo en la muerte, sino también en una curación parcial: perder la vista, sufrir lesiones cerebrales o la necesidad de una diálisis durante el resto de su vida. Adam le enseña un poema que está escribiendo, y ella aprecia un soplo de auténtico genio poético. Y se lo dice. A Fiona, mientras habla con Adam, le asalta la "idea blasfema de que no importaba mucho que el chico viviera o muriera. Todo en gran parte seguiría siendo igual. La profunda tristeza, quizá el pesar amargo, los recuerdos tiernos, y después la vida seguiría su curso y las tres cosas significarían cada vez menos, a medida que los que la amaban iban envejeciendo y muriendo, hasta que ya no representasen nada en absoluto. Las religiones, los sistemas morales, el suyo incluido, eran como cimas de una densa cordillera vistas desde una gran distancia, entre las cuales ninguna destacaba de las otras por ser más alta, más importanteo más verdadera. ¿Qué había que juzgar? Sacudió la cabeza para ahuyentar este pensamiento". La conversación sigue, Fiona mira el reloj, pero Adam quiere prolongar el momento. Quiere leerle algún poema más. Quiere seguir hablando con Fiona. Aprovechando una pausa, Fiona le dice:

Sólo para que quede claro, Adam. ¿Comprendes que me corresponde a mí sola decidir lo que es mejor para tus intereses? Si sentenciara que el hospital puede realizarte una transfusión legalmente, en contra de tus deseos, ¿qué pensarías?

Pensaría que su señoría es una entrometida.

No cuento cuál fue la decisión de Fiona, ni su motivación (con un pasaje extraordinario) ni sus sorprendentes consecuencias. Tampoco cuento qué ocurre con su matrimonio. Pero doblada esa esquina, la de la decisión sobre la transfusión a Adam, la novela se adentra por calles complejas. De un lado, la dificultad de Fiona para entender algunas emociones propias que la ponen frente a un espejo en el que nunca se había mirado. De otro lado, un paulatino, difícil y cuidadosísimamente narrado proceso de acercamiento entre Jack y Fiona, hasta el desenlace de todas las hebras de la novela en la tarde y la noche de un concierto en el que ella toca el piano.

Fiona ha vuelto después del concierto, apresurada, movida por un mal presagio, a su casa. "El fuego estaba agonizando y se derrumbaba la chimenea. Se acercó a él , se arrodilló y se puso a avivarlo, levantando fragmentos de madera y carbón, más con los dedos que con las tenazas, y los fue colocando encima o cerca de las brasas que quedaban (...) Se acercó más y ocupó su visión el espectáculo de las llamas diminutas cuyos bordes cabeceaban y acometían contra la negrura del carbón de alrededor".

12 Respuestas

  1. —- !Ojo!: este comentario destripa puntos importantes de la trama de la novela—-

    “La ley del menor” no se cuenta entre mis novelas favoritas de Mc Ewan. Pese a mi proximidad etaria y profesional con la protagonista -¿o, acaso, por eso mismo?- sus conflictos éticos en la esfera personal y en la jurisdiccional me parecieron artificiosos e impostados. Yo no hubiera tardado un minuto en poner en la calle al marido que, como en el viejo refrán, quiere correr de viejo la aventura que no corrió de joven, ni más de una tarde en resolver que debía ser respetada la negativa al tratamiento de un adolescente de excepcional madurez intelectual y próximo a alcanzar la mayoría de edad. La “audiencia reservada” en el hospital me pareció más delirante que otra cosa -¡ese dúo de violín y canto!- y la motivación de la sentencia muy endeble, porque, en último término, sería aplicable a todos los menores de edad y también a cualquier adulto menor de 30 o 40 años: todos ellos han tenido una experiencia limitada de la vida y no saben qué les reserva la vida en un futuro.

    Es curioso que en las fechas en que leí la novela -que ahora he refrescado someramente- el conflicto de Adam (el menor) ni siquiera podría plantearse en España, porque la versión original de la Ley de Autonomía del Paciente le reconocía la capacidad de decidir sobre su tratamiento, al ser mayor de 16 años en plena posesión de sus facultades. La reforma de 2015 acabó con esa autonomía, al imponer en esos casos vitales el tratamiento a toda costa del menor (art. 9.6, en relación con el segundo párrafo del art. 9.4 de la Ley 41/2002). No veo gran diferencia entre esta toma de postura legal y la de la juez de la novela.

    Claro está que la negativa del menor era estúpida y basada en un sistema de valores forjado en el fanatismo; pero la decisión de Fiona -y la solución legal vigente en España- no tienen una base ideológica menos fanática, sea religiosa -la sacralidad de la vida, solo en manos del Dios que nos la dio- o laica: la indisponibilidad del bien jurídico vida y el correlativo derecho del Estado protector de imponer su continuación a un adolescente maduro, incluso contra su voluntad y contra la de sus padres y sin consideración alguna a cuál sea la duración previsible y la calidad esperable de esa futura vida impuesta (aspecto, por cierto, que Fiona no menciona en su sentencia y que, por lo que recuerdo, ni siquiera se plantea).

    — ¡Ojo! Reitero aviso de “spoiler”, más grave ahora—

    Quizá -hasta no lo había pensado; no reparé en ello en la lectura inicial- el final de la novela, con la pérdida de la fe de Adam, su enamoramiento de Fiona (por llamarlo de alguna manera; más bien parece quererla como madre sustituta), la fascinación de la sexagenaria por el adolescente y el posterior suicidio de este, negándose a una nueva transfusión cuando ya es mayor de edad, represente una especie de castigo del “karma”, una forma en la que Mc Ewan sugiere que la juez tomó una decisión equivocada por razones incorrectas. Si fuera así -y no me atrevo a afirmarlo-, la novela ganaría en cuanto apólogo moral; pero todo me resulta demasiado retorcido y sutil. Debe ser que soy muy bruto.

    P.S. No he querido ofender a nadie al referirme al “fanatismo” cristiano (seguro que nadie se siente ofendido por ser tildado de “fanático laico”); no se me ocurre un término mejor para referirme a principios morales inamovibles, absolutos y universales, impuestos desde una instancia externa a la propia conciencia. El término “fundamentalismo”, por sus actuales connotaciones, no creo que mejorase mucho las cosas, y ya no se me ocurre otro . Que conste, por si acaso hace falta, que hablo desde el máximo respeto a las creencias religiosas.

  2. ¿Por qué piensas Solitarius que nadie puede sentirse tildado de «fanático laico»?

    Sería interesante tu respuesta

    ¿No creo que se te escape la contradicción del término en el propio contexto de tu argumentario? Lo mismo que tampoco se te puede escapar que «principios morales inamovibles, absolutos y universales» no define otra cosa que una “religión”, y su «imposición desde una instancia externa a la conciencia» describe perfectamente la “catequesis” o la “madraza”.

    Así pues entiendo que con el término «fanatismo» no describes otra cosa que un fundamentalismo de creencias inamovibles religiosas.

    Sin embargo no creo que ignores que si esas creencias son de carácter laico; tendremos un fanático laico, al igual que si son religiosas tendremos un fanático fundamentalista religioso. Por ello no se entiende bien tu excepción sobre el “fanatismo laico”.

    Lo que me lleva a pensar que con «fanatismo» quieres calificar una forma severa de levitación mental. Es decir; la falta de realismo, o la ausencia de anclaje alguno en el mundo real.

    Ya se que entre los juristas españoles anida el excepticismo sobre lo real (lo que yo califico de cierto “fanatismo laico” togado…), razón por la que yo recuerdo aquí el profundo concepto de Hannah Arendt de «el coraje de la verdad» como contravalor del fanatismo en sus dos dimensiones laica y religiosa.

    Desde este enfoque coincido contigo en la valoración de la novela de paradigma moral “protestante”.

    Un saludo tertuliano

  3. Estimado Aramis:

    1.- Si repasas el tenor literal de mi frase, verás que en ella no se dice que nadie pueda ser tildado de laicista fanático, sino que esa calificación no ofendería a quien pudiera merecerla; más bien le enorgullecería. Fanatismo laico, haberlo haylo; y, a mi juicio, la prohibición de acudir con “hiyab” a las escuelas públicas francesas es un ejemplo de ello.

    2.- Cuando me refería a instancias externas que imponen los valores morales no aludía a las estructuras de socialización (familia, escuela…), sino a que la fuente de esos valores no se encuentra en su reconocimiento y aceptación racional por la conciencia moral del individuo (por llamarla de alguna manera), sino en su proclamación axiomática por un elemento superior al que se atribuye autoridad para imponer su asunción acrítica, sea ese elemento Dios o el Estado.

    Pobre McEwan, no creo que pensara que su novela podía suscitar comentarios de este tipo…y quizá Miguel tampoco.

    Saludos.

  4. Estimado Solitarius:

    1º.- VAMOS SOBRE LA NOVELA: La crítica anglosajona califica «The Child Act» como la mejor novela de Ian McEwans. Hablan de una novela de pocas páginas (es un decir relativo), donde Ian entreteje varios temas: la huida del tiempo, el envejecimiento y los problemas de un matrimonio maduro o la indefensión de la niñez en un medio de fundamentalistas (no usan el término de fanáticos). Sin embargo estas críticas se centran en el tema principal de la novela; el conflicto entre la convicción religiosa y el pensamiento racional en el entorno jurisdiccional. Es decir; aquello que siendo legalmente correcto resulta incorrecto desde un punto de vista Moral. Frase que puede traducirse en esta otra pregunta que es mucho más interesante en la Granada jurídica actual; ¿cómo se puede juzgar con justicia sin que ello conlleve catastróficas consecuencias para el individuo singular? (Inter alia; caso Juana, o caso Junqueras, y compañía, etc, etc.)

    La crítica de El País el 13 de octubre 2015 titulada «El provocador jubilado» es sencillamente lamentable por varios motivos pero el fundamental es su superficial conocimiento de la cultura anglosajona, la imbricada moral protestante y el pensamiento newtoniano inglés (poco galileano y menos cartesiano).

    No soy lector de novelas, aunque soy asiduo lector de revistas literarias en varios idiomas y el conflicto entre convicciones y racionalidad lo derivo normalmente por la vía de los ensayos epistemológicos, lo que no quiere decir que no le preste atención a las críticas de las novelas que tratan el conflicto. No me extiendo más.

    2.- VEAMOS SOBRE MI COMENTARIO:

    PRIMERO: Me gustó más el Solitarius del texto amable, fluido y de excepcional plasticidad expresiva del comentario al post de Miguel; Anatomía de un Piropo. Con la maza y la toga el texto de éste Solitarius más formalista se torna ahora cotidiano de martillo y clavo a golpe de carpintero un pelín irritado por las torpezas de su adoptado aprendiz poco precavido.

    SEGUNDO: Pregunto al Solitarius togado: ¿Qué te lleva a pensar que no he repasado el literal de tu frase?… Me cuesta pensar que con maza en mano no sepas diferenciar lo literal de lo sustancial, pues ni tu mismo observas la literalidad de tus textos toda vez que si repasas tu frase verás que no dices “laicista fanático”, sino “fanático laico”, que es distinto. ¿No había que predicar con el ejemplo?…

    TERCERO: A parte de la representación del carpintero de clavos torcidos, el juego trilero tampoco me convence toda vez que el supuesto de la “ofensa–orgullo” es una consecuencia secundaria del asunto principal que es el “fanático laico” y por mucho que muevas los cubiletes argumentales (laicistas fanáticos incluidos) tu adoptado justiciable literario no sale de su asombro feriante cuando sacas la hiyab de la chistera… ¡Voila!… ¿les fanatiques laïques françaises ou les laïcs fanatiques de la France??

    CUARTO: Llegados a este punto yo me inclino por mi duda existencial pues no se si la fiscalía de Granada ha sufrido un brote psicótico agudo cuando pide 5 años de prisión para Juana, o estamos ante un caso de fanatismo laico made in Spain. La misma confusión me asalta en torno a los casos de Junqueras, los titiriteros, etc, etc, etc…. ¿Podrías guiarme en tan tortuoso dilema?

    QUINTO: Los valores morales son todos brotes consuetudinarios que sólo se imponen/asientan por decantación temporal de generaciones… Ergo: ninguna moral es conmensurable con el método racional, ni ninguna proclamación «axiomática» es posible por ninguna «autoridad» superior, inferior o intermedia… ni tan siquiera por el omnipresente Ferreras en la Sexta, mucho menos por un Dios difuso, o por un Estado al uso.

    SEXTO: MacEvans pasa seriamente de nuestros comentarios, y en cuanto a Miguel… en su balcón estamos… y como moderador propietario del mismo puede opinar con libertad que siempre enriquecerá el macetero y dará volumen al campanario.

    Estimado Solitarius lo interesante de la novela y la razón aparente por la que Miguel la trae a su balcón sigue siendo la sustancia del tema central de la misma, que no es otro que el conflicto entre la convicción irracional y la “racionalidad” jurisdiccional…

    Pero ¡Ojo!… Como ya hemos discutido sucintamente en este balcón,,, este conflicto no tiene los mismos componentes aquí que en Inglaterra toda vez que hay serias diferencias de tradición jurídica y pensamiento racional entre España y Gran Bretaña…. Lo que no resta interés a nuestra discusión, sino que lo multiplica a mi modo de ver… Y tú lo sabes…

    Uf… Lo siento si me he extendido… ya es tarde!

    Buen finde!!!

    • No comprendo tu idioma debería estar prohibido la banalización de lenguajes técnicos como modo de expresión.
      Y dado que no quiero ofender,me guardaré de decir que eso es una asnada sin significado,aunque el autismo pareceestar a la orden del ego

      • Camarada Annatizante:

        Desde la Torre de Babel los euroasiáticos adoptamos la costumbre de acudir al traductor con los idiomas que no se comprenden pero veo que tu omnipotente razón trasciende la vieja costumbre para calificar de banal lo que has supuesto ser un lenguaje técnico que además intuyes que obedece a algún modo de expresión…

        Para no entender un idioma no está mal esta filigrana, aunque en el patio del psiquiátrico las he visto más intricadas todavía.

        En cuanto a tus conocimientos de la fauna animal ocurre lo mismo ya que no conozco un asno sin significado. La verdad es que me has sorprendido. Debe ser un animal nuevo; algún transgénico del accidente de Chernóbyl, ya que en España todos los asnos que conozco, sin excepción, siempre hacen asnadas de gran significado.

        Tampoco conozco ningún autista que obedezca su ego ya que ningún autista atiende a semejantes naderías. Además tú que tanta luz repartes… no se si has pensado cómo puede ser el ego de un autista porque si el autista ya es autista, su ego debe serlo doblemente también.. lo que me lleva a pensar cómo sería el ego de un asno sin significado que además es autista…Debe ser terrible… ¡Mon dieu!… debe ser un animal muy malhumorado dispuesto a ofender en cada momento guardándose de decir a ca instante lo que dice de seguido… debe tener los bolsillos rotos como tú que no te guardas nada.

        Finalmente decirte que conozco mucho canino adicto a los diuréticos que mea en todos los tiestos del mundo sin importarle idioma o flora ya que lo mismo ladra en Granada que en Pekín, en Chistchurch que en Siberia.

        见到你
        ! Jiàn dào nǐ !

  5. Me temo que a los anteriores comentarios le es aplicable la conocida frase que Schopenhauer expedía a sus interlocutores, una vez consumida su atención: “die blumen in deinem garten sind verwelkt” ( “ las flores de tu jardín están marchitas “ ). El fanatismo laico, la imposición estructural vía divina o estatal, la jurisdicción contencioso-administrativa como reveladora de verdades reglamentarias de segundo nivel, la jurisdicción penal como amenaza latente sobre la libertad de criterio vital del ciudadano post-68, la moral como manual descriptivo de represión antibancaria y de corrupción urbanística , el piropo pre-obsceno, todo ello ha quedado profundamente anticuado.

    Hoy no existe más índice sistemático que la posverdad y la realidad telemática. No hay más ley observable ni más moral reguladora que el voto sagrado del ciudadano. Te gobierno, es decir, te domino, vía Skype y con las leyes que ilegalmente aprobemos con nuestra moralidad preestablecida y omnioponible. ¿ Me comprendes o te envío un exégeta con voto delegado que te lo explique ? Encantador todo ello, francamente.

  6. A propósito de imposición estructural, cuando entró el siglo XXI, me fui a ver a mi asesor áulico y le pregunté por las nuevas rutas morales y económicas que se estaban barruntando, y la verdad es que acertó en la mayoría de sus pronósticos.

    Me dijo: mira, Anónimo: económicamente, se impondrá el capitalismo global, con crisis sistémicas cada diez años, como predijo el economista Leontief. De manera que tu dinero negro divídelo en dos partes: una para el Banco y otra en el colchón. Y dile a tus políticos corruptos de confianza que la prescripción de las infracciones tributarias sea barata, a los 4 años; y por responsabilidad civil, tirada, a los 5 años. Así ha sido.

    Y moralmente, se impondrá el sincorbatismo, el populismo urbanita, la coleta proactiva, el argumentario corespectivo, la presunción de inocencia multifuncional, la izquierda como portadora del equipamiento moral, la derecha como equipo de salvamento del cutrerío socialdemócrata y, sobre todo, Anónimo, la instauración del PIROPO DE LA MUJER AL HOMBRE como conquista paritaria e igualitaria.

    Y le digo Oleeeeeeeee Rafael, eso sí que será una conquista. El piropo femenino elegante, comedido, la instauración del talento femenino ( la mitad del cielo, como bien sabes ) en la cohabitación de género entre sexos que se necesitan. Qué victoria Rafael.

    A mi una mujer me dice: adiós, guapo, por esa corbata tuya paralizo yo el cambio climático y amplío los carriles para bicicletas y yo es que alucino, tranquilo, agacho la cabeza y sigo mi camino sin molestarla. Qué alegría, Rafael.

    Eso es progreso, conquista social, y no esta concatenación permanente de antiguallas.

    • Estimado Aramis:

      1.- Tienes razón: cuando escribí “fanatismo laico”, por oposición a fanatismo religioso, habría sido más preciso decir “laicismo fanático”, que era a lo que me refería. Sobre otros posibles fanatismos laicos a los que tú aludes, nada tengo que decir, entre otras cosas porque, como “midcult” que soy, no estaría en condiciones de polemizar contigo, e incluso me resulta difícil entender tu alquitarado estilo expresivo..

      2.- Atribuyes a mi comentario -creo que te refieres a mi respuesta al tuyo- un tono autoritario en el que no me reconozco. En cualquier caso, no había por mi parte ni “ofensa-orgullo” ni “irritación” por tu apostilla; si he dado otra impresión, achácalo a mi torpeza bloguera.

      Saludos y punto final por mi parte a este hilo.

      • Estimado “midcult” Solitarius de punto final.

        Mi ignorancia me sitúa ante un grave dilema frente a los Apocalipticos e Integrados de nuestro apreciado Humberto; Jamás en mi vida había leído antes la expresión “alquitarado estilo expresivo”… Mi curiosidad se desborda ante tan seductor vocablo cuya naturaleza no encuadro si apocalíptico o integrado…. Así que por alusiones te respondo apartando por un momento tu punto final. Si me permites; claro!

        Voy a esforzarme por no caer en mi estilo alquitarado para expresarte que mi expresión exacta refiere una cierta “irritación”, que no “tono autoritario”, y que no entro en este blog a conquistar balcón alguno ni a evangelizar tertulianos, por muy ilustres, midcult o masscult que sean.

        En mis alforjas solo habita la curiosidad, y ni tengo ni quiero otro capital que el de la libertad sometida al coraje de la verdad. Y como no profeso la justicia tampoco la imparto, lo que me permite apreciar cualquier brisa de belleza. Por ello siento que no me entiendas y reduzcas toda distancia al extrañamiento. No es la distancia mi métrica.

        Nunca en mi vida se me había ocurrido esa extraña idea del “punto final”… y para un alquitarado como yo ese “punto final” me genera la curiosidad de ver si hay vida más allá del punto final…

        Como epistemólogo compruebo en este acto la falacia del punto final toda vez que… como diría otro antiguo más alquitarado que yo: ¡¡¡Comento; luego existo!!!…Ergo; no hay punto final, o al menos el final es de métrica elástica respecto del punto…

        Moraleja; Nunca pongas un punto final, si la vida es de punto y seguido…

        Un saludo

        PD: Coincido con Miguel; la clave está en el “background knowledge”… (Obs!!!… salió mi vena alquitarada; lo siento… veo que soy un auténtico alquimista parlanchín…¡¡¡Broma!!!)

  7. Solitarius, ya te diré cuando lea otras de sus novelas si me parece o no de las mejores. Hasta ahora ha sido la única. De la novela casi me llama más la atención el aspecto “secundario”, que más bien es el escenario (o el telón de fondo, no lo sé) de la crisis matrimonial en un matrimonio que, pese al error de Jack que no juzgo, se percibe como un matrimonio que merece la pena, y la levedad de los acercamientos que llegan a avivar un poquito el fuego de la chimenea sobre el negro carbón.
    En cuanto a la “decisión judicial”, precisamente me pareció que el autor va en tu línea. Presenta la decision de la juez como contaminada por un sentimiento de compasión/empatía con el muchacho. Los argumentos que ofrece verbalmente al dictar la sentencia ocultan ese aspecto, y eso genera toda la tensión que viene después. Fiona se dice a sí misma que no debe juzgar desde la supremacía de un sistema de valores frente a otro. Resuelve porque ella quiere que el muchacho viva y desarrolle lo que tiene dentro, y porque le ha fascinado, pero lo argumenta aludiendo a que la dignidad está por encima de la voluntad. Justamente nos pone a pie de la discusión que tú has propuesto y Aramis ha seguido, pero la clave está en lo que no aparece en un sentencia… Saludos..

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