Me había propuesto no hablar de Mourinho

El fútbol es un juego, pero también en el juego hay estilos y actitudes de cierta trascendencia moral, sobre todo si además de juego hay negocio y afición, y si los protagonistas se convierten en personajes conocidos, oídos, seguidos, admirados y propuestos como modelo por campañas publicitarias o insistencia mediática. Por eso me está interesando este culebrón de partidos entre el Real Madrid y el Barcelona que nos tiene tan ocupados este mes. Hoy los niños en el recreo y los mayores en la cafetería están hablando de fútbol, pero en las conversaciones asoman valores morales.
No soy ni de un equipo ni de otro: mi equipo favorito es de los que ahora están luchando por no descender a segunda. En los duelos Madrid-Barça hace años estuve de parte del Madrid, hace menos años estuve de parte de quien jugaba fuera de casa (me maldisponía cada una de las aficiones), y ahora estoy de parte del Barcelona: no por sus colores (siempre me gustó más el blanco que el azulgrana) sino por sus contenidos. Por los estilos y las actitudes. También por cómo juegan al fútbol, pero sobre todo por el "discurso" de unos y de otros. 
Mourinho, uno de los personajes más importantes de la escena pública en España (más que Rubalcaba y Rajoy, más que Ana María Matutes y Botín, más que Garzón y el cardenal Rouco), se da gloria a sí mismo a costa del equipo de fútbol al que tendría que servir. Su discurso es el del resultado, y por tanto el del "todo vale". Se lo juega todo al éxito: "me odiarán, hasta que les dé el éxito, y entonces me querrán", parece decirse. Quien no lo entiende es que tiene la "mente pequeña", como dijo el otro día. Su principal preocupación, por eso, cuando su equipo tiene que jugar contra el Barcelona, es evitar el ridículo: por eso prefiere orientar todas las fuerzas y talentos de su equipo en conseguir que todo se decida a un cara o cruz: que no haya fútbol, no vaya a ser que perdamos 3-0, que todo dependa de un chasquido, de un detalle, de que caiga para acá o vaya para allá. Por eso tiene a la afición madridista (entre la que hay gente a la que quiero demasiado) en una estresada ciclotimia constante: no les convence su equipo, sufren al verlo correr detrás de la pelota para que no pase nada en el partido (en espera de un imprevisto), y viven en el filo de la depresión o el éxtasis: justamente porque sólo el éxito, el resultado, puede darles satisfacción. Si pierden, todo ha sido horrible, pero pueden ganar. Mourinho sabe que luego vienen las explicaciones: si han ganado, él ha conseguido la proeza, gracias a su "feo" e "incomprendido" planteamiento táctico; si han perdido, al menos ha conseguido que sea por muy poco; y si el árbitro ha pitado un penalty o una expulsión, eso es lo que ha desbaratado sus inteligentes plantes: sólo la gran derrota lo desautorizaría, y por eso su único empeño es asegurar que no perderá por mucho. Su prestigio queda intacto, da igual que el Madrid pierda su prestigio.
El discurso del Barcelona es, en estos años, diferente. Buscan la meta, pero no se olvidan del camino: jugar bien al fútbol todo el tiempo que puedan. Así, aunque pierdan, no habrán perdido del todo, porque gustan. Al menos nos gustan a los que tenemos "mente pequeña". Devuelven al fútbol al terreno del que no debía haberse alejado tanto: el terreno de juego. Porque el fútbol debería ser un juego. Será que tengo "mente pequeña", y que sigo apresado en los errores del buenismo, incapaz de entender la ironía o el pragmatismo del "malismo".
Puestos a jugar, prefiero a los amables, a los que procuran caer bien, a los que intentan que un partido se parezca a un juego. Prefiero que ganen ellos, y ellos, ahora, son el Barcelona cuando juega contra el Madrid .
¿No estábamos todos de acuerdo en que el estilo personal de Del Bosque era una bendición moral para los españoles? Pues entonces Mourinho es una maldición moral para los madridistas.
Pasará el tiempo, vendrá otro ciclo en el que el equipo amable y simpático, el que divierte y se divierte jugando al fútbol sea el Real Madrid. Ojalá se recuerde mal a Mourinho: es una cuestión de valores, que está muy encima de los colores, sobre todo para los que somos del Depor, del Racing o del Sporting, los que no tenemos pánico a perder, como lo tiene el triunfador Mourinho.

3 Respuestas

  1. Da lo mismo vestir trajes carísimos o ensayar una pose altiva frente al espejo, que es lo que parece hacer Mourinho a diario, hay una elegancia con la que se nace y que también se hace, y es la que exhibe Pep Guardiola cuando habla del equipo rival, y siempre se le escapan elogios. Hay una clase de clase que se inhala y se exhala, una que va unida a la deportividad en la vida, de la que ayer careció por completo Mourinho, que a veces olvida que el fútbol está sujeto a las leyes del deporte y no al todo vale para ganar.
    Saludos

  2. ¿Quién es Mourinho?

  3. Claudia-Ciruela (me encanta el apodo que te puso tu abuelo, tal y como cuentas en la penúltima entrada de tu atractivo blog), tu comentario es perfecto: es el que menos querría leer Mourinho.

    Tienes razón, Begoña, también la elegancia importa. Y la elegancia que importa no se refleja en espejos de cristal, sino en la empatía con la gente. Aunque ya sabes que este tipo te diría que si tú no eres capaz de captar su elegancia, es que tienes la mente pequeña.

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