"A medida que los testigos de tu vida disminuyen, hay menos corroboración y, por consiguiente, menos certeza de lo que eres o has sido".
Se me antoja que la clave de lectura de "El sentido de un final" (Julian Barnes, Ed. Anagrama) está en la elipsis sobre el personaje principal. Naturalmente no lo es el testigo, Tony Webster, que todo lo narra espasmódicamente en una a veces irritante primera persona; ni ninguna de las versiones de Verónica, inventada y reinventada por Tony, quien no supo entenderla ni la primera ni la segunda vez; ni siquiera Adrián, cuyo diario (que tanto nos habrÃa ayudado) jamás leeremos. El personaje principal, el objeto de la novela, su sentido y su final, es Sarah Ford, la madre de Verónica, de la que sólo se nos cuentan dos escenas vitales, una carta y un testamento.
Dos escenas.
 La primera se sitúa en la hora del desayuno. Tony está en casa de su novia Verónica pasando un fin de semana, queriendo agradar a su familia sin conseguirlo. El hermano Jack y el padre, en complicidad con la novia, lo observan, se miran entre sÃ, parecen ponerlo a prueba. Cuando Tony baja a desayunar después de una frustrante primera noche, "sólo la madre estaba en la casa" (es la primera vez que aparece: hasta entonces, Verónica sólo tenÃa padre y hermano). La madre lo miró mientras "me preparaba el beicon y los huevos, friendo cosas de un modo chapucero y rompiendo una de las yemas". En seguida, la madre hizo una pausa, se sirve una taza de té, rompe otro huevo en la sartén, se recuesta "en un aparador lleno de vajilla" y dice:
- "No dejes que Verónica se salga demasiado con la suya".
Luego "deslizó otro huevo en mi plato, a pesar de que yo no lo querÃa ni lo habÃa pedido. Los restos del que se habÃa roto seguÃan en la sartén; los tiró despreocupadamente en el cubo de la basura, y después introdujo la mitad de la sartén caliente en el fregadero mojado. El agua chiporroteó y se desprendió y se desprendió vapor al contacto, y ella se rió como si le divirtiese haber causado aquel pequeño estrago".
La segunda se produce al dÃa siguiente, en el momento de la despedida. La madre no respondió a una gracieta de su marido: "se limitó a sonreÃrme, casi como si compartiéramos un secreto". El coche del padre y marido arranca con Verónica de copilota y Tony en el asiento trasero. Es evidente que Tony mira hacia atrás: "La madre estaba apoyada contra el porche y la luz del sol caÃa sobre una glicinia que escalaba la pared por encima de su cabeza. Cuando el padre metió la marcha y las ruedas giraron sobre la grava, hice un gesto de despedida con la mano y ella respondió, aunque no como hace la gente, con la palma en alto, sino con una especie de gesto horizontal a la altura de la cintura. Me habrÃa gustado hablar más con ella".
La carta. Algún tiempo después de romper con Verónica, Tony recibe una carta de su madre (de la que todavÃa no sabemos su nombre). La letra era "ondulada y ligeramente descuidada". Pero la carta no era acusatoria: "lamentaba enterarse de que habÃamos roto y estaba segura de que yo encontrarÃa a alguien más conveniente".
El testamento. Mucho tiempo después, cuando Verónica no era más que el recuerdo de su estúpida primera novia, la que en seguida se entendió con su amigo Adrián, y ya divorciado -amablemente- de su mujer, Tony recibe otro sobre con la letra de aquella mujer "a quien habÃa conocido sólo durante un fin de semana". Abrió la carta, y leyó: "Querido Tony, creo que es justo que tengas lo que adjunto. Adrián siempre habló de ti con afecto, y quizá te parezca interesante, aunque doloroso, este recuerdo de hace mucho tiempo. También te dejo un poco de dinero. Puede que te parezca extraño, y para ser sincera, ni yo misma sé muy bien mis motivos. En cualquier caso, lamento la forma en que te trató mi familia hace tantos años y te deseo lo mejor, incluso desde más allá de la tumba. Tuya, Sarah Ford. PD: Quizá te parezca raro, pero creo que Adrián fue feliz los últimos meses de su vida". Lo que le legaba era el diario de Adrián, del que Tony sólo pudo leer la fotocopia de una página, que concluÃa asÃ: "Asà por ejemplo, si Tony".
Ahà está el núcleo narrativo de la novela, sobre el que se agolpan certerÃsimos latigazos literarios que es imposible no subrayar. Tony habla de sus testigos, pero el testigo es él y sus testigos son los protagonistas de la historia verdaderamente contada, por elipsis, en "El sentido de un final". Basta con la enorme sensualidad de las dos apariciones de Sarah, y con la revelación final, absolutamente ajena a Tony, que da un sentido a todo lo que no entendÃa, para reconstruir esa novela no escrita, tan literariamente sugerida. Ahà está la enormidad de este Julian Barnes, capaz de escoger el testigo más plano, más mediocre y más lejano, el que nunca entendió nada, para asàrenunciar a contar la apasionante historia de Sarah Ford, callada para siempre por su hija Verónica.
Excelente Julián Barnes. Especialmente "Hablando del asunto". Excelente análisis de ésta, que compraré mañana mismo en el aeropuerto
Yo tengo esperándome "Hablando del asunto".
Me alegra tu saludo.
Tiene una secuela "Amor, etc." Pero podrÃa habérsela ahorrado
Bso