EL CONCEJAL EXTRAVIADO

-I-
La sesión de moción de censura

3 de julio de 2017, lunes, por la mañana. Cámaras, micrófonos y murmullos de expectación han tomado el salón de Plenos del Ayuntamiento de Nazaria. A las diez en punto está convocada la sesión del Pleno para votar la moción de censura al Alcalde. Es como una pedrada en el estanque político de una ciudad en la que todo lo que sucede parece previamente escrito en antiguos testamentos preñados de fideicomisos perpetuos, de legítimas y de salmos responsoriales. El candidato socialista y primer firmante de la moción, Don Francisco Teruel, rígido en un traje que le queda ancho, repasa las notas de su discurso, que ha sido negociado con los portavoces de los demás grupos municipales de la oposición: Podemos y Ciudadanos. Los flashes de los fotógrafos hieren un recinto noble acostumbrado a la luz tenue de las rutinas administrativas. Se respira un aire de grave irreverencia, como si fuera a consumarse un sacrilegio. Los ediles van tomando asiento, los ujieres se convierten de pronto en estatuas, y el Alcalde, Don José Sebastián Hurtado, grandullón y calvo, ordena silencio al público y a los periodistas desde la Mesa. El Secretario del Ayuntamiento procede a leer el documento de firma de la moción de censura y, a su término, el Alcalde da la palabra al candidato socialista. Sólo entonces nos percatamos de que el asiento del concejal Manuel Pérez de la Malta está vacío, pero nadie parece alarmarse por la impuntualidad de un tipo de quien Antonio Castromil, el periodista mejor informado de la ciudad, dijo que siempre parecía recién llegado de Bruselas, aunque viniera de echar la primitiva en el quiosco. El único síntoma de intranquilidad consiste en alguna entrada y salida del número dos del grupo municipal socialista y su portavoz, Baltasar de la Oliva.

El candidato lee su discurso y pone énfasis en los motivos que han determinado la dolorosa obligación moral y política de reprobar al Alcalde Don José Sebastián, del Partido Popular, quien parece estar haciendo dibujos en un folio mientras bosteza. Retransmite el acto la televisión local, cuyo locutor, en voz baja, está comentando la anomalía de que el tan disputado y único concejal de Ciudadanos se haya retrasado en una cita tan trascendente, y nos advierte con exagerado énfasis de algo que todos sabemos: que su voto es imprescindible para que se alcance la mayoría absoluta necesaria para el éxito de la moción de censura. Paco Teruel, el candidato, ha llegado al punto fuerte de su discurso, en el que denuncia que si ya fue inadmisible el remuneradísimo nombramiento del controvertido Don Juan Antonio Del Mármol como Asesor de la Gerencia de Urbanismo, más aún lo es que el Alcalde lo mantenga en su puesto después de que su nombre haya aparecido en la prensa nacional como administrador de una empresa offshore activa domiciliada en Panamá y como titular de una cuenta bancaria relacionada en la Lista Falciani. “¿Por qué? -se pregunta retóricamente el crecido candidato-; ¿qué cosas sabe el señor Del Mármol que eleva tanto el precio de su silencio?”. Las maderas del Salón de Plenos, sin embargo, no parecen asombrarse de las andanadas de metacrilato que dispensa el candidato, quien parece más habituado a palabras gastadas como “corrupción”, “lacra” y “latrocinio” que a los argumentos introducidos en el discurso por imposición del grupo municipal de Podemos, referidos a una “progresiva privatización de la ciudad de Nazaria que ha vaciado de contenido a la democracia municipal y la ha convertido en un zoco con balanzas trucadas”.

El teléfono al que usted llama no está operativo, o está ocupado en este momento. Si quiere dejar algún mensaje... Baltasar de la Oliva se impacienta, mira el reloj, sale a la puerta del Consistorio confiando en que en cualquier momento verá llegar, apresurado, a Pérez de la Malta, por supuesto procedente de Bruselas. Tampoco en el teléfono fijo del concejal recibe respuesta alguna. Un asesor le facilita el número de su mujer.

- ¿Diga? -su voz amable y rosada vuela sobre un ruido de viento.
- Buenos días, ¿es usted la esposa de Don Manuel Pérez de la Malta?
- ¿Quién es usted?
- Sí, disculpe, soy Baltasar de la Oliva
- Buenos días, Baltasar, ¿ha pasado algo?
- Estamos preocupados, porque su marido no ha llegado aún al Ayuntamiento...
- Hoy es la moción de censura, ¿no?
- Sí, y ya ha empezado.
- Pues debería estar ahí.
- Entonces, ¿ha salido ya de casa?; ¿hace mucho?
- No podría decirle, yo estoy fuera de Nazaria.
- Ok, entiendo. Es que no logramos tampoco contactar con él por teléfono.
- Debe ser que va en la moto. Verá como llega enseguida. ¿Quiere de todas formas el teléfono de casa?
- No se preocupe, ya lo tenemos.

El teléfono al que usted llama no está operativo...

De la Oliva entra al salón, busca a un hombre que está sentado en los puestos reservados para nosotros, y le pide que le acompañe.

- Coge un taxi y ve a casa de Pérez de la Malta. Aquí tienes la dirección. Si no está, pregunta a los vecinos. No vuelvas aquí sin él.

Paco Teruel está concluyendo su discurso. Promete inaugurar una nueva época en la ciudad, atenta a las necesidades reales de los ciudadanos, sin sectarismos, con un gobierno “de todos y todas, para todos y todas”, que haga olvidar la “época oscura de los gobiernos del PP”, y “desde una concepción honesta de lo público”, y solicita para ello no sólo el voto de los concejales, sino también el “apoyo cómplice de la ciudadanía de Nazaria”. Aplausos.

A las diez y treinta y cuatro minutos, el Alcalde da la palabra al único representante de Ciudadanos en la Corporación, Don Manuel Pérez de la Malta.

- Visto que no está presente -dice Don José-, doy la palabra a la portavoz del Grupo Municipal de Podemos, quien dispondrá de quince minutos para expresar su apoyo o rechazo a la moción de censura.

Desde su escaño, Paco Teruel lanza una mirada interrogativa a De la Oliva, que al locutor de la televisión local no le pasa desapercibido. Los periodistas hacen uso de sus móviles. Marta González comienza a hablar, y Don José Sebastián pide silencio con los ojos húmedos por el último bostezo. Como siguen los murmullos, el Alcalde interrumpe a la portavoz:

- Un momento, Sra. González. Ruego silencio. Y respeto por una mujer que está en el uso de la palabra.
- Gracias, Sr. Alcalde, pero el respeto -matiza Marta González- prefiero recibirlo no como mujer, sino como portavoz de un grupo municipal que representa a quince mil ciudadanos.
- Como usted quiera, Sra. González. Puede continuar.

Vibra el teléfono de Baltasar de la Oliva, y vuelve a salir fuera.

- Dime.
- Balta, aquí no hay nadie, y los vecinos no saben nada.
- Aporrea la puerta, llámalo a voces.
- Que no, Balta, que no está.
- Llama a los bomberos, encuéntralo como sea.
- Pero ¿qué les digo a los bomberos?
- Pues lo que pasa, coño. Tenemos media hora...

El número solicitado...

Marta González es menuda y frágil, pero reparte a diestro y siniestro. Dirige su intervención más bien al candidato socialista, al que ofrece un “voto crítico”. Le aclara que su grupo se ve obligado a partir de la desconfianza, y le advierte que su apoyo queda condicionado al cumplimiento de los ocho puntos del acuerdo programático, uno por uno. A continuación se pregunta en voz alta cuáles son las razones de la ausencia del concejal de Ciudadanos, a quien califica como “eslabón débil” de esta moción de censura, le agradece el valor de haber optado por la salud democrática, y le exige determinación y continuidad en su compromiso por el cambio.

Antonio Castromil no está tomando notas. Su función no es informar, sino informarse, para luego redactar columnas que son relámpagos de lucidez sobre los márgenes de la actualidad que los demás descuidan y que componen algo así como un dibujo con brillo de espadas que se baten. Castromil parece escuchar con sus ojos claros y perspicaces. Es de los que no necesitan mirar para ver, quizás porque, como dicen, ve las cosas antes o después de que pasen, cuando las piensa. Discretamente abandona el grupo de periodistas y sale del Salón de Plenos, pero no es por desprecio al discurso de Marta González, sino que porque busca a De la Oliva.

- ¿Qué está pasando, Balta?
- No tengo ni idea. Este tipo se ha acojonado.
- Más bien te tiene acojonado, diría yo...
- Sí, estoy empezando a temerme que se haya rajado.
- Es un golpe de efecto. Éste está en un bar cercano viendo el pleno por la televisión, y llegará justo para votar.
- Dios te oiga. Me preocupa que veo demasiado tranquilo al Alcalde. Y Manolo no es de fiar, es capaz de salir con cualquier cosa, tú lo sabes. Mira que lo tenía bien atado, pero nunca he tenido claro que supiera resistir a las presiones.
- Claro que no es de fiar, Balta, pero precisamente por eso. Ponte a pensar. Si Manolo quisiera traicionaros nunca lo haría quedando como un cobarde. Este lo que quiere es dejar claro que todo depende de él.

Sin apenas levantar la voz, la concejala González juega con las palabras. Dice que la ciudad de Nazaria no necesita más “mármol”, sino más verde, más espacios, mejor transporte público y menos convenios urbanísticos en los que sólo importa el tanto por ciento de unos y de otros. “Vivimos en la ciudad del tanto por ciento, y queremos una Nazaria que pase de los porcentajes a las ecuaciones: usted igual que yo, el barrio norte igual que el barrio centro, las bicicletas igual que los coches, el pequeño comercio igual que la gran superficie, el Ayuntamiento igual que su gente”. Sólo aplaudió el segundo concejal de Podemos, y algunos de nosotros.

Es el turno de Baltasar de la Oliva, el bruñidor del pacto para la moción de censura, un referente socialista en la ciudad que en las primarias supo ubicarse apoyando al candidato Patxi López quizás por convicción, pero también para no quedar, cualquiera que fuese el resultado, en el bando de los perdedores. Sus primeras palabras son para solicitar un receso. Antonio Castromil se sorprende cuando le oye decir que tiene informaciones inquietantes sobre la ausencia del concejal Pérez de la Malta, y que lo más sensato es suspender la sesión hasta que sea localizado, lo que no tardará mucho en suceder.

- No ha lugar -dice el Alcalde-.
- Le ruego reconsidere usted mi petición. Estoy seguro de que usted no querrá aprovechar una incidencia para permanecer en el cargo contra la opinión de la mayoría de esta Corporación.
- La voluntad de una Corporación se expresa en los votos del pleno, y ese momento no ha llegado todavía. Proceda.

De la Oliva habla despacio, alargando los argumentos, desde un segundo plano, muy por detrás del centro de gravedad del salón de Plenos, concentrado ya absolutamente en el escaño vacío de Pérez de la Malta, hacia donde se ha dirigido de nuevo una ráfaga de flashes y la cámara de la televisión local. “Oportunidad”, “consenso”, “pasar página”, “decencia” y “transparencia” es el ruido que se oye de fondo, con voz de Balta de la Oliva. Ahora es Sara Ruiz, la número tres del PSOE, la que abandona el salón con el teléfono móvil en la mano. Ni siquiera Francisco Teruel parece estar escuchando a su compañero, pese a estar sabiendo explicar que además de la espuma de las últimas informaciones sobre el señor Del Mármol, la ola que ha traído esta moción de censura viene de muy atrás, desde que el Partido Popular confundió un mandato democrático con la propiedad de esta ciudad. Antonio Castromil hace un gesto a Juan Gómez Montañés, el número dos del Alcalde, su delfín, indicándole que mire su móvil. Estamos seguros de que el mensaje que le ha mandado es más o menos el siguiente:

- ¿Tú sabes algo?

Y que la respuesta ha sido “no”.

A las once y veinte, Don José Sebastián Hurtado interrumpe al orador.

- Ha consumido su tiempo, Sr. Concejal.

De la Oliva dice “voy terminando”, y sigue hablando sin acelerar el ritmo.

- Tiene un minuto para concluir, Sr. De la Oliva. Haga como los demás intervinientes, que han respetado los tiempos establecidos.

De la Oliva dedica su último minuto a reiterar su petición de suspensión de la sesión por motivos graves. “Estoy seguro de que no cometerá usted un error del que podría arrepentirse”, dice para concluir.

El portavoz del Grupo Popular renuncia al uso de la palabra, justificándolo en que nadie hay mejor que el Sr. Alcalde para defender la posición de su Grupo. La intervención del Alcalde apenas dura un par de minutos:

- Buenos días. Doy las gracias a la prensa y a los nazaríes que han asistido a esta sesión, porque siempre es de agradecer que la sociedad se interese por los asuntos de su Ayuntamiento. Ojalá este interés no sea cosa de un día. Como ustedes comprenderán, y hablo en nombre de mi grupo, no estamos de acuerdo con este fraude al que ustedes -dijo, dirigiéndose a Baltasar de la Oliva- llaman moción de censura, tan antinatural y oportunista, que sólo pretende un quítate tú que me pongo yo, contra la voluntad del pueblo de Nazaria que ha confiado mayoritariamente en nosotros para gobernar esta ciudad. Es muy ingenioso eso de los porcentajes y las ecuaciones -dijo, mirando a Marta González-, pero créame que la trigonometría -que quizás confundió con el álgebra, o quizás no- de una ciudad requiere mucho cálculo y mucho rigor, del que ustedes carecen, por más que lo camuflen con lemas brillantes y promesas esotéricas. Y desde aquí alzo mi voz por la honestidad y profesionalidad de Don Juan Antonio del Mármol, a quien la ciudad debe estar infinitamente agradecida por sus servicios y su buen hacer, como seguro que valoran y aprecian los nazaríes de bien. Y ahora, pasemos a la votación. El Secretario irá nombrando a los Sres. Concejales y éstos, en voz alta, expresarán su voto. Proceda, Sr. Secretario.

- Una cuestión de orden -interrumpe Baltasar de la Oliva.
- Rechazada, Sr. De la Oliva. El orden de esta sesión está establecido por la Ley.
- La Ley no impide que...
- No tiene usted la palabra, Sr. De la Oliva.

En contra de la moción votan los once concejales del Partido Popular. A favor, los nueve concejales del PSOE y los dos de Podemos. Consta en acta que el concejal Pérez de la Malta fue llamado a votar y estaba ausente.

- La moción de censura queda rechazada, al no alcanzar la mayoría absoluta. Se cierra la sesión. Tengan ustedes una buena semana -dice Don José, dirigiéndose a los periodistas y a nosotros.

-II-

Sólo preguntas

3 de julio, por la tarde. El suelo de las calles parece equipado con calefactores que expelen un calor que enloquece los termómetros, se expande por el aire, se condensa a la altura de la torre de la catedral en forma de hongo atómico y desciende sobre nosotros. Nazaria ha sido segunda noticia del telediario, con la fallida moción de censura por la misteriosa ausencia del concejal de Ciudadanos. En la cadena COPE han entrevistado brevemente al Alcalde, quien se ha limitado a decir que imagina que el señor Pérez de la Malta habrá comprendido a tiempo que apoyar esa esperpéntica moción de censura a su persona era un inmenso error, y que quizás haya decidido ponerse a cubierto del chaparrón de críticas de una oposición cainita. En la cadena SER han incluido unas declaraciones de Juan Martín, el secretario general de Ciudadanos de Andalucía, quien ha asegurado no conocer las razones por las que su concejal no ha asistido a la sesión municipal y ha mostrado su preocupación por la falta de noticias sobre su paradero, si bien ha querido tranquilizar a la ciudadanía de Nazaria poniendo su mano en el fuego sobre la inexistencia de ningún tipo de motivo deshonesto.

*** *** ***

Antonio Castromil se despierta de la siesta de sofá con sonidos de Tour de Francia. Se sirve una coca cola con hielo y enciende al mismo tiempo el ordenador y un cigarrillo ultra light que no le sabe a nada. A fin de mes va a dejar de fumar, pero está pensando despedirse del tabaco con cigarrillos de verdad, y no esa mierda de paja con tan bajos niveles de alquitrán y nicotina que no tiene fuerza para empujar a sus neuronas. No le sirve el borrador que ya tenía preparado, para su columna de mañana, en el que retrataba con su precisión acostumbrada a quien hoy debía ser el nuevo alcalde, Francisco Teruel. Una pena, porque había trabajado mucho en ella y le había salido bordada. Ahora no sabe si dedicar la columna a aquello de lo que toda la ciudad va a estar hablando, o si rescatar alguna del armario de reserva. Él tiene claro que sobre la moción de censura sólo podría permitirse una columna atrevida y reveladora, en la que pudiera sugerir una hipótesis, una sola hipótesis apoyada en una información o en una reflexión indiscutibles, sin caer en el error en el que todos incurrirán, que será desplegar el abanico de hipótesis que cualquier bebedor de cerveza de mediodía ha agotado ya a esas alturas. Pero él no tiene ninguna hipótesis: unas son descabelladas, otras son ingenuas.

¿Una columna, entonces, sobre el perfil de Pérez de la Malta? Podría comenzar a escribirla, en espera de noticias que quizás se conocieran esta misma tarde. Él lo conoce bien. Desde hace mucho tiempo. Desde que Manuel trabajaba en el departamento de recursos humanos de Puleva, allá por el año 2000. Sabe que es hijo de Don Ramón Pérez y Amorós, catedrático de Farmacología en la Universidad de Nazaria, y hermano menor de Ramón Pérez de la Malta, Profesor Titular de la misma disciplina en la misma Universidad. Sabe que formó parte de la Junta de Caseteros de la Feria de Nazaria y de la de la Asociación “Nazaria Histórica y Cultural”, que militó en el Partido Andalucista y que se jacta de haber leído en su juventud los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós. Sabe por una confidencia que para las elecciones municipales de 2007 se ofreció al Partido Popular para ir en su candidatura como independiente para enriquecerla con miembros activos de la sociedad civil, y que, al enterarse, Don José Sebastián Hurtado despachó el asunto con un “ese no, que es tonto y no lo sabe”, aunque a él le explicaron que no podían prometerle un puesto de salida, y que sería mejor reservarlo para ocasiones más propicias. En las elecciones de 2011 asistió, como público pero dejándose ver, a un mitin del Partido Socialista, y en las de 2015 encabezó la candidatura de Ciudadanos después de, como dijo en una entrevista publicada en la televisión local, una “seria reflexión” sobre la necesidad de que la política se abriese a nuevas pulsiones provenientes del mundo profesional, empresarial y cultural de la ciudad. Sobre todo, sabe que cuando bebe mira a las mujeres como si las estuviera eligiendo, y que cuando está sobrio pronuncia las eses al hablar. Con esos elementos podría construir una columna de 800 palabras, pero algo le dice que, para escribir esa columna, es mejor salir antes a la calle a comprar tabaco del bueno.

*** *** ***

En la sede del Partido Popular está reunido el Alcalde, Don José Sebastián Hurtado, con su delfín Juan Gómez Montañés, con Macarena Lanzarote, concejal de Cultura, y con Juan Antonio del Mármol. Se habían cerciorado de que Pérez de la Malta no estaba en ningún servicio de Urgencias, y de que la policía seguía sin noticias, aparte de un anónimo que llamó diciendo que se le había aparecido en sueños. Juan, a quien todos llamamos Juanito, está dando cuenta de la interesante conversación que mantuvo con Pérez de la Malta la tarde del día anterior.

- Lo dejé con dudas, creedme. Él sabía que con la moción se hundía para siempre, y que un gesto heroico podría darle larga vida en la política. Yo juraría que estaba arrepentido de haber firmado la moción, y que lo hizo porque se lo exigieron desde Sevilla.
- Pero al final, ¿en qué quedasteis? -pregunta Don José.
- Bueno, dijo que el daño ya estaba hecho, que nosotros podríamos haberlo evitado, y que quizás habría que pensar en el futuro. Pero antes de colgar le dejé este regalito: “de eso te estaba hablando, Manolo, del futuro. De tu futuro”. Y le aseguré que en Nazaria acabaría enterándose todo el mundo de que su apoyo a la moción lo había decidido Susana Díaz. O sea, que estaba acabado.

Macarena no cabe en sí de gozo.

- Pero, ¿habéis visto las caras de gilipollas que se les ha quedado? Que se jodan, que se jodan, y que se jodan. Y ya no pueden presentar una nueva moción de censura en toda la legislatura. El tiro por la culata.

Don Juan Sebastián, mucho más largo que su concejala de Cultura, parece estar aplazando sus emociones hasta saber qué había pasado. Mira a Juan Antonio del Mármol.

- ¿Y tú qué dices, Juan Antonio?.
- ¿Qué quieres que diga, Pepe?
- Si hay alguien en esta ciudad que puede tener una idea de lo que ha pasado, ése eres tú. A ver, cuenta cómo te las has arreglado.
- Bueno chicos, no estoy seguro de que haya una relación de causa y efecto. El caso es que el viernes alguien le recordó algunas cosillas.
- ¿Qué cosillas? -pregunta, inquieto, Juan, quien pese a tantas batallas aún cree que la política es un juego en el que ganan los mejores.
- Pues qué va a ser, Juan. Que hace meses Manolo me pidió algún favor.
- ¿Qué tipo de favor?
- ¿A ver, qué se te ocurre?
- Una licencia.
- Una licencia para una amiga, un trabajo para un primo, cosillas.
- Vaya, vaya, esto se pone interesante… -dice la guerrera Macarena.
- No jodas, Juan Antonio -dice el Alcalde-. Como se enteren de eso estamos perdidos.
- Tranquilo, Pepe. La cosa no llegó muy lejos. Me dijo que podía hacer con esos papeles lo que me diera la gana y se puso estupendo. Que nadie iba a chantajearle, y que nadie iba a comprarlo, en fin, lo previsible.
- ¿Comprarlo? -pregunta Juan Gómez.
- Comprarlo, comprarlo. Eso son palabras.
- ¿Qué le ofreciste? -insiste Juan.
- Pues un buen precio.
- ¿Puede saberse qué precio?
- ¿Qué más te da, Juanito?
- Imagínate que te ha grabado. Que no me extrañaría.
- Que no hombre, que no te enteras. ¿Tú crees que iba a grabarle a su primo?
- Juan Antonio, dime qué le ofreciste -ordena el Alcalde.
- Ser el pregonero de la Semana Santa de Nazaria.

Macarena estalla en una carcajada.

- ¡Qué grande eres, Del Mármol! Tú sí que sabes…
- Te estoy hablando en serio, Juan Antonio -corta el Alcalde.
- Está bien, coño, le prometí la presidencia de la Cámara de Comercio. ¿Puedo hacerlo o no puedo hacerlo? ¿Dónde está dicho que sea delito postular a alguien para la Cámara de Comercio?

*** *** ***

Teresa Aranda, la atractiva esposa del concejal extraviado, ha vuelto de la playa con sus dos niños esta tarde. Nada más llegar a casa, ha comprobado algunos detalles: la cama está sin hacer, hay evidencias de que había desayunado en casa, su traje gris no está en el armario, y la moto no está en la cochera. Ha llamado a la Policía. Se ha identificado, y en seguida dos agentes se han presentado en su casa. Se interesan por algunos detalles que a Teresa no se le habrían ocurrido. En el contestador del teléfono hay dos mensajes de voz: el primero es de Baltasar De la Oliva, a las 10.17 de la mañana: “Manolo, soy Balta, ¿dónde coño te has metido?”, y el segundo es de un carpintero diciendo que ya tenía el presupuesto. Miran en el cubo de la basura y preguntan a Teresa si su marido fuma. Le piden permiso para abrir el ordenador portátil y comprueban que no se había cerrado la última sesión de Internet: Teresa no conoce su clave y no pueden acceder a Facebook ni al correo electrónico. Uno de los agentes pide a Teresa que lo acompañe a examinar el cuarto de baño, y el otro aprovecha para comprobar que la última web consultada desde el ordenador portátil fue el Marca, y la penúltima, una página de vídeos pornográficos. Preguntan a Teresa por la marca, modelo y matrícula de la moto, y por el itinerario que normalmente sigue para llegar al Ayuntamiento. Hacen una llamada que no da resultado. También le preguntan si tienen un segundo automóvil, y dónde recuerda haberlo aparcado la última vez.

- ¿Qué hipótesis manejan? ¿Qué están buscando? Díganme algo… -les pide Teresa que, pese a todo, está manteniendo el aplomo.
- No hay nada que sepamos y que no le hayamos dicho, señora.
- Pero, por su experiencia, ¿qué creen ustedes? ¿Creen que ha podido pasarle algo?
- Francamente, señora, lo único relevante es que el voto de su marido era decisivo para echar abajo a un Alcalde, y que ha desaparecido sin que haya indicios de un accidente. A partir de ahí… Quizás usted sepa más que nosotros.
- ¿A qué se refiere, agente?
- No me lo tome a mal, señora, sólo estoy diciendo que usted quizás haya comentado cosas con su marido estos últimos días que pudieran servirnos de ayuda. ¿Dice usted que ayer mismo se marchó a la playa?
- Sí, ayer.
- ¿Un domingo?
- Sí, tenemos casa en la playa, y los dos pensamos que sería mejor llevarme a los niños unos días.
- ¿Le consta a usted que su marido recibiera presiones? ¿Estaba nervioso, preocupado? ¿Se despidió de usted con normalidad?
- Nervioso sí estaba, claro que estaba. Puede usted imaginárselo. No era un buen trago para él el de hoy. Pero no recuerdo nada especial en la despedida. Me dijo que quizás el martes se bajaba él también a la playa, que lo que más le apetecía era estar con nosotros y olvidarse de todo. Y presiones, bueno, tuvo llamadas de aquí y de allí, pero él no le daba importancia.

*** *** ***

Pese a ser lunes, la ciudad está muy animada al anochecer. Estamos en las terrazas del Campo del Príncipe, de la calle Alhamar, de Ganivet, de la Plaza de la Romanilla. Hay una expectación proclive a rumores. El más difundido por WhatsApp es que el concejal Pérez de la Malta había sido visto este mediodía en un área de servicio de la autopista de la A7, a la altura de Alicante. En otro se afirma que un notario de Nazaria guarda un acta de manifestaciones del concejal que habría de hacer público si algo le ocurriese. No hablamos de política: estamos más bien construyendo entre todos un relato de verano cuyo final todavía no hemos decidido ni descubierto. Nos sentimos guionistas y, al mismo tiempo, espectadores. Por una vez, en Nazaria todo es posible. Sabemos que mañana por la mañana los periódicos traerán noticias y reportajes con información interesante. Lo que no sabemos todavía es que no será Manuel Pérez de la Malta quien nos explique por qué no asistió a la sesión de moción de censura.

-III-
El punto kilométrico 8,250

Cuatro de julio, martes. Nuestra rutina ha llenado a primera hora de la mañana la circunvalación de coches con dirección a los polígonos industriales del norte, a los comercios del centro, a las cafeterías, a los despachos, a los almacenes. Escuchamos la radio, que hoy habla de nosotros. Los pájaros del verano apuran en los árboles de las plazas el último aire fresco que todavía queda de la madrugada. Da la impresión de que la noticia va a saltar en cualquier momento, pero de momento sólo vamos sabiendo que el candidato fallido, Francisco Teruel, ha exigido una investigación urgente con todos los medios que sean necesarios para esclarecer un asunto tan grave, y que el Alcalde, José Sebastián, pide cautela frente a los infundados rumores que se han extendido por la ciudad y respeto por la angustiosa situación de la familia del concejal. A algunos, nuestro itinerario nos ha permitido pasar por la plaza del Ayuntamiento en el mismo momento en que el Alcalde de siempre ha llegado en el Audi oficial y se ha abierto camino entre el numeroso grupo de reporteros.

Entre ellos, aunque algo apartado, está Antonio Castromil. Su columna de los martes la ha titulado El concejal extraviado, y a las nueve de la mañana ya había recibido más de mil visitantes. Nos ha parecido que, sin decirlo, está queriendo sugerir que su desaparición tiene que ver con una volubilidad de criterio político y personal. Pero nada más. Ni siquiera dice eso de “todas las hipótesis están abiertas”, que es la manera que tienen los periodistas de que pensemos en lo peor que pueda ocurrírsenos. Así que hemos pensado en una espantada. Castromil no habla de su desaparición, sino de su personalidad. Y si Castromil no sabe nada más, es que no sabemos nada más. Está ahí, merodeando en la plaza del Ayuntamiento y fumando. Habla por teléfono con un inspector de policía jubilado. Salvador Susaeta. Le pregunta si es posible conocer las llamadas entrantes y salientes de un número de teléfono y su localización durante los últimos días, aunque no se disponga del terminal.

- Con autorización judicial no hay ningún problema.
- No te pongas a la defensiva, Salvador, te estaba preguntando sólo si es técnicamente posible.
- Claro que sí. Se hace a diario.
- Pues entonces ya lo saben.
- Tendrían que haberse abierto diligencias por delito grave, y de momento no lo creo.
- Te digo yo que lo saben. ¿Qué Juzgado estaba ayer de guardia?
- Yo qué sé, Antonio, yo ya estoy jubilado. El Fiscal Jefe siempre está de guardia…
- Este es mi Salvador. Gracias. Y no te pierdas ni te quedes sin batería.

Ya lo saben, y tienen las diligencias declaradas secretas. Con toda seguridad. Ya saben con quién contactó ayer por la mañana, y ya saben hacia dónde se dirigió al salir de su casa. Y si no han dado con él, o si no dicen que han dado con él, es que la cosa es seria, piensa Castromil, camino de Fiscalía. Nada más verle la cara al Fiscal Marcelino Pereda sabrá si es cáncer o escayola. Sube a la primera planta del antiguo Banco reconvertido en Fiscalía que, pese a sus rótulos, tiene aún más aire de transacciones monetarias que de escritos de acusación. Lo saludan las funcionarias como si fuera de la casa. El Fiscal está reunido. El Fiscal está reunido con otros fiscales. La jefa del gabinete de prensa sí está en su despacho. Castromil sube a la segunda planta, y encuentra a Rosa María Sampedro hablando por teléfono. De un gesto con la mano le dice que pase y que cierre la puerta. Rosa María está hablando con una reportera de La Razón en Sevilla y le insiste en que no tienen ninguna novedad.

- ¿Por qué le mientes? -le pregunta Antonio Castromil cuando cuelga.
- ¿Por qué crees que es mentira?, le contesta Rosa María, que es de Lugo.
- Porque ya sabéis todo lo que un teléfono puede contar. Sólo quiero que me confirmes una cosa.
- Pregunta.
- Que está vivo y en Nazaria.
- No sabemos si está vivo ni dónde está, Antonio.
- Luego está muerto.
- No tenemos ni idea.
- Más claro todavía, entonces. Está muerto.

Como si las cosas fueran verdad no por haber sucedido, sino por haber sido dichas por Antonio Castromil, suena el teléfono y Rosa María Sampedro cambia el gesto de la cara. No dice nada y cuelga. Mira al periodista. Parece dudar un instante.

- Esto sí puedo decírtelo, porque en un minuto lo va a saber toda Nazaria. Acaban de encontrar un cadáver con chaqueta y corbata en el río Genil.
- ¿Quién lo ha encontrado?
- Un tipo haciendo footing
- Ya no se dice así, Rosa. ¿Dónde ha sido?
- Más allá de Cenes del Genil, casi en Pinos de la Vega.

*** *** ***

Una noticia así corre primero a la velocidad de los bytes por la fibra óptica y luego a la velocidad del sonido a través de las ondas. Tenemos una noticia de última hora desde Nazaria. La policía investiga si un cadáver hallado en el río Genil se corresponde con el cuerpo del concejal Don Manuel Pérez de la Malta. Los detalles viajan más lentos y confusos, como una furgoneta de Atestados por la carretera de la Sierra. Alguien alude a la indumentaria, otros creen oír un helicóptero, todos dan por muerto al concejal, la mayoría imagina un tiro en la nuca, y aparecen ya las primeras condenas de los sospechosos en esquinas, teléfonos y cafeterías. Casi nadie se ha preguntado todavía por el lugar exacto donde ha sido hallado, y si juntáramos las imágenes que cada uno de nosotros se ha representado, todo el curso del río Genil estaría repleto de cadáveres. Dos agentes de la Policía Nacional acuden a casa de Teresa Aranda. Cuando llegan, la encuentran vestida de calle dando instrucciones a quien parece ser una empleada de hogar. Los niños están todavía durmiendo. Teresa se introduce en el coche de la Policía y al cerrar la puerta no puede evitar un sollozo. Va a ser un momento muy duro, le previenen los agentes. Ella sabe, antes de verlo, que va a identificar el cuerpo de su marido, pero se agarra a la ficción de un final feliz de alivio que desvíe la desgracia hacia otra familia, porque nadie puede morir así, sin merecerlo, sin síntomas ni explicaciones.

Pasan Cenes del Genil, camino de la sierra, y llegan a una curva con precintos, coches con sirena y una agitación ordenada y severa de gentes que saben lo que hacen. Teresa Aranda quiere estar serena en el momento en que se encuentre con el último instante de la vida de su marido, aunque su marido lo hubiese vivido muchas horas antes. Un secretario judicial ha levantado ya acta y la policía está haciendo fotografías. Los agentes acompañan a Teresa, la ayudan a bajar por el terraplén entre pinos y silencio sobre el rumor del río. En la terrible escena, Teresa es capaz de poner un punto de belleza con su vestido rojo, su pelo negro y sus movimientos ágiles. Teresa no dice “es él”, sino que rompe a llorar. Es él. Se muere también la última esperanza. Le piden que no lo toque. Ya está preparado el equipo para trasladarlo al Instituto Médico Forense, donde le practicarán la autopsia. A primera vista no hay impactos de disparo. Lleva el casco puesto. La moto, una Honda SH 125, ha sido encontrada a una veintena de metros más allá, en la ladera. Un inspector hace a Teresa unas preguntas que ella no sabe contestar: ¿hacia dónde podría dirigirse su marido? ¿Sabe usted si recorre con frecuencia este trayecto?

*** *** ***

Mientras, nosotros ya nos hemos enterado de que el concejal ha sido asesinado, aunque nos digan que hay que esperar al resultado de la autopsia. Baltasar de la Oliva no puede esperar, y ya comparece ante los medios en la sala de prensa del Ayuntamiento, desde donde se retransmite en directo. Nos produce extrañeza que no sea Francisco Teruel, y pensamos que ha de ser porque se trate de un mensaje duro que requiera palabras con filo. El número dos socialista prueba el micrófono, carraspea, se aparta con la mano un mechón caído sobre sus gafas y compone un gesto de seriedad y determinación. Se hace silencio y comienza a leer una declaración. Da su más sentido pésame a la familia y compañeros de Don Manuel, proclama su respeto a las investigaciones policiales y judiciales que están por venir, pero en seguida empieza a golpear:

Es muy difícil en estas circunstancias creer en las casualidades: lo cierto es que si alguien tenía interés en que Don Manuel no pudiera votar la moción de censura contra el Sr. Sebastián Hurtado, lo ha conseguido. No estoy acusando a nadie. Hoy es momento de llorar la pérdida de la vida de una persona, y no de entrar en otro tipo de debates. Con motivo de la preparación de la moción de censura he tenido la oportunidad de conocer mejor a Don Manuel y de valorar su decisión de ponerse del lado de la decencia sin calcular los costes políticos y despreciando ofertas que con toda probabilidad habrá recibido. Lamentablemente para él todo se ha acabado, y esto es lo más importante en el día de hoy. Pero el hoy forma parte del mañana, y como representante político, me veo en la obligación de constatar algo que es objetivo y no interpretable: que la continuidad de Don José Sebastián Hurtado en la alcaldía de la ciudad está, a partir de este momento, sustentada en el luctuoso suceso que acabamos de conocer, y del que iremos sabiendo detalles. Y desde aquí, con toda la gravedad del momento, reclamo al Alcalde que actúe en consecuencia. Tenga usted el gesto de dignidad que esta ciudad merece. Cada día que usted siga como Alcalde, estará aprovechándose de la muerte de Don Manuel Pérez de la Malta. Está usted a tiempo de remediarlo y de despejar todas las dudas. Señor Alcalde, en nombre del Grupo Socialista de la Corporación le pido la dimisión.

No mucho después Don José Sebastián sale del Ayuntamiento, y un enorme racimo de micrófonos se abalanza hacia él. Una periodista de Telecinco (porque ya han llegado a Nazaria unidades móviles de todas las grandes cadenas de televisión) le pregunta qué tiene que decir ante las duras palabras del portavoz socialista. Deleznable, deleznable, contesta el Alcalde. En mi pueblo, a quien aprovecha la muerte para sus intereses personales o partidistas, se le llama carroñero. El Sr. De la Oliva es un carroñero. Cambiaría cinco alcaldías por la vida de Don Manuel Malta si estuviera en mi mano, lo juro por la Virgen de las Angustias. Lo que sí está en nuestra mano es despedirlo con todos los honores. Y como Alcalde de Nazaria, convoco a todos los nazaríes a acudir masivamente a su entierro, esta tarde a las ocho y cuarto en el cementerio de San José.

*** *** ***

Teresa ya ha dicho a sus hijos que su padre se ha muerto. Pero se lo ha explicado de una manera tan a lo Walt Disney que se ha quedado con la sensación de que lo han oído como si les hubiese dicho que se ha ido de viaje por unos días. La menor tiene cinco años, y el mayor va a cumplir ocho, y ahora están en casa de los primos. Ella ha tomado un vaso de gazpacho y una rodaja de piña, y sin pensárselo dos veces ha ingerido los medicamentos que la Unidad de Apoyo Psicológico le ha aconsejado. Está sentada en el sofá. Ha visto el cuerpo de su marido blanco y sin alma, embadurnado de barro y briznas de hierba, con la nariz rota y la boca ensangrentada, y le han dicho que aparentemente es un accidente. Pero no puede evitar preguntarse hacia dónde iba o de dónde venía por esa carretera. Esa pregunta añade malos presagios al presagio de una vida cargando con el vacío del padre de sus hijos. ¿Dónde ibas, Manolo?

*** *** ***

La muerte es eso, piensa Antonio Castromil en su casa. Se ha servido un wiski con hielo para mitigar el sabor del tabaco excesivo. La muerte es un corte seco. Con razón la representan con la guadaña. Pero el guadañazo no se lo dan al cuerpo, sino a la vida. Zas, todas las líneas de la vida se quedan para siempre en el punto por el que ha pasado la secante. La eternidad en un punto. Y en silencio. “El caso -piensa Castromil, o quizás lo había leído en alguna parte- es que los muertos son imperturbables: no hablan, no pueden defenderse ni revelar sus secretos ni señalar a terceros”. Él, ahora, tiene dos posibilidades: o dedica la tarde a comprar una manguera de jardín para sustituir la que está picada y a esperar noticias como cualquiera de nosotros, o se entrega a algo que puede acabar obsesionándolo: el punto kilométrico 8’250 de la carretera hacia Pinos de la Vega, el punto exacto por el que pasó la guadaña. Es decir, la línea que desembocó en ese punto. Es decir -abrevia para sí- dónde coño iba vestido de chaqueta y corbata por la carretera de la sierra. Y la obsesión gana siempre a una manguera nueva de goma, por mucho charco que haga la antigua.

Llama a Salvador Susaeta, el inspector jubilado que desde que se jubiló le informa con menos prevenciones de los secretos policiales. Le dice que sólo le hace falta saber dos cosas muy simples: a qué hora dice el forense que se produjo la muerte, y si ese hombre iba o volvía.

- La hora ya la van diciendo por ahí, Antonio, parece mentira -le reprocha Susaeta-. Entre las 9 y las 10.30 de la mañana. Lo de ir o volver es una buena pregunta, así que merece la respuesta. Dame diez minutos.

Castromil sale de casa. Coge el coche y se dirige hacia la carretera de la sierra. En el extremo de la ciudad hacia la carretera de Cenes del Genil hay una gasolinera que regenta alguien que le debe algún favor. Aprovecha para repostar, estaciona el vehículo en un lateral y entra en el establecimiento para pagar. Pregunta al empleado si está el jefe. Sí, sí, Don Luis. Estamos de suerte, Don Luis está en su despacho. Dígale que soy Antonio Castromil. El empleado lo miró, como diciendo: “ya lo sé”. Antes de entrar en la puerta con el rótulo de “reservado”, Castromil mira un mensaje entrante de Susaeta en su móvil: Venía. Eso dicen los de atestados.

Es muy probable que Luis estuviese durmiendo. La televisión retransmite el Tour de Francia. Se levanta, se saludan. Castromil dice que va a pedirle un favor:

- Mientras no sea dinero, aquí me tienes -dice Luis.
- Me gustaría ver las grabaciones de la cámara de vigilancia.

Luis titubea. Sabe que la multa es cuantiosa.

- ¿Te las ha pedido ya la policía? -pregunta Castromil.
- No, ¿por qué?
- Es por curiosidad. Sólo para saber si voy delante o detrás de ellos.
- ¿Es muy importante para ti, Antonio? Mira que…
- Vamos a ver, Luis, es como si las miraras tú mismo. Si quieres las vemos juntos.
- Pero ¿qué buscas?
- Lo que te imaginas. Quiero comprobar a qué hora pasó el concejal por aquí. Me basta con la grabación de la cámara que enfoque a la carretera.
- Hay dos.
- Pues la que mire a Nazaria.
- ¿Franja horaria?
- Entre las ocho y media y las diez y media, para empezar. De ayer, claro.

Luis abre un cajón, rebusca y le extiende un sobre con un DVD. Le dice que la tiene que mirar ahí, en el ordenador de su despacho. Luis sale fuera y lo deja solo.

Antonio Castromil va por delante de la policía. Sabe ya que el concejal salió de Nazaria a las 9h 38m de la mañana del día 3 de julio en su Honda SH-125, y que la guadaña lo alcanzó a 8 km. de Nazaria, no antes de las 9h.50 según sus cálculos, ni después de las 10h.30 según la autopsia. Por tanto, habría llegado tarde a la sesión del pleno para la moción de censura, pero a tiempo para la votación. Le da por recordar que a esa hora, mientras el concejal extraviado salía de la ciudad, él estaba ya en la plaza del Ayuntamiento, apostando con Julián García Guerra, el director local de Radio Nacional, sobre cuánto duraría el mandato de Paco Teruel. Mientras uno se muere, otros estamos hablando de política, se dice. Pero unas preguntas llevan a otras, y ahora lo que quiere saber es si en alguno de los bolsillos de la chaqueta o en el maletín de la moto llevaba un discurso escrito. Seguro que en eso la policía va por delante de él, a menos que fuesen de los que esperan la orden judicial de registro para abrir el maletero o revisar sus pertenencias personales. Que hay gente para todo, sobre todo en provincias.

Nosotros todavía estamos discutiendo sobre quién podría ser el asesino, porque no nos creíamos lo del accidente. Como dice De la Oliva, es muy difícil en estas circunstancias creer en las casualidades.

-IV-
¿Dónde ibas, Manuel?

Cuatro de julio, martes, las siete y media de la tarde. Antonio, mira tu correo electrónico, es el mensaje que Mónica Andrade, del consejo de redacción de CTXT, ha enviado por Telegram a Antonio Castromil, a quien aprecia desde que fueron compañeros de Facultad. Desde el móvil Castromil accede a su cuenta de correo. Mónica, compañera a la que aprecia desde que fueron compañeros de Facultad, somete a su consideración un artículo redactado por un juez de Nazaria, que le parece algo imprudente. No queremos meter la gamba y seguro que tú sabes si podríamos arrepentirnos de publicarlo.

En el artículo, titulado pretenciosamente El precio tenía una muerte, el atrevido juez se pronuncia sobre la contundencia de los indicios que conducen a pensar en una “muerte provocada”: la fecha, el carácter decisivo de su voto, la trascendencia de los intereses urbanísticos y de los secretos municipales que quedarían comprometidos con el éxito de la moción de censura, y la habilidad de las mafias para hacer que los asesinatos parezcan accidentes. Finalmente, el juez sugiere dos hipótesis: una, que amenazas de última hora hubieran forzado al concejal a aceptar un suicidio programado en sus detalles a fin de evitar males mayores para su reputación y su familia; otra, que expone como más creíble, una emboscada que por razones que no podrán llegar a conocerse (la entrega de un documento o de una cantidad de dinero, o una revelación, por ejemplo), lo convencieran para acudir a una cita, y un golpe fatal al motorista en la curva elegida con un automóvil que tiene que estar guardado en alguna cochera.

Antonio contesta por correo electrónico a su apreciada colega: Leído. Periodísticamente es una pieza a la que es difícil renunciar. En cuanto a sus errores de bulto, va firmado: es cosa suya.

Mónica lo llama por teléfono. Hablan de Madrid, de Nazaria, del calor, del tiempo que hace que no se han visto.

- Toño -le dice Mónica-, a mí lo que me preocupa no es que se equivoque. Lo que me preocupa es que sea verdad. Si lo fuera, irían por nosotros y podrían hacernos daño.
- Sí podrían, Mónica -contesta, sin titubear, Castromil-. Pero no es verdad.
- ¿Estás seguro?
- No, claro que no. Pero acuérdate de que tú siempre decías que preferías mis hipótesis a la realidad.
- ¿Por qué crees que no es verdad? -dijo Mónica, volviendo al presente.
- Porque ese hombre se mató volviendo a Nazaria, y no yéndose.
- A lo mejor no les dio lo que le pidieron, y estaban preparados para actuar según reaccionase.
- Lo he pensado. Pero si fueran mafiosos capaces de matar, sabrían conseguir de ese hombre lo que querían sin necesidad de matarlo. Era un tipo débil, Mónica.
- Ese es un buen argumento... ¿Me lo prestas?
- No, en absoluto. De momento es la piedra angular de mi sentencia. Tú limítate a publicar el artículo del juez. Yo no veo ninguna razón para no hacerlo.
- Lo daremos mañana. Vamos a esperar un poco por prudencia.
- Mañana puede ser demasiado tarde.

*** *** ***

Al cementerio de San José hemos subido unos doscientos, además de familiares, amigos y autoridades. La misa de corpore insepulto la oficia Don Gregorio Castillo, el joven párroco de la familia. Teresa Aranda tiene una buena relación con él y ha pensado que en el entierro necesitaría sus palabras. En la homilía, Don Gregorio se dirige desde el principio y todo el tiempo a Lolo y Claudia, los dos hijos. Les está explicando quién es su padre, para que no lo olviden. Les dice que no se han quedado sin padre, porque llevan dentro de ellos lo que ya les ha dado para siempre. También les dice que van a echarlo de menos, y que él va a echarlos a ellos de menos, pero que a cambio cuentan con la ventaja de que desde el Cielo cuidará de ellos. Y les habla de tres niños a los que él conoció que perdieron no sólo al padre, sino también a la madre, y de cómo son unos campeones de la vida. Nosotros estábamos consternados. Lolo, de ocho años, no para quieto en el asiento. Se levanta, se sitúa al lado del féretro, que es su padre, como un centinela, sonríe a quienes le sonríen con ojos húmedos desde los asientos, se siente protagonista.

La misa ha terminado. Don Gregorio ha dicho que la familia agradece las muestras de pesar y que es su deseo vivir en la intimidad el enterramiento, por lo que ruega que abandonemos el recinto para organizar el cortejo. Salen de la capilla las autoridades. Don José Sebastián recibe un espontáneo abucheo. Dimisión, dimisión, gritan algunos. Luego sale Don Baltasar de la Oliva, y más abucheos: Carroñero, dicen otros, o quizás los mismos. Nosotros vamos descendiendo ya a la ciudad en coches particulares, en taxis y autobuses, en los que seguimos imaginando desordenadamente argumentos para este trágico guion de verano que toda España sigue con atención. Sentimos vértigo ante la posibilidad de que finalmente todo acabe en un archivo por confusión. Tememos que pase el tiempo y nadie nos diga por qué el concejal se salió del camino previsto y acabó en el cauce del río. Necesitamos un culpable que no sólo confiese, sino que nos cuente todos los detalles, para no sentirnos culpables.

Hoy por hoy retransmite su emisión nacional desde la Plaza del Ayuntamiento. La brújula lo hace desde la Plaza de Bib-Rambla. Vamos de una plaza a otra, pero en las dos nos topamos con ese muro frustrante al que llaman secreto de sumario. Imaginamos a policías y fiscales siguiendo pistas, y a periodistas siguiendo a policías y a fiscales. Imaginamos también a la viuda al volver a casa. Ha caído la noche y la luna llena hace de pantalla de su cara oculta, que es la que nos importa. Alguno de nosotros dice haber visto a Antonio Castromil entrar en el edificio Pirámide, donde vive Don Juan Antonio del Mármol, y eso nos da esperanza.

*** *** ***

- Gracias por recibirme, Juan Antonio -dice el periodista.
- De nada, amigo. Lo hago porque me interesa -dijo el asesor de Urbanismo.
- Y también porque sabes que estoy seguro de que tú no has matado ni has ordenado matar a nadie.
- Te tendría miedo si fuera culpable de algo. Aunque, ¿sabes?, a mí no me importa ser culpable, pero sí ser un sospechoso. Eso es lo que no soporto.
- De tus muchas culpas no vamos a hablar hoy. Hay tiempo. Ahora quiero que me anticipes las coincidencias que te preocupan, y sobre todo las que todavía no sabe la policía. Por ejemplo, me gustaría saber qué va a encontrar la policía al revisar las últimas llamadas del teléfono de Pérez de la Malta.
- Quise presionarle, a través de su primo el Sandalio, ¿no lo llaman así? También van a saber que Juanito lo llamó la víspera.
- ¿Gómez Montañés?
- Sí. Estábamos dispuestos a muchas cosas para hacer que no asistiera a la sesión del Pleno. Supongo que no te sorprenderá. A ti puedo hablarte claro, porque sabes de qué va esto. A mí me bastaría con decirte que me interesa seguir donde estoy, pero otros también podrían decirte que esa moción de censura es un camino a ninguna parte, un desastre para Nazaria, y una jugada del hábil De la Oliva que ha visto una oportunidad de conseguir el poder que los nazaríes no quieren darles, aprovechando las estupideces esas sobre mis dineros y la necesidad de los naranjitos de parecer santos, íntegros, y toda esa mierda barata. El caso es que creíamos que no lo habíamos conseguido, y estos ya estaban resignados. Luego, al ver que no venía, pensamos que la almohada le habría aconsejado bien a última hora.
- Dime una cosa, ¿tienes alguna idea de qué hacía por Cenes del Genil?
- ¿Vas a creerme? -preguntó Del Mármol.
- Depende de lo que me digas.
- Pasé la puta noche del domingo al lunes en el Lady’s y estaba desayunando allí ayer por la mañana, viendo por la televisión el Pleno.
- ¿El Lady’s? Joder, qué puntería. Entre Cenes y Pinos. Espero que fuera en un reservado y que te hayas buscado a un buen abogado.
- ¿Tú crees que en el Lady’s hay algo reservado? Estoy seguro que mañana me veis subir las escaleras del Juzgado rodeado de policías. Doy todo el perfil: Panamá, Suiza, urbanismo, putas. Y tú no me has dicho todavía por qué estás tan seguro de que no es cosa mía.
- Ni tú me has dicho todavía qué hacía Manolo por allí.
- Te juro por mi madre que no tengo ni idea.
- Te creo, porque te perjudica.
- ¿Me perjudica?
- Claro, hombre. Cuando algo no puede explicarse ganan los atajos, y el atajo eres tú. Por muy extraviado que fuera Pérez de la Malta nadie va a creerse que se equivocó de trayecto para ir al Ayuntamiento.
- Tendría gracia que hubiera venido al Lady’s a recoger algo que se le hubiera olvidado. Hay tantas cosas que pueden cambiarte el trayecto de todos los días…
- Una de ellas podría ser una cita de última hora, a la desesperada, relacionada con el asunto del día.
- Eso es lo que va a pensar todo el mundo.
- Y cuando te pregunte el Juez, ¿qué vas a decir?
- Que tú crees en mi inocencia, jajaja
- Más bien en tu inteligencia. Tan mal no lo habrías hecho.
- Se agradece, hombre. Algo de lo que presumir.
- ¿No te das cuenta de que te hablo en serio? No tienes más defensa que la de convencerles de que nadie lo haría así, sin coartadas, a lo bruto, dejando que apareciese su cadáver en el río, con lo fácil que a ti te sería un chantaje más. Por cierto, ¿qué le ofreciste?
- La presidencia de la Cámara de Comercio dentro de dos años. Y guardar en el cajón algunas cosillas suyas.
- Pobrecillo -dice Antonio Castromil-, qué mala noche tuvo que pasar.

*** *** ***

Como Teresa Aranda. Pese a los fármacos, da vueltas por la casa sin poder dormir, sin ni siquiera poder descansar en un sentimiento de pena y tristeza. No tiene sentido – piensa por séptima vez- que Manuel hubiese dejado media tostada en el plato y la cama deshecha para fingir haber dormido en casa, porque ella no iba a volver en toda la semana. Por tanto, es cierto que esa mañana salió de casa. Pero ese extravío, ese trayecto tan extraño le levantaba la sospecha de mentiras, de vidas ocultas, de probables asuntos que ella no conocía y quería y no quería saber. La muerte, cuando llega sin avisar, desvela muchos secretos, porque no se han borrado los últimos mensajes de teléfono, no se han destruido algunos papeles, deja cabos sueltos indiscretos. Mientras estamos vivos somos dueños de nuestros cuartos reservados, pero la muerte abre las puertas de esas estancias por detalles que nos sobreviven a nuestro pesar, y ella quiere y no quiere saber qué le está diciendo el detalle de haber muerto en un lugar tan extraño. ¿Dónde ibas, Manuel?, vuelve a preguntarse temiendo quedarse sin respuesta para siempre. Teresa procura apaciguar su turbación, vuelve a la cama, necesita dormir para escapar de ese sumidero inoportuno, se dice que Manuel es víctima de todo y no culpable de nada, pero el kilómetro 8 de la carretera de la sierra le hace seguir dando vueltas, vueltas y vueltas, como si estuviese conduciendo a Manuel por los pasillos de un Purgatorio que quizás sea el Infierno, porque esos pasillos son un laberinto que nunca se acaba; o quizás es que ya se ha dormido.

*** *** ***

A primera hora del día cinco de julio, miércoles, suena el teléfono de Antonio Castromil. Va a pulsar el botón de repetición de alarma en diez minutos, pero se da cuenta de que es una llamada. Una llamada de Salvador Susaeta.

- Tengo la lista de las últimas llamadas del teléfono de Pérez de la Malta, con el nombre de los titulares de los números registrados. ¿Qué me das por ella?
- Un beso en los morros si hace falta, Salva, con todo lo feo que eres.
- Más, más.
- Quitamos la estatua de Isabel la Católica y ponemos la tuya. Venga, suéltalo.
- La tarde del domingo le llamó un primo suyo, Ignacio Pérez, y estuvieron hablando cuarenta y cinco minutos. Al primo lo relacionan con una empresa de Del Mármol. Juanito Gómez Montañés, media hora. Estas te van a interesar: Albert Rivera, cinco minutos, y Mario Jiménez, siete minutos. Por la noche él llamó a su mujer, once minutos. El lunes a las ocho y cuarenta y seis de la mañana lo llamaste tú, pero no contestó.
- Sigue.
- Esta también es buena: a las ocho y cincuenta y dos, una llamada desde el Lady’s, seis minutos.
- ¿Desde el Lady’s? ¿Un teléfono fijo?
- Sí, si quieres te doy el número.
- Muy gracioso. ¿Qué más?
- A las nueve y seis minutos, una llamada hecha por él a un 902 de Fénix Directo, nueve minutos.
- ¿Qué es eso?
- Una compañía de seguros.
- ¿De vida?
- De todo. Vida, coches, hogar, todo.
- ¿Alguna más?
- La última: de un tal José Ruiz, que todavía no saben quién es. A las nueve y veinte. Treinta segundos. Y siete u ocho de Balta de la Oliva, ninguna contestada.
- ¿Me puedes dar el número de Fénix Directo y el de José Ruiz?
- Yo pensaba que ibas a pedirme el de Albert Rivera…
- Estás de broma. Aquí ése pinta poco. Ah, y mírame también cuál es la matrícula de la moto de Manolo. Y su DNI. Me lo mandas todo por WhatsApp.
- A sus órdenes. Pero quítame también a Colón de la estatua, que me haría competencia.

Antonio Castromil se hace un café y se fuma dos cigarrillos. Cuando ya tiene todos los datos, marca el número de Fénix Directo, y elige la opción “servicio de asistencia”. Se identifica como Manuel Pérez de la Malta y dice su número de DNI. Llama con motivo de la asistencia recibida por el ciclomotor 4943 JLM el día 3 de julio. La señorita le pide un momento, para localizar la incidencia. Castromil apuesta fuerte: le dice que el empleado de la grúa se dejó una cartera con dinero y documentos, y no sabe cómo localizarlo para devolvérsela. La señorita le pide por favor que espere un momento, y vuelve a escucharse la música alegre y repetitiva. Por fin, la voz de la señorita le dice que desde el servicio de grúa se pondrán en contacto con él. Ha acertado. Mientras recibe la llamada de la grúa, el periodista llama al privado de Juan Antonio Del Mármol:

- Dos preguntas nada más, Juan Antonio, antes de que el lechero llame a tu puerta. Tienes derecho a guardar silencio. ¿Para qué llamaste a Manolo el lunes por la mañana, y por qué no me lo dijiste?
- Para decirle que todavía estaba a tiempo. Y no te lo conté para que no te equivocaras en tus investigaciones.

A poco de colgar, llaman a Antonio Castromil desde Grúas Herrador, S.L. La conversación, al principio, parece un corto de Martes y Trece, hasta que Castromil reconduce y logra su objetivo.

Nosotros, mientras, nos hemos ido despertando, y hemos comprobado que a lo largo de la noche no se han producido noticias interesantes. Teresa Aranda está también despierta. Por fin ha podido llorar, y está mucho más tranquila. Pero en la radio, un poco antes de las noticias de las diez, dan una de última hora: agentes de la policía han entrado en una conocida casa de citas del término municipal de Cenes del Genil, por razones al parecer relacionadas con la muerte del concejal elvirense. Y a Teresa se le seca otra vez el llanto.

-V-
Tenemos que vernos

Hacia las nueve de la tarde del miércoles cinco de julio, la edición digital del periódico Nazaria Hoy ha colgado la tribuna de Antonio Castromil que estábamos esperando. Nos ha sorprendido, después de un día en que todo parecía aclarado una vez que nos informaron de que Juan Antonio del Mármol, probablemente el hombre más poderoso de Nazaria, estaba declarando en el Juzgado. Ya teníamos al asesino de nuestro relato de verano. Ya se había convocado una manifestación ciudadana para mañana, a la que íbamos a asistir todos. El Alcalde había anunciado una rueda de prensa para mañana a las doce, sin turno de preguntas, en la que según todos los rumores iba a comunicar su dimisión. Pero Castromil ha reabierto el caso. O lo ha cerrado.

Transcribimos la tribuna de Antonio Castromil, titulada No me pregunten cómo lo sé.

No me pregunten cómo lo sé
Antonio Castromil

Juan Antonio del Mármol, roca dura y sostén de las peores corruptelas de la política municipal, es mala persona. Compra voluntades, vende influencias, parasita al Ayuntamiento, manda porque sí, sabe latín, se va de putas, caza especies protegidas y es rico y de derechas. Pero este hombre ha sido detenido por error. Más bien por un cúmulo de errores. El primer error fue no detenerlo hace siglos, desde que comenzó su largo curriculum delictivo, acaso porque en la cuenta de beneficiarios y víctimas, el saldo es positivo para quienes tienen las pruebas. El segundo fue creer que es tonto y que no se le ocurre otra cosa que ordenar un asesinato de forma ológrafa, con firma y fecha. El tercero ha sido la impaciencia de la policía y de quienes la dirigen. Su detención era el camino más fácil. El atajo. Ya me dirán ustedes: aparece muerto en “extrañas circunstancias” el concejal del que dependía el éxito de la moción de censura contra el Alcalde que lo mantiene en el puesto de mando; Del Mármol es la respuesta a la clásica pregunta qui prodest; la ciudad quiere saber y necesita una detención para irse con tranquilidad de vacaciones; las casualidades no existen; un rato antes del momento de la muerte del concejal, Del Mármol comunicó por teléfono con él desde un lugar situado a un kilómetro de la curva en la que se extravió para siempre; no hay otra explicación sobre las razones por las que a pocos minutos del comienzo de la sesión del pleno municipal, el voto decisivo sale de su casa vestido con traje y corbata y se dirige a ese lugar, situado a ocho kilómetros de la ciudad; y todos hemos visto películas sobre mafias, asesinatos y accidentes. ¿Qué más haría falta para detener a una persona? Y, sin embargo, Juan Antonio del Mármol, culpable de tantas cosas, es inocente de la muerte de Manuel Pérez de la Malta.

Manuel Pérez de la Malta es uno cualquiera de nosotros: un hombre débil. Se equivocó al prestarse como taco de madera para equilibrar, con su abstención en la investidura, la mesa del Alcalde Pepe Sebastián, que cojeaba. El hombre tenía ya amortizada su culpa y podía permitirse encabezar una moción a favor de la supresión de los aforamientos o votar alguna pequeña enmienda con la oposición para no parecer el concejal nº 12 del PP. Luego salta lo de los papeles de Panamá y lo de la lista Falciani y todos le miramos para ver si tiene valor de apoyar una moción de censura. No quiere hacerlo, entre otras cosas porque tiene que pagar una hipoteca, porque ha pedido favores a Del Mármol que ahora no vienen al caso, porque está en muchos grupos de WhatsApp que mandan chistes de derechas, porque lo que con más convicción había dicho siempre es que “con Podemos no se puede ir a ninguna parte”, y porque en Nazaria eso de quitar la alcaldía a Pepe Sebastián es como quitarle el patronazgo de la ciudad a la Virgen de las Angustias: algo contra natura. Pero tiene que hacerlo, porque está muy feo eso de la offshore en Panamá y lo de la cuenta en Suiza, porque hay que demostrar que se está por la regeneración, y porque Susana Díaz se lo ha pedido a su jefe Juan Martín como una de las partidas del paquete de intercambios. Pérez de la Malta está perdido, y ya sabe que se va a equivocar haga lo que haga. Es lo que nos pasa a tantos de nosotros que no tenemos criterio, que no sabemos qué significa fundamento, y que ni siquiera somos cínicos, porque los cínicos como Juan Antonio Del Mármol no están preocupados por su imagen pública, sino por sus intereses.

Manuel Pérez de la Malta maldurmió la noche del domingo día 2 al lunes 3 de julio. A alguna hora de la madrugada estuvo tentado a presentar su dimisión para que la tierra se lo tragase por un tiempo. Un mal trago cuando tuviera que explicárselo a Baltasar de la Oliva, a quien en su día le dio garantías por no saber negárselas, pero así quedaba a salvo de otros males que por la noche se agigantan. El principal problema de esa huida es que era demasiado tarde, porque dimitir en la sesión de votación de la moción de censura era una deslealtad con sus compañeros de oposición, con su propia firma del documento de censura, y probablemente también con su partido, y eso lo convertía en un traidor. El propio Albert Rivera lo llamó la víspera seguramente para decirle “sé fuerte, ya lo arreglaremos”. ¿Quién de nosotros querría quedar como un traidor? Ya no había tiempo. Manuel Pérez de la Malta se levantó la mañana del lunes decidido a asistir a la sesión del Pleno, a ser fuerte, y a votar a favor de la moción de censura, aunque al cabo del tiempo cualquier excusa le permitiese apoyar también la moción de censura contra el nuevo Alcalde Francisco Teruel. Así que desayunó en su casa, se duchó, se afeitó, eligió su traje gris, se anudó la corbata verde oscura, resistió la última invitación de Del Mármol por teléfono, y hacia las nueve de la mañana accionó la llave de arranque de su ciclomotor para asistir a la sesión municipal, no sin antes comprar un boleto de la Primitiva en el quiosco de siempre.

Pero la moto no arrancó. No fue por culpa de Juan Antonio del Mármol. Fue un fallo mecánico de la batería de una moto que sólo tiene un sistema de arranque, que es el eléctrico. Una complicación inesperada. Quizás debió pedir un taxi, pero había una hora de margen, y optó por llamar a la Compañía de Seguros para que le mandasen asistencia. La Aseguradora le mandó con diligencia una grúa, y veinte minutos después un mecánico conectaba unos cables rojos y negros a la batería de la motocicleta y conseguía arrancarla. El operario, don José Ruiz, la última persona que vio con vida al concejal, un ciudadano de Huétor Vega que no reconoció al hombre de traje al que asistió y que no pudo relacionarlo luego con el concejal del que hablaban radios y periódicos, el testigo de descargo al que el Juzgado debe llamar a declarar de inmediato (su domicilio a efectos de notificaciones puede Su Señoría reclamárselo a Grúas Herrador, S.L.), le dijo que lo mejor es que no apagase la moto hasta después de haber hecho varios kilómetros para recargar la batería. Pasadas las nueve y media, nuestro concejal pensó que un par de carreras por la carretera de la sierra no le impedirían llegar a tiempo a la sesión municipal, que siempre comienza con algo de retraso sobre la hora prevista. A las nueve y treinta y ocho estaba saliendo de la ciudad. Aceleró hacia Cenes, pasó Cenes, y estaba disfrutando el aire amable de la mañana de julio golpeando su cara y despertándolo del insomnio pegajoso de la noche en vela. Decidió seguir hacia Pinos de la Vega y volverse. Así recargaba la batería de la moto y cogía fuerzas para el duro trance de esa mañana. Llegó a Pinos, dio la vuelta sin detener la moto, sin pararse con nadie, y se volvió a Nazaria, con dirección a la Plaza del Ayuntamiento. En el kilómetro 8, cerca del Lady’s, un lugar donde no se le conoce, pasado de velocidad por la batería y por la hora, Manuel Pérez de Malta toma mal la curva, o quizás está abstraído pensando en otra cosa. Quién sabe si se durmió un instante. El caso es que no controla la moto, rueda por el terraplén, se golpea en el pecho y en la cara con el tronco de algún pino y cae inconsciente al río Genil, donde muere el concejal extraviado, la moción de censura, la rescisión del contrato de Juan Antonio del Mármol, el miedo a que se levanten las alfombras. Y nos deja con nuestro estanque, con nuestro Alcalde de siempre, con nuestro Asesor de Urbanismo en su puesto de mando una vez que se acuerde su libertad sin cargos, bajo la advocación de la Virgen de las Angustias, y sin tren por los siglos de los siglos.

No me pregunten cómo lo sé. Yo no soy juez y no debo motivar mis sentencias. Yo lamento que dentro de pocos días don Juan Antonio del Mármol recupere su libertad para delinquir. Pero me pareció que debía esta explicación a la viuda y a los hijos de un hombre cualquiera, uno de nosotros que tuvo la pésima suerte de sufrir un accidente en la mañana en que todos los focos estaban apuntando a su escaño vacío. Al fin y al cabo, sus familiares tienen derecho a evitar que el muerto sea un asesinado por error policial. Juan Antonio Del Mármol es mala persona, pero la viuda y los hijos de Manuel Pérez de la Malta tienen derecho a llorar en paz y a saber que su marido y padre no murió asesinado por una mala persona, sino por el azar de un accidente.

La tribuna de Castromil ha merecido esta misma noche decenas de miles de entradas provenientes de toda España y demasiados comentarios alocados. A través del Telegram y del WhatsApp, el periodista ha recibido varios mensajes. Baltasar de la Oliva, portavoz del grupo socialista y amigo personal: tenemos que vernos. Marta González, portavoz de Podemos: tenemos que vernos. Juan Gómez Montañés, portavoz del PP: tenemos que vernos. Salvador Susaeta: No te olvides de lo de la estatua. Luis, el de la gasolinera: No das puntada sin hilo.

Juan Antonio Del Mármol ha sido ingresado en prisión con cargos por asesinato, probablemente porque al terminar su declaración y celebrarse la vistilla de medidas cautelares, ni el Fiscal ni el Juez Instructor ni el abogado de Del Mármol han leído la tribuna y no sabían aún por qué ha muerto Manuel Pérez de la Malta. Teresa Aranda ha conseguido el número de Antonio Castromil y le ha telefoneado: Le llamo únicamente para darle las gracias; no sabe cuánto bien me ha hecho, ni es fácil explicarle por qué, y Castromil le contesta: tenemos que vernos.

FIN

7 Respuestas

  1. ¡Uff, Miguel qué buen relato policíaco! La columna final del periodista es de antología (yo habría concluido ahí, para acabar en clímax). Supongo que los granadinos habrán disfrutado más con los elementos de “roman a clef”, que a mí se me escapan y me estorban un poco (mezclas hasta los nombres de los pueblos de la carretera, no sé con qué intención).
    Es una objeción menor que resulte poco verosímil el concejal desplazándose en ciclomotor, pero imagino que una motocicleta no te permitiría imaginar la avería eléctrica que lo explica todo.

    Ahora bien: tengo un reproche contra ti. Un relato de esta extensión no es adecuado para una entrada de blog. Me he tirado como media hora leyéndolo de un tirón (¡cualquiera lo dejaba!) y eso no es lo que uno espera, ni lo que debe permitirse, cuando ojea sus blogs preferidos antes de ponerse a trabajar. Debiste darlo por entregas, inaugurando la era del folletín electrónico; así te habrías garantizado un montón de entradas en días consecutivos y los lectores habríamos disfrutado cuatro o cinco días del suspense.

    Espero que reincidas en los relatos “noir” en el blog, aunque me hurten tiempo para lo que tú sabes. Un abrazo.

    • Gracias, JM…
      Precisamente es que se dio por entregas este mes de agosto, en un diario digital. Un capítulo por semana. Se trataba de “recuperarlo” cosido…
      Abrazo.
      Miguel.

  2. PERRY MANSON Y EL PERIODISTA JUEZ

    Coincido con Solitarius en la extensión del texto para el contexto de un balcon de jardines canónicos.

    Pero tomado con tranquilidad el relato es divertido y espinoso para atenciones volátiles de seres estresados, donde enterarse deviene en jornada laboral de cumplimiento obligado so pena de Sísifo al perder el hilo y tener que volver a empezar.

    El texto me recuerda mucho a lo que Vargas Llosa denominó como técnica literaria de la Matrioshka, esa muñeca de la artesanía rusa que en su interior alberga un sinfín de las mismas muñecas a menor escala. Historias que suceden en el interior de otras historias conservando o transmitiendo el suspense hasta el desenlace final.

    El texto empieza con cierto brio articulando bien detalles, acontecimientos y movimientos de la narrativa en un avance dinámico y simpático que hace complice al lector con el narrador en el espíritu de la obra.

    Simbiosis que para mi gusto conforma la propia “erótica” del cuento.

    Embrujo que en el capítulo de los “peros” de rigor yo criticaría bajo un dilema contradictorio ya que el texto es tan largo como corto.

    Es decir completando el texto recreando más cada “Matrioshka” hasta completar un “relato corto, o largo”, pero de mayor entidad, ya que la historia ciertamente lo admite.

    O bien puliendo una unidad de ritmo y avance compacta concentrada –digamos–, en un relato relato redondo sin afluentes superfluos.

    Sin embargo no veo el personaje de Antonio Castromil pues a primera vista, más que un periodista de provincias, parece un “Colombo de Cenes de la Vega; de celtas sin filtro y sin gabardina”…

    La mezcla de un “Colombo de pueblo” con la política nacional actual es ciertamente un proyecto atrevido… más con la muerte aquí de un militante de “ciudadanos” con conexión directa con Albert Rivera… jajaja… ¿Freud, o Rajoy (por lo de se fuerte)?…

    ¿Y la atractiva esposa del fallecido?… ¿Recuerda a alguién de Ciudadanos?…

    Pero lo de la reportera de la Razón –al teléfono de la fiscalía–, es una sorpresa imperdonable contra Canal Sur o El Correo o el Ideal de Granada… Jajaja!!!… menos mal que la fiscal le miente!!!

    El pasaje de la noticia lo veo, sin embargo, como un puente rupestre que rompe el encanto de las matrioshkas sacrificando embrujo por ritmo, y convirtiendo el suspense en un erial de datos. No entiendo por qué sacrificas el arte por el atestado.

    Luego introduces un “nosotros” titubeante que termina rompiendo el idilio del lector con el narrador de las matrioshkas.

    Igual siento con el comunicado… todo un cambio de clímax en el relato; de contenido rígido inverosímil con las circunstancias que rompe el suspense con reclamaciones y dudas que exhalan certezas en orden a justificar una petición de dimisión tras una censura fracasada…

    ¿Por qué regresar a la moción de censura?…

    Esta claro que el autor elige el camino. Esa es la libertad del creador pero me sorprende la quiebra.

    Abandonas la autovía para meterte por caminos vecinales “carroñeros”…

    Planchas a Teresa con Disney y medicamentos para introducirte en el jurisdiccional mundo de la “sospecha”… (le han dicho que aparentemente es un accidente)…. ¿Freud?

    Luego relatas un Castromil de filósofo provinciano de la vida que contrapone lo banal con lo trascendente regado con whisky en el kilómetro 8’250 de Pinos de la Vega…y además dibujando a Colombo… con “coño” y todo!!!

    Castromil y Susaeta nos meten en una de las últimas matrioshkas del relato, aunque de forma difusa…

    aunque es una matrioshka que trae sorpresa…. ¡Castromil es colega de CXTT!…¡UHMMM!…. ¿Freud?… (alter ego… facultad… Juez de Nazaria… imprudente…)…

    ¡Que pena literaria para un crítico patológico como yo!!! ¡¡¡¡ARGHHH!!!

    Pero sigamos!… con la Matrioshka del Juez articulista…. ¡Feten!… “El precio tenía la muerte”… y “piropos”… una jartá!… Jajaja!!! “atrevido”….

    ¡Qué lástima!… yo hubiese matado al juez directamente!!!

    Qué contraclimax literario… el puñetero juez se ha cargado él solito al artista que concibió las primeras matrioshkas… texto plano, frio falto de interés… tan repelente como las sentencias y los informes jurídicos…¡Que horrorr!!!

    Y el segundo en el corredor de la muerte al periodista… “pieza difícil de renunciar”….

    Que no te gusten los periodistas Miguel es una cosa pero que les pongas en su “ratio” ideas como esta… Es grave Miguel!!!… y ya con pena multiple de guillotina si es el propio Alter Ego del juez!!!…

    y para un lector asiduo de CTXT, como yo… resulta depresivo!!!

    En cuanto a la matrioshka del entierro resulta lineal y adolece del embrujo de las primeras matrioshkas, su ritmo se convierte aquí en prisa “procesal”… El Ladyy’s es la última bocanada de aire para darle “volúmen” al texto plano de esta matrioshka,

    La siguiente pieza de Teresa Aranda recobra color e interés… Se nota el dominio del autor en el mundo de la sospecha.

    En cualquier caso es una pieza tímida merecedora de mayor relevancia en el relato ya que el autor muestra capacidad para un mejor desarrollo.

    Situada en un recoveco del camino vecinal apartado de la autovia inicial compone para mi un error de estrategia literaria. Esta pieza ocupa una posición equivocada.

    La matrioshka de Castromil y Susaeta deviene en un contrapunto de humor nasioná con el híbrido de Torrente, Colombo y de Mortadelo y Filemón… a partes desiguales…

    Finalmente el artículo de Castromil delata su verdadero ADN. Castromil no es un periodista; es Perry Manson reencarnado en Cenes de la Vega…!!!

    ¡¡¡ Es un FIN INTERRUPTUS!!!

    Para que no me digas que soy un malvado atracador de balcones te resumo mi punto de vista;

    Para mi lo interesante de este relato está en el mundo de las primeras matrioshkas que está fabulosamente concebido y descrito. El resto requiere de una mejor y más clara hoja de ruta con una mejor caracterización de Castromil y sus personajes satélites, y sin perder de vista que Teresa Aranda puede ser el eje que une todas las matrioshkas. A mi modo de ver el relato su potencial es central.

    Mezclar judicatura con literatura perjudica la salud creativa…

    ¡Consulta con tu crítico literario!

    Buen día

    • ¡Qué bueno, Aramis!
      Genial “contrarrelato”. Tú sí que eres una matrioshka llena de sorpresas.
      Par de cosas: Antonio Castromil es el personaje. Y existe. Él mismo se ha reconocido. No colabora en CTXT (aunque CTXT debería pedírselo). Es el mejor periodista de… Nazaria.
      Teresa Aranda es el punto de glamour: ahí nos lo deja. ¿Por qué no dejar su desarrollo para otro relato? “Tenemos que vernos”…
      Lo policial/judicial es imprescindible. No porque me guste: el relato, de la mano de Castromil, escapa despavorido de todo eso. Está para estorbar.
      Gracias por la lectura, y por el agudísimo comentario.
      Como te descuides, un día de estos te meten en una novela… Saludos!

  3. Jajajaja!…

    Fíjate en la última frase de tu loa a mi “matrioshka”… y léela con atención…

    ¿No ves la contradicción?…

    ¡Yo apostaría que no!…

    La fantasía es un poder que que nada tiene que ver con la locura, sino con la ausencia de férulas… Se trata de una libertad consciente y cognosciente…

    ¿Ves ahora la contradicción?…

    ¡Yo apostaría que no!…

    Yo te encuadro en la banda de Perry Manson, pero no te veo de copas con la peña de Sherloc Holmes…

    ¿Ves ahora la contradicción?…

    Yo ya vengo de una novela!!!… ¿O acaso no soy “Aramis”? …

    Eres tú el que andas descuidado… y … ¡cantas gregoriano! (Jajaja…Touché!…)

    En tu texto te veo como aquel que sale de parapente pero mete a toda la familia (personajes) en los calcetines… Disfruta en la primera parte del vuelo, pero luego cae en picado y se lastima la cabeza!!!

    Si tu decides que Castromil es el personaje, tienes que definir tu lealtad; si al personaje real que conoces o al personaje de tu cuento que tu construyes sobre la inspiración del real. Ahí es donde yo percibo tu indecisión en el relato.

    Lo mismo te digo con Teresa, con la que señalas un “cierto glamour” que está tímidamente (indeciso) desarrollado. Y es lo que me sorprende porque pienso que ahí puedes tener la Matrioshka central. Justo en la tensión del matrimonio entre el “muerto” y el glamour de la esposa.

    Castromil puede ser el segundo “guía” del relato tras el teatro de la moción de censura que lo tienes relativamente bien esbozado. Estoy seguro que puedes mejorarlo… ¡Pero con cuidado de no dinamitar lo que ya has esbozado con notable.

    Pero Castromil –insisto–, no debe ser el protagonista con el que muere un relato indeciso, sino que –en mi modesta/malevolente opinión de crítico practicante del “balconing”–, debe conducir al acto del embrujo final sorprendiendo con un quiebre del relato policial hacia la tensión del glamour de Teresa… en el que puedes encerrar más “caramelos” literarios.

    Tienes la historia… pero debes pelear (sudar) por ella…

    También te fallan las proporciones ya que “pienso” que elevas el “atrezzo” (personajes secundarios) al mismo nivel que los trascendentes. Y si bien esto puede ser una buena técnica de confusión y juego, es necesario modularla para que no entierre el hilo del relato.

    Y ahora un poquito de doctrina de Aramis:…

    Tanto en el campo de la fantasía creadora (la heurística epistemológica y la artística), como en el de la realidad cotidiana (jurisdiccional incluida)… el Imperio de la Ley se convierte en una férula que machaca el sentido común distorsionando personas e instituciones en realidades distopicas.

    Con frecuencia la justicia es un arma de doble filo donde la prevaricación sistemica es su esencia más maligna… (Aramis dixit!…)

    ¿Te imaginas por qué?

    Porque aniquila las bases del mundo real; ¡fulmina la verdad!

    CONCLUSIÓN:

    La justicia es algo tan delicado que en España no existe como tal…

    Y no existe porque en España el “Poder Judicial” es una férula para los desiguales mandobedientes, no una armonía entre iguales libres…

    Jajaja…

    Seguro que piensas que se me ha ido la pinza… pero te garantizo que no (al menos que yo sepa!!!)… Jajaja…

    Te aseguro que hay una relación muy estrecha entre; verdad (realidad); fantasía cognosciente (libertad heurística); y la prevaricación como factor tóxico de los dos elementos anteriores.

    Pero ya es tarde y me voy con la cenicienta…

    Un saludo de “Aramis”…

  4. Me ha encantado, simplemente genial. Enhorabuena, magistrado!!!

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