El bote salvavidas de Díaz Ferrán.


Díaz Ferrán no necesitó un convenio colectivo ni un sindicato ni un Pacto de Toledo ni una legislación laboral rígida y proteccionista conquistada con tanto esfuerzo (y ahora casi devuelta a las arenas movedizas del mercado) para garantizarse una seguridad. Para eso están los lingotes de oro, las cajas fuertes y los fondos suizos.
Millones de trabajadores no tienen posibilidad de guardar en sus casas dinero para tiempos peores. Necesitan leyes, pensiones, subsidios e impuestos. Y sindicatos. Y política, y democracia. Y una Agencia Tributaria eficaz. 
Son los dos modelos. Quienes no necesitan leyes para garantizarse su seguridad, no quieren leyes: no quieren estorbos para "decidir por sí mismos" y cuidarse de sus propios intereses. Del Estado sólo necesitan un par de cosas: una policía que garantice la propiedad y carreteras para que sus mercancías circulen libremente.
Con episodios como el de Díaz Ferrán, ¿podemos seguir pensando que la prioridad es desregular para que el dinero circule libremente? ¿Podemos seguir creyendo ingenuamente que los impuestos son ineficientes porque detraen dinero del mercado?
Ayer se supo que la amnistía fiscal permitió ingresos para el Estado de 1.200 millones de euros. Es un dinero obtenido con verguenza, porque premia al defraudador y castiga al que cumplió; pero, una vez que todo se ha consumado, no se me ocurre mejor destino a esos 1.200 millones de euros que dedicarlos íntegra y agresivamente a financiar la lucha contra el fraude fiscal.
Pocas políticas merecerán más aplauso hoy que las que cerquen, agobien, señalen con el dedo y desapoderen a los defraudadores. Hay que cuidar el Titanic, y no llenarlo de botes salvavidas cargados de lingotes de oro. No hay botes para todos.

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