Días de reserva

Desde niño tuve la preocupación de ir guardando algunos días para después. Intuí que alguna vez podría echarlos de menos. Me pareció siempre que no tenía sentido vivir de corrido todos los días de cada época, de cada año, sin ahorrar alguno por lo que pudiera pasar. Guardé días de infancia, días de adolescencia, días de universitario, días de soltero, días de novio, días de casado sin hijos: fui dándome cuenta de que hacía bien, porque a cierta altura de la vida, los días de las épocas pasadas se revalorizan mucho más que el oro, más que las obras de arte, más que las monedas antiguas. Esa reserva de días pretéritos es el principal tesoro que guardo.
Antesdeayer gasté uno de los más remotos que me quedaban. Lo necesito cada vez que noto que el tiempo se desliza plano y romo.. Me lo pienso mucho, porque naturalmente cada día de reserva sólo puede revivirse una vez: se pierde entonces para siempre, y no crean que tengo tantos, apenas diecisiete me quedan. Elegí un día de enero de hace muchos años. Fue uno de los primeros que decidí no vivirlo, no gastarlo. Hacía sol, pero era un sol frío, como si fuera inventado. Me levantaron temprano, me dieron de desayunar, y fui con mis hermanos al colegio. Al entrar, corriendo porque llegábamos tarde, estaba el portero que se murió hace tanto tiempo casi a punto de cerrar la cancela. En clase tocaba la explicación de las palancas de primero, segundo y tercer grado, algo que nunca había tenido claro hasta antesdeayer, precisamente porque aquél día no fui a clase. Luego, en lengua, recitamos las reglas de la b y de la v (nunca las había estudiado, tuve que irlas aprendiendo sobre la marcha a lo largo de mis lecturas y de errores en los dictados), y en matemáticas aprendimos a comparar fracciones, otra cosa con la que siempre he tenido dificultades por culpa de no haber vivido aquella mañana. En el recreo nos perseguíamos alocadamente unos a otros, gritábamos sin contención, alguien se cayó y se hizo sangre en las palmas de las manos, nos disputábamos alguno de los pocos balones que rodaban por el patio, entre las piernas de tanto niño, sorteando los almeces y las acacias.  En casa, después del colegio, el sol de invierno entraba por la ventana y dejaba láminas de luz moteadas de polvo, que enfilaban hacia la mesa donde estaban los platos de lentejas. Se oía un noticiario. Oro puro, envejecido pero puro. Ahí está mi padre, vivo, dando un pellizco al pan y sirviéndose una pizca de vino. Todavía había que volver al colegio después de comer: trabajos manuales y catecismo. Las calles estaban oscuras cuando acababan las "permanencias", en las que hacíamos los pocos deberes que nos quedaban. Por la noche, cuando acababa el día, recorrí aquella casa, vi a mi madre tan joven, le pregunté cualquier cosa a mi padre para volver a oír su voz, intenté discutir con mis hermanos, una tía, que también está muerta, llamó por teléfono, por conferencia desde Valladolid.
Todavía me quedan tres días de escuela, cuatro de instituto, uno de feria, seis de universitario, uno de soldado, y alguno más suelto. Es injusto que sólo podamos vivir linealmente, que durante trescientos sesenta y cinco días deba tener necesariamente la misma edad. Es injusto que no podamos volver atrás, que después del cinco venga necesariamente el seis, y después el siete, cada semana con cinco días tan parecidos unos a otros, sin ocasión para paladearlos como días únicos. Menos mal que tomé mis prevenciones. Aún me quedan diecisiete. Hoy es veintiuno de enero de dos mil once. No volverá a serlo nunca más. Voy a aprovecharlo, como si hubiesen pasado veinte años y quisiera volver atrás.

3 Respuestas

  1. Anónimo

    Acabo de leer este texto ahora mismo y me parece precioso, ojalá pudiéramos vivir los días de nuestro calendario como nos apeteciera. Tal vez entonces la vida tuviese un sentido.

  2. …tenemos derecho a vivir la vida a nuestro propio diseño.
    La mayoria de la gente vive-ya sea física,intelectual o moralmente-en un círculo muy restringido de sus posibilidades.Todos nosotros tenemos reservas de vida en las que ni siquiera SOÑAMOS.
    UN SALUDO A TODOS.

  3. Un punto de vista muy originalmente escrito.
    A mí tamoco me gusta que me impongan ningún orden para vivir, pero aunque pudiera, no sé si volvería atrás.
    Lo que sí me gustaría es ir más despacio, parar un poco, vivimos tan deprisa…

Deja tu comentario

Los comentarios dan vida al texto y lo pone en movimiento.