Cerrado por demolición.

Así reza (en catalán) uno de los carteles de los manifestantes que asedian al Parlamento de Cataluña. Como si el problema estuviese en el Parlamento y la solución fuera la asamblea. Mal vamos si ahora corre la idea de que la política sólo circula por las calles, y no en las instituciones. Ya sé que el sistema genera diques que hacen difícil el acceso a la participación en la cosa pública. Sé también que el sufragio (¡universal, libre, directo, secreto!) y la representación parlamentaria no son condición "suficiente" para la democracia: pero sí me preocuparía enormemente si, a estas alturas, no se tuviera claro que es algo más que una condición "necesaria": es el suelo, amigos.
Imagino que los manifestantes catalanes para nada pretenden cerrar un Parlamento: pero me habría gustado mucho más que el asedio de los indignados se hubiese dirigido a las sedes de los partidos políticos, que es desde donde, desde hace ya muchos años, se está asediando terriblemente a nuestros parlamentos.
Salud a las asambleas populares, espontáneas e indignadas. Pero salud también a los parlamentos.
Claro que no: el problema no son los parlamentos, sino la amortización del poder político en los círculos más restringidos de las cúpulas de los partidos, permeables a los lobis financieros, mediáticos, empresariales, etc. Ojalá el 19-J sepa elegir bien sus dianas y los indignados se alíen lúcidamente con el parlamentarismo, el sufragio universal, los derechos constitucionales y la participación política mediante instituciones limpias y libres, frente a los osos que abrazan y secuestran todo este material civilizatorio. Qué ejemplar sería que los manifestantes hubiesen escenificado un "cordón sanitario" , mano con mano, no frente al parlamento y los diputados, sino de su parte, frente a los enemigos exteriores que lo colonizan y lo corrompen, como hizo la policía aquél 23-F.  Debo ser un ingenuo, o peor aún, un nostálgico.

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