La moda es cerrar un candado con el nombre de dos amantes en el pretil de un puente y lanzar la llave al rÃo. Es una ceremonia matrimonial laica, una especie de "para siempre", una alianza visible, un sacramento al aire libre, un sÃmbolo que da que pensar. Como un anillo en el dedo del esposo y de la esposa. Como unas arras arrojándose en señal de los bienes que se van a compartir. Como un tatuaje sobre cuerpo ajeno.
No queda espacio en el Pont des Arts de ParÃs para más candados. Se anudan en racimos unos con otros, formando una espantosa tela metálica que brilla al paso del bateau mouche al atardecer. La primera fila de candados sirve de enganche para los siguientes, y la red ya es tupida, como una plaga de insectos de hierro apelmazados, un registro civil de promesas de amor. Amor sin papeles, pero con metal pesado. Es una moda que se ha extendido por todo el mundo. Una nueva forma de matrimonio. Los amores fallidos no volverán para romper el candado. Quedarán abandonados y confundidos con los perseverantes, porque no hay puente que asegure las promesas para siempre.
Cada vez más matrimonios de conveniencia, dice el periódico. Cada vez menos bodas, dicen las estadÃsticas. Cada vez más candados en el puente. Signos de los tiempos. Silvie y Bernard atados a Pedro y Martina, a Friedrich y Rosemary. Lo sublime y lo ridÃculo, mano con mano. La gente quiere quererse. Un momento de amor bien vale un candado. Fugaz y para siempre: como los millones de besos que, antes del tiempo de los candados, se dieron apoyados en el pretil desnudo del puente.
En Verona, en el pasaje que conduce al balcón donde supuestamente Julieta languidecÃa de amor por Romeo, encuentras millones de chicles pegados a las paredes con mensajes o nombres escritos encima. Un chicle por cada mensaje de amor, uno imagina, y seguramente alguno que otro masticado a medias para inmortalizar un momento de amor verdadero, que no hay nada mejor para el amor que intercambiar fluidos. Pero tampoco hay chicle que asegure las promesas para siempre.
Como tú dices, lo sublime y lo ridÃculo mano con mano. Bonita entrada.
Teresa
Puestos a elegir, prefiero el candado al chicle….
El chicle será pegajoso, pero un candado… No me gustarÃa aparecer encadenada a un (n)-(h)ombre de por vida